Mauricio Mulder, que en la época del fujimorismo se caracterizó por la lucidez con la que ponía al descubierto las tropelías de la dictadura, hace ya varios años que ha hecho del cinismo su principal arma política para defender lo indefendible en el pasado gobierno de Alan García o para atacar a sus adversarios. Esto, en mi opinión, tiene un efecto boomerang que el partidario aprista parece no advertir, pues cuando lo que se pone en la mira es efectivamente digno de condena o de sospecha, se cubre de un manto de inocencia y hasta puede convocar solidaridad, cuando usamos el cinismo para, supuestamente, dejar en evidencia casos de corrupción.
Así, Mulder señala que el asunto de las granadas y la investigación que se ha abierto al respecto y que podría dar en una mafia organizada de robo o compra ilegal de armamento a las Fuerzas Armadas, es una mera cortina de humo. Esto resulta excesivo y contraproducente y más si no se afirma que se está usando el caso para distraer a la población de los casos de corrupción de los que se acusa a Nadine Heredia, sino que se llega a decir que se trata de un invento, de un montaje al más puro estilo de Montesinos y su jefe Fujimori. Y cuando, precisamente, de la bancada de Keiko, a través de la voz de Pedro Spadaro, se acusa al gobierno de haber capturado a Gerald Oropeza en un momento sospechosamente oportuno el cinismo amenaza con regresarnos a la década del 90 cuando las personas se autotorturaban, Alberto Kouri recogía dinero del SIN para comprar un camión y repartir pescado, y uno más uno más uno más uno era igual a dos en la interpretación auténtica de Torres y Torres Lara.
Si lo que se quiere es luchar contra la corrupción en el gobierno, pues debemos hacerlo sin recurrir al cinismo y en su justa proporción. Comparar al actual régimen con el de Fujimori, no le hace bien al país, sino todo lo contrario, pues terminamos apoyando la campaña de los corruptos que señala que nadie está libre de culpa y que por tanto ese no debe ser un criterio a tener en cuenta al momento de elegir a nuestros gobernantes. Frases como “roba, pero hace obra”, o la reciente encuesta en que no pocos ciudadanos declaran su intención de votar por Keiko Fujimori o Alan García, a pesar de que ellos mismos consideran que las acusaciones de corrupción en su contra son, no sólo verosímiles, sino veraces; demuestran el peligro en el que ponemos a nuestra frágil democracia cuando caemos en la falacia de que corrupción es corrupción, porque toda corrupción debe castigarse, pero una cosa es una coima y otra una mafia organizada para delinquir, una cosa es un ministro ladrón y otra una cleptocracia.
Y a todo esto hay que añadir que si usamos el cinismo para atacar, hacemos que sea legítimo que se use el cinismo para defenderse, las declaraciones de Nadine Heredia sobre sus agendas es un buen ejemplo de lo que acabamos de decir.
Y es que el cinismo amenaza con convertirse en parte de la cultura nacional si criticamos la pachotada fujimorista de “chapa tu choro y déjalo paralítico” y hacemos de la campaña electoral, ya en plena marcha, una competencia de quien da peores castigos a los delincuentes, así se propone duplicar penas, que el ejército patrulle las calles y hasta que se aplique la pena de muerte para delitos comunes. Y como cereza del pastel hacemos carga montón contra Milagros Leiva, mientras Nicolás Lúcar se vuelve un referente del periodismo nacional.
*Publicado en el diario Noticias, el 14 de setiembre, en mi columna de opinión: Letra Menuda.
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