16 oct 2020

El PPC no es la enfermedad, es solo un síntoma

Por José Luis Ramos Salinas 

 

Tras conocerse la alianza electoral entre el PPC y el pseudo partido de César Acuña, se han desatado una serie de críticas desde diferentes sectores, incluidas las propias organizaciones involucradas. Hasta se ha sabido que un nieto del “patriarca” Luis Bedoya Reyes se ha alejado del partido temporalmente, para evitar, suponemos, el enronchamiento de un posible contacto con la “chusma emergente”, que suele reclutar Alianza para el Progreso en cada proceso electoral. Recordemos que el PPC siempre ha sido una organización elitista, en la que sus líderes no tienen la menor idea de cuánto cuesta el pan.

 

Pero lo que llama la atención aún más, es lo que ha declarado Beingolea, el nuevo mandamás del PPC tras la defunción política de Lourdes Flores tras su noviazgo con bailongo y todo con Alan García, y sus vínculos con Odebrecht. Dice Beingolea que su posición es crítica respecto a lo que hace la bancada de su ahora aliado, y que en todo caso, lo que haya hecho Acuña en el pasado no es relevante para objetar que el PPC haya decidido ser su furgón de cola. Algo así, como si la firma de la alianza implicara un borrón y cuenta nueva; y que en todo caso, lo que haga el “líder” Acuña -así lo llama Chehade- a partir de ahora, podría ser relevante para una crítica al partido que solía hacer propaganda con su “candidato natural” montado en un caballo blanco cual hacendado celestial y con apodo de barrio: “Tucán”.

 

La verdad es que hay que tener poco estómago y poca vergüenza para hacer alianza con alguien para quien la política es una forma de consolidar sus negocios; y que carece de toda virtud personal en la misma medida en que es centro de sospechas de vínculos con grupos de muy baja estofa.

 

Para qué, entonces, hacer una alianza con alguien así. La respuesta la ha dado el nieto aludido: salvar la inscripción… a cambio de perder lo poco que le quedaba de partido político con una ideología clara y una posición previsible para cada cuestión trascendente en el país. Porque el partido que representó siempre a la derecha peruana, más específicamente a los grupos empresariales no solo de dinero, sino también de apellido -no por nada Alan García, quien se apropió de su plan de gobierno, le apodó a Lourdes Flores la candidata de los ricos- ahora resulta que es de centro, al menos si le creemos a Beingolea.

 

Si el PPC es ahora de centro, significa que el PPC ahora es una más de esas agrupaciones políticas que bailan al compás de las coyunturas electorales. Es decir, ha decidido dejar la política y apostar por el marketing. Es en ese sentido, y no por una coincidencia ideológica, que se entiende esta alianza con Acuña, que si lo juzgamos por la gente que ha reclutado en cada proceso electoral, tendríamos que decir que no es de izquierda, ni de centro, ni de derecha; sino un oportunista al más puro estilo fujimorista.

 

Pero la tragedia es que el PPC no es una excepción, sino la regla. No estamos, pues, ante la enfermedad, sino ante un síntoma más del moribundo sistema político peruano, convertido en casa de avivatos, oportunistas, figuretis, gritones descocados, negociantes inescrupulosos, cuando no de ladrones que luego se encargan de adoctrinar, con bombos y platillos, a los nuevos cuadros del partido.

 

La mejor manera de oponernos a esto, es decidirnos a hacer política de verdad, o por lo menos apoyar a quienes intenten hacerlo. Si no encontramos a 50, habrá por lo menos 40, pero si no, 30, o 20, o al menos 10… y si no, entonces que caiga el azufre o nos conviertan en sal, según corresponda.

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