Por José Luis Ramos Salinas
Por fin los medios se decidieron a incluir en la publicación de sus encuestas sobre las preferencias para las elecciones presidenciales de abril a candidatos como Verónika Mendoza, Julio Guzmán y Urresti, que hasta hace poco simplemente los agrupaban bajo la denominación “otros”; dando la falsa impresión que las y los ciudadanos de este país tendríamos que decidirnos entre Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña, Alan García y Alejandro Toledo, a los que, con clara intención de favorecerlos, se les llama candidatos grandes. Esta estrategia de los grandes monopolios mediáticos es imitada por el CADE, por obvias razones, y hasta por algunas universidades y otras instituciones que pecan de ingenuidad.
Pero ¿qué tan grandes son los grandes? Resulta que Keiko Fujimori tiene 30% y eso efectivamente la coloca prácticamente como candidata fija para la segunda vuelta (lo que habla muy mal de nuestra formación ciudadana, por cierto); pero allí se acabaron los candidatos con un caudal importante de votos.
Veamos, el segundo es Pedro Pablo Kuczynski, que a penas pasa el 10% y eso en ninguna parte del mundo puede ser considerado como un respaldo significativo; Acuña tiene menos todavía: 8%, pero en lugar de hacer referencia a tan poco arrastre electoral, se le llama el tercero, como si se hubiera posicionado en ese puesto con un porcentaje de votos respetable. Más escandaloso es el caso de la dupla Alan García, Lourdes Flores, que tienen 5% y que esto sea entendido como que esta alianza esté entre las que tienen posibilidades de ganar la presidencia. Ya no hablemos de Alejandro Toledo con 3% y sus allegados peleándose para ser parte de la plancha, tal vez se creyeron que estaban entre los candidatos grandes.
A un punto de los “grandes”, es decir con 2%, aparecen empatados Verónika Mendoza, Guzmán y Urresti, y luego Renzo Reggiardo, Ricardo Belmont, Ántero Flores y Miguel Hilario. Este último aparece con 0,2% y se le ignora por completo por eso, cuando visto de otra forma, está a menos de 3 puntos de Toledo, y a eso en otras circunstancias y con otros intereses, se le llama “empate técnico”. Qué decir entonces de la candidata del Frente Amplio que está a un punto de Toledo, 3 de García y 6 del cantinflesco Acuña. ¿Se le puede considerar fuera de carrera? Y esto que decimos de Verónika Mendoza es válido también para Julio Guzmán y Urresti, y aún para los que van más rezagados.
Lo que quiero decir es que las corporaciones mediáticas nos están robando la democracia, pues ésta es a final de cuentas la posibilidad de elegir entre todas y todos los candidatos y no entre quienes estas grandes empresas han decidido llamar “candidatos grandes”, o con oportunidad de salir elegidos, y que inocentemente y con ánimo borreguil, el resto repetimos en medios más pequeños o hasta entre nuestras cuentas de redes sociales.
Keiko Fujimori se ha ganado con sus votantes un protagonismo en estas elecciones, lo que para mí es lamentable, pero el resto a santo de qué se les ha convertido en protagonistas. ¿A PPK por ser gringo en un país xenófilo? ¿A Acuña por no saber leer, pero sí saber contar los millones que invierte en su campaña que incluye “artistas”, entrevistas y primeras planas? ¿A García por liberar narcotraficantes con el “consejo de Dios”? ¿A Toledo por misericordia?
Y con qué argumento se ha decidido ignorar casi por completo a Mendoza, Guzmán y el resto. Por los votos no puede ser, como creo he podido demostrar.
Sobre los “grandes” hay gravísimas denuncias de corrupción, de oportunismo y de incapacidad. ¿Por qué entonces negarnos el derecho de elegir entre “los chicos”? ¿Solo porque intereses corporativos decidieron sacarlos de carrera? ¿Solo porque no tienen el financiamiento de las grandes empresas que luego contratarán con el Estado?
Considerar a los candidatos “chicos” no solo es darnos la posibilidad de elegir a alguien que no sea el cáncer o el sida, sino, y eso es lo más importante, constituye el rescate de nuestra democracia secuestrada por los poderes fácticos.
*Publicado en el diario Noticias del 21 de diciembre de 2015, en mi columna de opinión denominada Letra Menuda
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