Por José Luis Ramos Salinas
El día de ayer empezó a circular en distintos medios de comunicación una encuesta que recoge las opiniones de la ciudadanía acerca de la pareja presidencial. Los titulares advierten que tanto Humala como Heredia llegan a mínimos históricos de simpatía, pero la verdad es que hace meses a penas si pasan el 10% de aprobación; no se trata tampoco de un fenómeno político suigéneris en nuestro país, sino recordemos como Toledo tuvo que gobernar con una aplastante desaprobación que lo persiguió casi durante todo su periodo, y eso que la economía crecía en esos años y que de Ecoteva ni se hablaba.
También suele ocurrir lo opuesto, como el relativo buen índice de aprobación con el que García concluyó su segundo mandato, solo para que después su partido no pueda presentar una candidatura a la presidencia y su posterior descalabro en la votación obtenida para el Congreso.
Pero regresemos a la desaprobación de Ollanta y Nadine que tiene una novedad interesante, por primera vez, el presidente está mejor considerado que su esposa, levemente, pero mejor. ¿Qué ha ocurrido para que la imagen de quien solo hace poco más de un año se voceaba incluso como posible candidata de peso a la presidencia, haya descendido al 11% de aprobación? Obviamente, los escándalos que la hacen sospechosa de corrupción. Sus carteras y tarjetas de crédito, el caso Martín Belaúnde Lossio y sobre todo sus famosas agendas que casi no dejan dudas de que para la campaña del nacionalismo se usaron fondos ilegales.
Esto debiera ser una excelente noticia para la democracia peruana, la ciudadanía no perdona a sus políticos comprometidos en presuntos casos de corrupción. Pero lo increíble, es que parece que los peruanos terminaremos disparando la pistola anticorrupción a nuestros propios pies. Pues basta leer la página Web de la ONPE para saber que el financiamiento ilegal de campañas electorales no es la excepción sino la regla, y allí están comprometidos varios de los partidos cuyos miembros ahora se rasgan las vestiduras por las agendas. Por lo que resulta curioso que la investigación fiscal, sin duda justa y necesaria, solo se dirija a un partido y no a todos de los que existe evidencia razonable de que obtuvieron financiamiento ilegal. Y ya resulta tragicómico que los congresistas acusadores quieran aprobar una ley que facilite el financiamiento ilegal de sus agrupaciones políticas.
Pero por si esto fuera poco, en la misma encuesta que comentamos se da cuenta de que Keiko Fujimori va de lejos primera en las intenciones de votos. Y entonces no se puede entender cómo quienes castigan la sospecha de corrupción por un lado, quieren premiarla por otro. Y más surrealista todavía que quienes quieren dejar paralíticos a los choros, quieren tener de presidenta a quien fue parte –como primera dama- de la dictadura más corrupta de la historia peruana, y que no exhibe el menor gesto de arrepentimiento, sino que ella y su partido declaran sus intenciones de repetir lo que hicieron en la década del 90. Y el mismo sondeo de opinión, establece que para casi todos los ciudadanos, la honestidad de los políticos es un requisito indispensable para darles su voto y enseguida que no creen que haya políticos honestos. ¡Cómo se puede entender esto! Tal parece que los encuestados no comprendieron las preguntas o que la política peruana sigue siendo incomprensible desde la racionalidad.
*Publicado en el diario Noticias del 28 de septiembre de 2015, en mi columna de opinión denominada Letra Menuda.
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