Debo primero saludar los 30 años de resistencia de
ESTAR EN
En una actividad programada por el sindicato de docentes de mi universidad con motivo del Día Internacional de
Y este no ser una mujer honoraria, sino una mujer tremendamente fea, horrible: casi un hombre; me coloca en la perspectiva de Virgil Gheorghiu, cuando afirma que la esperanza es una hierba que crece hasta en medio de las tumbas.
Y todo esto viene a cuenta, porque me parece que el nombre de la mesa en la que estamos participando: “La academia en la construcción del movimiento feminista”, tiene un talante esperanzador. Sospecho, tengo la hermenéutica de la sospecha de la que hablaba Natalia Iguíñiz, que, como para muchas otras cosas, se espera de la academia, en relación al feminismo: una posición inteligente. Mas, me temo, que se trata solo de hierba en medio de instruidas sepulturas.
Lo que quiero decir, y esa es la hipótesis de este trabajo, es que rara vez la academia tiene que ver con la inteligencia, si se entiende ésta, no como la capacidad para moverse dentro de ciertas reglas, sino precisamente lo contrario; la voluntad y el ingenio necesario para transgredir esas normas. Pienso, que para temas como el feminismo, la academia funciona muy parecido a una esquina de un barrio cualquiera: mera pachotada.
I
Empezaré hablando de mi universidad, es decir de
De otro lado, existe un marcado porcentaje a favor de los varones dentro de los estudiantes. Registrándose solo las siguientes Escuelas Profesionales con presencia mayoritaria femenina: Enfermería, Trabajo Social, Industrias Alimentarias, Nutrición y Turismo. Como ven se trata de profesiones que fácilmente pueden ser vinculadas a papeles tradicionalmente femeninos, y por ello mismo, secularmente subordinados. Aquí lo que importa no es tanto lo que es, sino los constructos que pretenden dar cuenta de esta realidad. Así, la enfermera mujer, puede ser vista como la asistente del médico varón. La trabajadora social, es una especie de madre protectora de los desamparados. Las nutricionistas y las que estudian industrias alimentarias, podrían ser vistas como cocineras algo sofisticadas. Y las que se preparan para ser licenciadas en Turismo, podrían ser entendidas como parte del atractivo a ser visitado, téngase presente que la mayoría de turistas son varones.
Resulta entonces, hasta aquí, que la universidad, al menos la mía, tiene una estructura jerárquica que no promueve la construcción del movimiento feminista; y que la composición por género de los estudiantes, deja evidencia de cosas como que las ingenierías son aún de dominio masculino. No obstante, en las ceremonias de premiación a los mejores estudiantes, la mayoría de los galardones recae en las alumnas mujeres, lo que lamentablemente no parece una muestra de ascenso por parte del género femenino, sino más bien la constatación de que la mujer sigue viviendo bajo las reglas establecidas por varones, en sus hogares y en la universidad, según las cuales, las señoritas deben dedicar la mayor cantidad de su tiempo a estudiar, repasar, hacer trabajos, etc. Mientras que los varones dedican buena parte de sus energías a hacer vida social universitaria, y a cultivar las relaciones que luego les permitirán ascender profesionalmente; independientemente de que ocupen los primeros puestos o no.
Otro dato que merece atención, es el siguiente: de todas las Escuelas Profesionales existentes, solo Sociología, Antropología y Enfermería cuentan con asignaturas, en las que de alguna manera se trabaja aspectos ligados a las teorías de género. Así, en Sociología se dicta el curso: “Género y Familia”; en Antropología, lleva el nombre de “Antropología del Género”; y menos relacionado, podemos encontrar el caso de Enfermería con la asignatura “Salud de
Si bien tenemos que reconocer que en otras carreras de pregrado se habla del asunto de género, esto no es razón para ser optimistas porque se trata solo de un tema más dentro de una asignatura. Además, téngase en cuenta que no hemos analizado qué tan bien se llevan los cursos cuya temática gira alrededor del género. Sospecho que en muchos casos lo que se enseña, está muy lejos de los postulados del feminismo. Baste decir que en las bibliografías no aparecen ni Butler, ni Witig, ni Despentes, ni siquiera Rubin. Ni pensar en temas relacionados a la sexualidad, a la politización del placer. Si Dalia Abarca, egresada nuestra, ha dado un paso más y nos ha propuesto reflexionar sobre el cuerpo fatigado, estoy seguro que esa idea no le ha surgido gracias a la universidad como institución, sino pese a ella.
Pienso, que los cursos de género tienen que ser llevados por militantes del feminismo (después de todo las teorías de género son hijas del feminismo, nos ha dicho Gladys Cámere), porque si no se termina, como decía Maruja Barrig, afirmando que los varones también son maltratados solo que ellos no se quejan. Y esto tiene que ver con la segunda parte de esta disertación.
Pero previamente, debo decir que en Arequipa existen otras dos universidades,
II
Es preciso dejar en claro que el feminismo es un movimiento profundamente revolucionario, porque aspira a cambiar radicalmente la sociedad, trayéndose abajo algunos pilares que se han mantenido incólumes pese al fin del esclavismo, la caída del feudalismo y el auge del capitalismo, e incluso a la aparición del denominado socialismo real. El feminismo implica incluso la revolución del lenguaje; me pregunto si cuando decimos buenos días a todos y a todas, estamos incluyendo a las lesbianas que no se piensan como mujeres, o a los intersex que denuncian la tiranía del lenguaje que solo reconoce femenino y masculino.
Brenda Álvarez nos ha explicado que la lucha es contra el patriarcado y el capitalismo; y Violeta Bermúdez y Marilyn Daza nos han explicado que el feminismo es una lucha diaria por cambiar el sentido común, por eso me preocupa que ni ayer ni hoy, haya detectado en esta sala a algún agente de Seguridad de Estado, acaso no estemos siendo lo suficientemente subversives, uso la «e» en lugar de la «o» o la «a» para tener algo de coherencia con lo que Susel Paredes llamó la explosión de la sopa de letras. En ese sentido, me parece válida la propuesta de Ana María Yáñez de formar un partido político feminista, dentro del cual voy a pedir que se cumpla conmigo, la ley de cuotas.
Si esto es así de radical, pensar en que la academia, o específicamente, la universidad, es un espacio de promoción y desarrollo del feminismo, equivaldría a creer que la universidad tiene un carácter eminentemente revolucionario, y me temo que esto no es así. La universidad sigue siendo como la describió Mariátegui hace ya casi un siglo: «la universidad... es en esta época de renovación mundial y de mundial inquietud ideológica, una gélida, arcaica y anémica academia, insensible a las grandes emociones actuales de la humanidad, desconectada de las ideas que agitan presentemente al mundo», al feminismo en este caso. Diana Gonzales nos decía que basta un mínimo de sensibilidad para convertirse en feminista, pero ya el autor de los 7 Ensayos nos explicó que en la universidad no existe esa pequeña porción necesaria. Resulta entonces, y seguimos con el Amauta, que «La llanura está poblada de brotes nuevos», Relinda Sosa, Ivonne Tapia y Lourdes Huanca nos han hablado de los enormes avances en el campo popular, y que «Únicamente las cumbres están peladas y estériles, calvas y yermas, apenas cubiertas del césped anémico de una pobre cultura académica». «Un... catedrático en quien sus discípulos descubren una magra... cultura profesional y nada más... persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna y -si es posible de paso- a la conquista de una cátedra -membrete de lujo, timbre de academia». Y Mariátegui concluye: la esperanza de que la universidad se renueve a sí misma, está liquidada.
Y es que la universidad es la gente que la compone, es decir, los intelectuales. Para que la universidad fuera un espacio propicio para la construcción del feminismo, tendría que estar formada por intelectuales revolucionarios, que apuesten por la agenda feminista, y eso, todos lo sabemos, no se da. Claro que muchos no se atreven a declararse machistas, porque, como lo explicó Mariátegui: «no les gusta confesarse abierta y explícitamente reaccionarios... Pero, realmente, los intelectuales no son menos dóciles ni accesibles a los prejuicios y a los intereses conservadores que los hombres comunes... El intelectual, como cualquier idiota, está sujeto a la influencia de su ambiente, de su educación y de su interés... El reaccionarismo de un intelectual, en una palabra, nace de los mismos móviles y raíces que el reaccionarismo de un tendero. El lenguaje es diferente; pero el mecanismo de la actitud es idéntico».
Y el hombre común, el idiota, el tendero, ya sabemos, son machistas; por qué habríamos de pensar entonces que los intelectuales no habrían de serlo, si ya sabemos que para este tipo de asuntos, sus actitudes son similares.
La universidad entonces no está entre los aliados del feminismo, sino entre sus adversarios, no reconocerlo así, es darle ventaja al enemigo.
El propio Mariátegui, que es un intelectual revolucionario y extrauniversitario, desliza la siguiente frase sexista en el mismo texto que estamos analizando: «El pretexto de la repugnancia a la política es un pretexto femenino y pueril».
No obstante, esto no debe llevarnos a abandonar con recelo la universidad, sino que debemos llevar a su campus, lo que Gramsci llamaba la guerra de posiciones. Y como Mao pedía a sus seguidores, no permitir circular, sin réplica, a las ideas “contrarrevolucionarias”, antifeministas, en nuestro caso específico. Recordemos que los varones ignorantes, son casi siempre valientes combatientes del machismo; y que una mujer poco instruida, difícilmente contribuirá de manera efectiva a la causa feminista. Por ello, creo yo, es imperativo ganar a la mayor cantidad de varones a la causa feminista, «hay que rescatar la parte femenina de los hombres», nos sugiere Isabel Allende; y así quedaría contestada la pregunta que ayer se hacía Roger Zevallos: ¿los hombres pueden ser feministas? La universidad es pues una Bastilla a conquistar.
Concluyendo, aquí Aarón Núñez nos ha dicho que el mundo es una mierda, y yo solo quería decir que creo que la universidad no está interesada en cuestionar al mundo, sino en representarlo, y pienso que lo está haciendo bien. Y como la universidad está dirigida por varones me temo que no podremos, no debemos, publicar un libro que intente imitar al “Yo amo a mi bulba”, con un título como «Yo amo a mi pene», pues a nosotros, y a él, nos falla a menudo la cabeza. Habrá que bulbalizarlos.
BIBLIOGRAFÍA
Despentes, Virginia: Teoría King Kong, 2007. Ed. Melusina, Barcelona.
Georghiu, Virgil:
Gramsci, Antonio: Antología, 1970. Ed. Siglo XXI, México.
Mariátegui, José Carlos: Temas de Educación, 2001. Ed. Amauta, Lima.
Tse Tung, Mao: El libro rojo, 1984. Ed. Jucar, España.
5 comentarios:
Quería (porque ya no quiero), quería, repito, quería decirle que se le extraña don José Luis... Y con cierta dosis de arbitrariedad hago mío el memorial que firmarían, juntos, los comentarios anónimos que usted no permite...
Atentamente,
Roger Vilca
Y ojalá que el comentario que me precede sea aprobado... (este segundo mcomentario no importa).
Le escuché decir, o es lo que me pareció escuchar, en alguna disertación que le entusiasmaba la idea de formar un movimiento feminista en Arequipa, o algo que se le parezca, confieso que me agrada la idea, sería un integrante en definitiva, espero tener noticias de ese proyecto.
Eso del movimiento feminista sigue en pie, se llamaría algo así como XFM, que significaría por la feminización del mundo. Y el lema: Planeta o muerte, perderemos. Porque: qué duda cabe, no tenemos ninguna posibilidad de ganar, pero como dice Baumann, seguir los imposibles es lo que nos hace humanos y humanas.
Cierto, quité la posibilidad de colocar comentarios anónimos, pero no porque no quería este tipo de comentarios, sino porque empezaron a colgar cosas que no tenían nada que ver con este blog. De hecho, todos los comentarios son bien venidos, y los memoriales... también.
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