12 jun 2016

Genio y dictadura hasta la sepultura*

                              Por José Luis Ramos Salinas 


El fujimorismo pareciera que se boicotea a sí mismo. El incidente en el aeropuerto arequipeño es bastante ilustrador: una cuantas consignas en contra para desatar la matonería de sus máximos dirigentes, que no tuvieron mejor idea que llamar “terroristas” a sus detractores, mientras los correteaban con el puño en alto. La defensa que hizo Keiko de los agresores, demostró que era muy poco lo que cambió el fujimorismo desde los 90, y que la hija del dictador, pese al maquillaje, se parecía mucho a Martha Chávez y Luz Salgado.

Pese a eso ganó en la primera vuelta, pero a penas dados los resultados, Cecilia Chacón, Becerril y el propio Kenji; otra vez sacaron a relucir la esencia de dinastía despótica que el partido del ex sátrapa lleva en la sangre. Sus declaraciones dejaron clara su vocación dictatorial al señalar que gobernarían sin tener en cuenta a las minorías; que obligarían al Poder Judicial a declarar inocente a Alberto Fujimori; y que el trono en el partido ya tenía un heredero.

Luego vendría lo de Joaquín Ramírez y sus posibles vínculos al narcotráfico, que lejos de provocar una reacción de “que se investigue a fondo”, como lo hubiera hecho cualquier partido; lo que se escuchó es una cerrada defensa de a quien llaman “un gran hombre”. Y lo que hizo Chlimper nos retornó a los tiempos más nefastos de la dictadura de don Alberto y Montesinos, manipulando un audio y recurriendo a un pseudo programa periodístico.

Cuando aún no concluía el conteo de la ONPE, Spadaro, que se ha convertido en algo así como “la quinta espada del fujimorismo”, señaló muy suelto de huesos que el Parlamento le pertenecía a su partido. Y antes, varios fujimoristas habían insinuado que podían gobernar dictatorialmente desde el Congreso, aún si no ganaban la presidencia.

Concluido el conteo de la ONPE, el fujimorismo se niega a aceptar su derrota, y dice que va a esperar la decisión final del JNE, a pesar que sabe que ya PPK es presidente. ¿Por qué lo hace entonces? Para conservar su vena dictatorial, para colocarse por encima de las instituciones democráticas; y para advertirle a todos los que no votaron por él, que de ellos depende sumir al país en la ingobernabilidad. Por ello también ahora se fingen ofendidos por los calificativos que recibieron en la campaña. Sí, los mismos que destruían honras con los periódicos chicha, ahora se rasgan las vestiduras y amenazan con no perdonarnos y desatar una tormenta diluviana para hacer naufragar nuestra precaria democracia.

En ese escenario, quienes votamos en contra del fujimorismo cometeríamos suicidio si creyéramos que lo hemos vencido. En realidad la lucha recién empieza. Estamos avisados.


*Publicado en el diario Exitosa del 11 de junio de 2016


 

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