Fujimori abandonó, otra vez, a K*
Por José Luis Ramos Salinas
A Keiko no le unía nada más que el interés respecto a su padre. Por eso lo usó cada vez que le convino y por eso no dudó un instante cuando boicoteó el indulto que su hermano Kenji estaba negociando con PPK. No importó si para eso tenía que desaforar al favorito del sátrapa, ni dejarlo en una complicada situación judicial.
Antes ya se había deshecho de los y las incondicionales de su padre, porque la idea era borrar todo lo que la hiciera parecer una segundona y aparecer como le dicen los medios serviles: “la lideresa”.
Una vez borrado del mapa al “fujimorismo histórico”, había que reemplazarlo por gente que le obedeciera hasta en aplaudir o no. Así que reclutó por todo el país a toda laya de sujetos desprovistos de escrúpulos que calculaban que con K iban a gozar de prebendas y privilegios. Estos “fujimoristas” jamás conocieron a Fujimori y no les importaba hacerlo, por eso nunca lo visitaron ni en la cárcel ni cuando salió libre con un indulto irregular. De hecho se llamaban fujimoristas, porque K era Fujimori, no por Alberto, asesinado políticamente tiempo antes por su hija, quien cambiaba de heredera a refundadora del fujimorismo, según los vientos electorales de cada momento.
Ya mayor y con un estado de salud precario, K sabía que a su padre no le quedaba mucho tiempo de vida. Ahora estaba libre y había que aprovecharlo. Las apariciones en redes sociales y las declaraciones a la prensa de Alberto no estaban ayudando, al contrario, y por eso hasta se le llegó a desautorizar. Había que pensar un mejor papel para él, de manera tal que cuando le viniera la muerte, dejara a su hija en una posición favorable para convertirse en presidenta. Entonces apareció en un video inscribiéndose en Fuerza Popular para luego anunciar que él sería el candidato a la presidencia, por un “gesto de desprendimiento” de su hija. Pero a Fujimori le pasa lo que no le pasó en la cárcel. Se cae y se fractura la cadera. Eso interrumpe su tratamiento oncológico y su salud se complica muriendo el peor día que podía hacerlo: el 11 de septiembre, coincidiendo con la muerte de Abimael Guzmán. La familia no informa del deceso, pese a los rumores. Pero el abogado de Fujimori lo publica y provoca que K lo destierre al punto de que no pudo ir al velorio. ¿Sería que el plan era informar un día después para evitar la coincidencia de fechas?
Desde el anuncio de su candidatura a su muerte, Fujimori no pudo aumentar el escaso capital político de Fuerza Popular. Y para colmo, para K, su muerte lo coloca nuevamente como el jefe máximo y acaso irreemplazable del fujimorismo. Él le ganó a Vargas Llosa; ella no pudo hacerlo ni con Pedro Castillo. Se preguntan en las calles y en los medios si con Alberto murió también el fujimorismo, como si Fujimori no hubiera muerto ya hace muchos años, políticamente hablando, por decisión de K. Su breve resurrección no le sirvió entonces como lo planeó, sino todo lo contrario. Ahora tendrá que recorrer de nuevo el camino que la hizo “la lideresa”.
Las miles de personas que asistieron al velorio de Fujimori no significan nada electoralmente, de hecho muchas de ellas preferirían a otros fujimoristas como Acuña, Luna, López Aliaga, etc., antes que a la señora K. Para colmo, Dina Boluarte, que hasta hace muy poco era antifujimorista, se deshace en homenajes, lo que deja en evidencia que quien gobierna actualmente es K. Así que el 2026 sonaría a reelección de un desastroso gobierno. Que este Ejecutivo que desaprueba el país, se halla mostrado tan servil a la señora K, no la beneficia sino que la perjudica electoralmente. Y si alguna dormida simpatía por el fujimorismo, despertó con la muerte del dictador; lo más probable es que hasta el 2026 otra vez se haya vuelto a adormecer.
Claro que K ya estará pensando otra estrategia para utilizar a su padre, tal vez un atentado contra su tumba en una fecha precisa, o un testamento político a publicar en el momento adecuado, etc. Y es que K es una copia fiel de su padre, no le interesa nada, salvo el poder. Y si ella lo utilizó tan grotescamente es porque él hizo lo mismo con ella. Haciéndola primera dama para reemplazar a su madre, torturada por el corrupto puesto en evidencia. O dejándola en Palacio cuando fugó a Japón, teniendo que salir arrastrando maletas en medio de la humillación y los flashes de la prensa.
Es por esto y por mucho más que quienes creemos en la democracia y los derechos humanos, debemos sacar al fujimorismo del poder y no dejarlo regresar a él.
* Este artículo fue publicado en Revelación.pe el 15 de septiembre de 2024