30 ene 2016

Solo Patria Roja Salvará a la Unsa*

                                          Por José Luis Ramos Salinas 

Luego de la intervención de la Sunedu en la Universidad Mayor de San Marcos y la guerra de comunicados entre las llamadas universidades rebeldes y la Super Intendencia Nacional de Educación Superior, queda claro que quienes afirmaban que la universidad ha perdido la autonomía que le concede la Constitución estaban en lo correcto. La Sunedu varias veces se ha colocado por encima de la ley, y la actitud de sus funcionarios deja entrever que lejos de dedicarse a supervisar la adecuada marcha de las universidades del país, su intención es administrarlas bajo la estrategia de decirles permanentemente lo que tienen que hacer y de no aprobar todo lo que hagan fuera de sus coercitivas recomendaciones.
Si bien la Sunedu se ha presentado y la población la ha visto como una organización que va a terminar con la corrupción en las universidades públicas, y las estafas de las universidades privadas, en realidad esta institución pretende imponer un modelo de universidad, que en la práctica responde y responderá a las políticas del gobierno de turno, que era precisamente lo que quería evitar la Constitución.
La ciudadanía ha visto el poder de la Sunedu en acción y como decíamos, este no va hacer otra cosa que crecer, en un sentido o en otro (dependiendo de quién gane las elecciones), pero siempre en detrimento de la autonomía universitaria y a mi entender, a expensas de lo que una universidad pública debe ser: el espíritu crítico de su sociedad y su época.
Bajo la bandera de la calidad, se oculta la intención de convertir al sistema universitario peruano en un mero proveedor de profesionales al mercado, muy eficientes, pero sin el más mínimo atisbo de humanismo crítico, casi un conjunto de universidades corporativas produciendo yupis cuyo único objetivo es el éxito traducido en capacidad de consumo.
Enfrentarse a esto requiere una posición política firme, una capacidad de organización y movilización real, y una vehemencia en las propias convicciones que permita asumir sacrificios presentes en nombre de un futuro incierto.
En la Unsa ha asumido el poder el grupo que era vinculado por sus opositores a Patria Roja, algo que los aludidos negaban. Pero la verdad presente es que si queremos defender la autonomía universitaria, si queremos hacerle frente a la Sunedu, necesitamos, no necesariamente, a Patria Roja, pero sí a un conjunto de docentes, estudiantes y trabajadores, organizados como ese partido político, y con los viejos ideales de la verdad, la justicia y la belleza. Salvo esto, lo demás es ilusión.

*Publicado en el diario Exitosa, Arequipa, Perú, del 30 de enero del 2016

29 ene 2016

En qué momento se jodió el Congreso*

                                            Por José Luis Ramos Salinas 


El Congreso de la República es considerado el primer poder del Estado; sin embargo, a nadie hay que convencer que los congresistas de nuestro país están muy lejos de ganarse tal título, y mucho menos el de “padres de la patria”. Pero si así se les consideró en algún momento; si, no pocas, de las intervenciones de los congresistas de antaño tenían tal valor jurídico, político y social, que merecían publicarse; cómo así hemos llegado al extremo de los “mata perros”, “come pollos” y “roba cable”, que sin duda, no son de los parlamentarios más avezados (la fujimorista María López acaba de ser condenada por un enriquecimiento ilícito de 2 millones y medio de dólares, al “come pollo” le falta mucho que aprender),  pero tal vez sí de los que más atención mediática tuvieron.

Para responder esta cuestión hay que hacer un poco de historia. En 1990 los partidos políticos todavía existían como tales, y sus listas de congresistas estaban formadas por los militantes que en base a la dedicación al partido y a su ligazón con las masas, se habían ganado ese lugar. Fueron 9 las candidaturas presidenciales, 5 de partidos políticos con una trayectoria importante, Cambio 90 como el outsider, una lanzada por una organización religiosa, y dos fuera de contexto y de foco. Pero las listas al congreso fueron 17; y los había de todo tipo: desubicados y magnates que en base a campañas multimillonarias querían ser congresistas. Sin embargo, la ciudadanía prefirió notoriamente a los partidos sólidos, Cambio 90 fue la nefasta excepción.

Fujimori, ya como presidente y como parte de su plan para convertirse en dictador, inició una campaña de desprestigio contra los congresistas, la que tuvo gran repercusión en la población que empezó a verlos como un gasto insulso, facilitando la disolución del Parlamento. También Fujimori atacó a los partidos con éxito, de manera que en las elecciones de 1992 estos fueron arrasados. En 1995 la suerte no cambió; a Cambio 90 – Nueva Mayoría, solo pudo enfrentarse UPP, que liderara Pérez de Cuéllar, sin duda una personalidad, pero no un político. En el 2000 va a ser otra agrupación nueva, Perú Posible, la que va a tener alguna presencia.

En adelante, los partidos no podrían recuperarse nunca en el sentido que tuvieron hasta 1990, sino que optaron por “fujimorizarse”. Esto es, no actuar como partidos, sino como mero soporte de un candidato que hace y deshace no en base a un proyecto político ni ideológico, sino con el mero afán de ganar votos. Los coqueteos de Alan García con MilletFigueroa y Mario Hart  es el ejemplo perfecto.

Todo esto viene acompañado con el hecho que desde el 2006 se hizo evidente que se gana o se pierde, no porque la gente comulgue o no con el proyecto político, ni siquiera con el plan de gobierno del candidato, sino que esto depende de la campaña electoral. El lugar que antes tenía el ideólogo y luego el equipo técnico, ahora lo ocupa el asesor de campaña, figura de primerísima importancia. Y la campaña necesita fondos, y entonces se empieza a considerar como elemento fundamental para que alguien ingrese a la lista de congresistas, sobre todo en la figura de invitado, el monto que pueda aportar. En otras palabras, se venden y se compran curules. La familia arequipeña Mendoza del Solar, que participó en diferentes planchas presidenciales y listas al congreso, es el ejemplo perfecto. La hija del patriarca: Lourdes, hasta llegó a ser vicepresidenta del Perú con Alan García, sin gloria y con mucha pena (cada vez que hablaba).

En ese contexto, era inevitable que el Congreso se desdibujara al extremo con los postulantes al Congreso que tenemos hoy, que van desde acusados de diversos delitos (la suerte del ex general Edwin Donayre se debate entre Piedras Gordas y el Congreso, y la número 1 de Keiko es nada menos que Cecilia Chacón) hasta futbolistas que piensan con los pies. Al medio hay de todo, sin duda también gente capaz (la que seguramente no logrará una curul) y familiares de los candidatos al estilo virreinal, así Fujimori que tiene a Keikocomo su representante, también tiene a Kenyi como postulante al Congreso; y Acuña, que cada vez se parece más al inquilino de la DINOES, puso a sus dos hijos y a su hermano en posiciones tales que es casi seguro que serán parlamentarios.

Tal vez no sea tan importante responder la pregunta: ¿Cuándo se jodió el Congreso? Sino: ¿Cómo es que permitimos y seguimos permitiendo que se joda el país?


*Publicado en el diario Noticias del 26 de enero de 2016

24 ene 2016

Política e Internet*

                                                       Por José Luis Ramos Salinas

Es habitual en el Perú, que toda elección venga precedida de varias encuestas con las que se mide cómo van las preferencias. Pero ha sido en esta campaña electoral en la que las empresas encuestadoras han cruzado los resultados no solo con el sexo, la edad, o el estrato socio económico, que era lo habitual; sino que está vez, también han indagado acerca del uso o no de redes sociales.
Así se ha podido establecer si existe alguna relación entre usar habitualmente Facebook y/o Twitter y la preferencia por un candidato u otro. Y lo que se ha hallado es realmente importante, pues resulta que hay candidatos que prácticamente  solo tienen respaldo entre quienes son usuarios de las redes sociales, y otros, en cambio, que ven el apoyo de la ciudadanía mermado fuertemente en ese sector de la población.
A los primeros, incluso, ya se les ha apodado: “candidatos de Internet”, mientras que sobre los segundos no ha habido mayor análisis, pese, a que en mi opinión, este era el asunto que merecía más atención.
Internet se ha utilizado con fines políticos desde su aparición, y por ello hay bibliografía muy temprana al respecto; pero con la llegada de las redes sociales, los paradigmas correspondientes fueron notoriamente modificados. Se empezó a hablar así de “política 2.0”. A nivel mundial, el caso de la campaña exitosa de Obama en Estados Unidos se convirtió en el referente de cómo utilizar las redes sociales para impulsar una candidatura. En el Perú, la anterior campaña presidencial representa el hito a este respecto, sobre todo, con el trabajo que hicieron los jóvenes partidarios de Pedro Pablo Kuczynski, quienes se hicieron conocidos como “ppkausas”.
En la presente campaña, es obvio que todas las agrupaciones en competencia le dan importancia al trabajo político a través de las redes sociales, pero algunas lo hacen mejor que otras, y en algunos casos se deja la tarea a los simpatizantes y partidarios, y en otras, se contrata a empresas o consultores especializados; pero no es eso lo que nos interesa analizar, sino escarbar un poco en lo superficial de este particular fenómeno. Consideramos que analizar esto, nos puede llevar a entender mejor, no solo el proceso político peruano, sino al país en su conjunto.
Decíamos que hace varios años que los candidatos hacen campaña en las redes sociales. Ya en las elecciones del 2011 se notó una actividad política intensa en Internet, destacándose los ppkausas. Pero, resulta sintomático que pese a esto, PPK no lograra pasar a la segunda vuelta, sino que lo hicieran quienes no le dieron mayor importancia a las redes sociales: nacionalismo y fujimorismo, y que, además, fueron los más duramente criticados por estos medios. En el 2011, el uso de las redes sociales, no tenía carácter determinante.
¿En el 2016 es lo mismo? Keiko es quien más anti campaña tiene en las redes, y precisamente lidera las preferencias electorales. En críticas y ataques le sigue Acuña, quien creció notablemente en la intención de voto. Entonces ¿si los usuarios de las redes no los quieren, quiénes los apoyan? Es obvio: quienes no usan esta tecnología y que en el Perú son la mayoría. Así parece que se está creando una especie de clase media virtual con unas preferencias políticas distintas de lo que se suele llamar el pueblo, pero que aquí denominaríamos “infopobres”, para seguir el argot que impone Internet.
Este fenómeno toma un carácter pernicioso en un país como el nuestro, cuya fragmentación se agrava por la lacra del racismo y que suele cegarnos hasta el ridículo, como cuando en las redes surgió un grupo de personas que se veían a sí mismos como “arequipeños de verdad”, y desde este estatus (falso además) se sentía con el derecho de menospreciar a quienes eran considerados “inmigrantes ignorantes”. Algo de esto también se vio el 2011 en los partidarios de PPK que identificaban a los simpatizantes de Ollanta como “indios brutos”.
Atribuir una preferencia electoral  a una supuesta inferioridad proveniente de una condición étnica es quitar por completo la esencia política a algo que debiera ser ante todo un asunto de tal naturaleza, y que queda convertido en racismo puro y ramplón.
Pero nuestro país siempre ha sido racista, lo novedoso es la incorporación de las tecnologías informáticas en este contexto.
Así el uso de Internet en el Perú, como en cualquier otro con profundas diferencias sociales, genera nuevas fracturas, entre quienes tienen acceso a esta tecnología y entre quienes no, al extremo de que existen “candidatos de Internet”, que están destinados a perder “porque hay mucho cholo desconectado en el Perú”.


*Publicado en el diario La Exitosa, Arequipa, Perú, en dos entregas: el 16 y el 23 de enero de 2016.

18 ene 2016

Los verdaderos, los bambas y los firmes*

                                                 Por José Luis Ramos Salinas 

Según algunas encuestadoras, cuyos sondeos se publicaron este fin de semana, los antes considerados candidatos chicos como Verónika Mendoza o Julio Guzmán aparecen con 5% de las preferencias, lo que podría parecer ínfimo a simple vista, pero si se le compara con lo que obtiene Perú Posible con Toledo: 3% (con todo lo que significa haber sido presidente), y lo que logra Alan García con Lourdes Flores: 7%; entonces resulta que tanto Mendoza como Guzmán se han colocado en una posición que provoca expectativas en sus seguidores y preocupación en los mal llamados candidatos grandes como Pedro Pablo Kuczynski o César Acuña que tienen solo un 13% de las preferencias.
De los dos nombrados, es evidente que la prensa da mucha más cobertura a Guzmán que a la candidata del conglomerado izquierdista Frente Amplio, pues mientras el primero no significaría  cambio alguno en el rumbo económico del país, a la segunda se le tiene cierto recelo, por el apoyo que recibe de algunos sectores que son vistos como radicales por quienes son incapaces de imaginar algo que no sea neoliberalismo.
Lo que intento decir es que si se produce lo inesperado (no sería la primera vez en la política peruana) y Julio Guzmán llega a crecer lo suficiente (9 puntos porcentuales le bastan) para pasar a la segunda vuelta, no significaría problema alguno ni para los organismos multilaterales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, ni para los grupos de poder locales; pues su discurso prescinde de toda crítica al modelo económico; tal vez, y muy benévolamente, solo en cuanto a su aplicación en el Perú, en donde encuentra algunas fallas, que denuncia en un estilo cien por ciento tecnócrata.
Si en este último párrafo el lector hace el ejercicio de reemplazar el nombre de Julio Guzmán por el de Pedro Pablo Kuczynski, se dará cuenta de la enorme semejanza entre ambos candidatos. Estoy completamente seguro que si a los seguidores de PPK (es tan tecnócrata que hasta su nombre es una sigla) se les lee los mensajes o entrevistas de Guzmán sin advertirles de esto, aplaudirían a rabiar creyendo que son las propuestas de su líder. Lo mismo pasaría en sentido contrario. Y esto es tan así que el propio PPK ha denunciado a JG (también debería identificarse con una sigla) de ser un imitador, y él se ha autodenominado “el verdadero”.
Aunque no soy de dar consejos, yo les diría a quienes creen en el neoliberalismo a un extremo tal que piensan que el libre mercado debe imponer su lógica no solo en las actividades económicas, sino en la sociedad en su conjunto. Y están convencidos que el modelo estadounidense debe imitarse y que el problema peruano no pasa por la injusticia, sino por la falta de oportunidades de alcanzar el éxito económico. Que voten por JG y no por PPK, después de todo son lo mismo, pero el primero no juega con sus nacionalidades según le convenga, ni tiene relaciones con enormes corporaciones con intereses económicos en el país, ni es conocido como un viejo lobista. PPK, tiene razón, él es el verdadero, y JG es el imitador, pero en este caso la copia es mejor que el original.
La pregunta ahora es si lo que le ha pasado a PPK, le pasa también a los otros candidatos. ¿Alguno más tiene un imitador? ¿La política peruana ha empezado a imitar a los programas cómicos y hay candidatos firmes y bambas?
Keiko no tiene un imitador, pero sería injusto llamarle una candidata firme, porque ya sabemos que el firme es su padre, en todo caso ella sería la imitadora, pero dado que no compite con su progenitor, sino que éste pretende gobernar a través de su hija, entonces lo que le corresponde más bien es el título de “candidata bamba”.  ¿Acuña puede ser llamado “firme”? Creemos que no tiene como alcanzar ese rango. ¿Y García? Luego de su alianza con el PPC no hay manera de imitarlo, y si gana, después  de expectorar a Lourdes Flores (ya sabemos que no soporta que le roben cámaras) querrá imponerse como “firme”, pero la verdad es que siempre será el “bamba” del García de su primer gobierno.
Entonces tenemos candidatos imitadores y bambas, pero ninguno firme, y es que quienes ocupa ese estatus son los burócratas que imponen los grupos de poder, tanto nacionales como extranjeros, en los ministerios y puestos claves. Después de todo si algo demostró Ollanta es que una cosa es llegar al gobierno y que otra es tener el poder, por algo le dicen cosito, solo que no es, como se piensa, porque se deja mandar por Nadine, sino por los poderes fácticos.

*Publicado en el diario Noticias del 18 de enero de 2016, en mi columna de opinión denominada Letra Menuda.

11 ene 2016

La farsa y los farsantes*

                                                                           Por José Luis Ramos Salinas

Que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, y la segunda como farsa, es algo que nos recordó estos días la Contraloría General de la República, cuando invitó a Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña, Alejandro Toledo, Alan García y a Keiko Fujimori a disertar acerca de cómo combatir la corrupción desde y en el Estado. El desatino ha sido tal, que nadie se ha atrevido a defender semejante iniciativa, que dejará, desde el punto de vista de la ciudadanía, en muy mal punto de partida a la Contraloría, si alguno de los nombrados finalmente se convierte en presidente. No le ha quedado más remedio a esta institución que cambiar su decisión y extender la invitación a todos los candidatos presidenciales. Claro que también hubiera podido decir, “no elegimos personas, sino puestos en las preferencias electorales, no es nuestra culpa si los peruanos prefieren a los sospechosos de corrupción que a los que tienen una historia poco cuestionable”.
En realidad el Perú tiene un viejo matrimonio con la corrupción y sus intentos para combatirla han sido más bien infructuosos la mayoría de las veces.  El brillante libro de Alfonso Quiroz: Historia de la Corrupción en el Perú, no deja dudas sobre esto. Quizá el ejemplo más reciente de una real lucha contra la corrupción sea el gobierno de Valentín Paniagua, que asumió la presidencia en una situación tan generalizada de corrupción que se necesitaba modificar leyes, desactivar instituciones estatales, etc. para que la mafia que hasta entonces tenía el poder, quedara realmente desmantelada. Recuérdese la exclusiva que Nicolás Lucar presentó a dos meses del gobierno de Paniagua, en la que entrevistando a un ex guarda espaldas de Montesinos, pretendía dañar la imagen del presidente acusándolo de corrupto. El intento de desprestigiar al gobierno no funcionó, pero quedó demostrado que la mafia seguía operando. Va a ser en abril del 2001 cuando Paniagua presenta su Programa Nacional Anticorrupción, que va a dar muy buenos resultados, pero que se va a quedar sin el suficiente apoyo, solo unos meses después, cuando Alejandro Toledo asume la presidencia.
Así, probablemente, independientemente del caso Ecoteva, Toledo no puede ser considerado un ponente de peso en la lucha contra la corrupción porque su gobierno tuvo la responsabilidad histórica de continuar lo que Paniagua inició, y a Perú Posible le tembló la mano. Luego siguió Alan García, a quien las denuncias de corrupción le sobran, solo el caso de los narcoindultos es suficiente para descalificarlo como para que dé cátedra acerca de cómo combatir la corrupción; pero lo peor que hizo en esta materia es sin duda, haber detenido por completo lo que Paniagua inició y Toledo debilitó, en aras de una alianza política con el fujimorismo.
Acuña también tiene lo suyo, compra de votos, licitaciones dirigidas y pagos a Martín Belaúnde Lossio, son solo algunos casos que no lo dejan precisamente como el adalid de la lucha contra la corrupción. Y si el lobby es una de las modalidades más generalizadas de corrupción en el país, hay que recordar que a PPK se le cuestiona precisamente por lobista y por haber favorecido desde el Estado a empresas privadas con las que tenía negocios.
El caso más patético, sin duda, es el de Keiko Fujimori, y es el que nos recordó la genial frase de Marx que aludíamos al principio: la historia se repite dos veces… Recordábamos a Fujimori (hasta ahora no sabemos si es Keiko o Alberto el que postula) en conferencia de prensa denunciando tráfico de armas a las Farc, anunciando la captura del narcotraficante apodado Vaticano, presentando los objetos decomisados a Vladimiro Montesinos con fiscal bamba, llevándose los vladivideos a Palacio para custodiarlos personalmente, o correteando al fantasma de su asesor por las calles de Chosica, etc. etc.; y todo esto como prueba irrefutable de que el sétimo presidente más corrupto del mundo era un ferviente luchador contra la corrupción.
¿Qué irá a decir ahora Keiko? ¿Que sus estudios los pagó con lo que ganó en un casino? ¿Que cuando fue primera dama fue testigo privilegiada de la lucha que su padre emprendió contra la corrupción? ¿Que si es elegida presidenta personalmente irá a buscar a sus tíos hoy fugados del país para que sean sometidos a juicio precisamente por corrupción? ¿Que la prueba definitiva de que ella no es como su padre es que sacó a Martha Chávez de la lista de postulantes al congreso?
La Contraloría organizó la farsa, ojalá la ciudadanía sea capaz de identificar a los farsantes.


*Publicado en el diario Noticias el día 10 de enero de 2016, en mi columna de opinión: Letra Menuda.

5 ene 2016

Una superintendencia llamada Sunedu*

                                                                       Por José Luis Ramos Salinas 

La nueva ley universitaria aprobada el 2014, trajo, quizás como principal novedad, la desaparición de la Asamblea Nacional de Rectores, organismo de máximo nivel en la antigua ley universitaria y que incluso podía declarar en reorganización alguna universidad y asumir el control de la misma hasta que la situación que provocara tan drástica medida hubiera sido conjurada. La ANR, como era de suponer, estaba integrada por los rectores de todas las universidades del país, públicas y privadas; en otras palabras, se trataba de un mecanismo que permitía que las universidades se gobernaran y se controlaran a sí  mismas, la autonomía universitaria en plena vigencia.
Pero como dijimos, la ANR ha sido desactivada por la nueva ley y en su lugar se ha creado una superintendencia llamada Sunedu, la misma que no depende de las universidades sino que se constituye en un organismo externo a las mismas, y que tiene la prerrogativa de supervisarlas, lo que en la práctica, significa, en gran medida, el fin de la autonomía universitaria.
Pero una cosa es supervisar que las universidades cumplan la ley y otra es irrogarse el papel de interpretadora de la misma, y querer, en base a documentos de menor jerarquía que la ley, imponer sanciones y lanzar amenazas a diestra y siniestra, convirtiendo a las universidades en dependencias de segundo orden que deben bailar al ritmo que la Sunedu va imponiendo en un ascenso de atribuciones que el gobierno va avalando mes a mes.
Y esto es tan así, que el 31 de diciembre pasado, pudo ser el fin del mundo. Pues, violando la ley, que no establecía plazo fijo alguno, la Sunedu amenazó con acciones legales, recortes de presupuesto y hasta desconocer los grados y títulos otorgados por las universidades que hasta esa fecha fatídica, no hayan elegido nuevas autoridades. Y esto resulta un buen ejemplo, porque la ley indica explícitamente que el plazo para cambiar autoridades se extiende hasta antes de que las actualmente elegidas concluyan su mandato; en el caso de la Unsa esto podía irse sin problema alguno hasta fines del 2017, y en el caso de San Marcos hasta los primeros meses del 2016. Y es precisamente el enfrentamiento de la Sunedu con el rector Cotillo lo que ha demostrado dos cosas, primero, que el poder de la Sunedu está creciendo de forma descontrolada y omnipotente, y que la gran mayoría de juristas del país están de acuerdo en que en este particular caso, quien tiene la razón es el rector de la San Marcos. Lamentablemente, quien lleva a cabo esta lucha, no cuenta con una buena imagen ni prestigio y eso le facilita las cosas a la Sunedu, para colocarse por encima de la ley.
La mayoría de universidades decidieron someterse al capricho de la Sunedu y renovaron autoridades, pero eso es lo de menos, lo que viene ahora es lo que realmente importa.
Con nuevas autoridades las universidades, incluida la Unsa, empiezan a trabajar para adecuar su organización y funcionamiento a la nueva ley, que no es draconiana, es cierto, pero cuando a la ley se le suma la Sunedu, lo que resulta es el Leviatan, quien si las universidades siguen sin capacidad de respuesta a la Sunedu, se convertirá en un monstruo maniatador de las universidades a un nivel tal que no soñaron ni las peores dictaduras que vivió nuestro país en época reciente.
Pensemos que quien dirige la Sunedu es la economista Lorena Masías, quien posee un currículo espectacular, hasta ahí ningún problema, pero entre sus pergaminos está el de ser una experta del Fondo Monetario Internacional y asesora de la alta dirección del Instituto Libertad y Democracia, sí, el de Hernando de Soto, con enorme influencia mundial en la aplicación de políticas neoliberales en los llamados países en vías de desarrollo. Y esa particular ideología, disfrazada de tecnicismo, es sin duda la que inspira cada una de las medidas que viene implementando la Sunedu.
Por ejemplo, en mayo, una delegación de la Sunedu, llegará a la Unsa para ver como va el proceso de licenciamiento de cada una de las escuelas profesionales que tiene esta universidad, y una de las cosas que evaluará es la demanda que existe sobre sus egresados por parte del mercado laboral. No me extrañaría que la Sunedu decida que ese es el primer indicador a tener en cuenta y que por tanto recomiende el cierre de las carreras que nos hacen precisamente una universidad y no un mero proveedor de profesionales al mercado.
En otras palabras, lo que está en juego, no es si se renuevan autoridades o no, si no la supervivencia misma de la universidad como generadora de conocimiento, pero también como institución que tiene entre sus fines primordiales la búsqueda de la verdad, la justicia y la belleza; y eso casi siempre es visto con espanto por el mercado.

*Publicado el día 4 de enero de 2016, en el diario Noticias de Arequipa, Perú; en mi columna de opinión denominada Letra Menuda.