6 feb 2018

Cumbres Borrascosas*

                                   Por José Luis Ramos Salinas

Faltan más de dos meses para que se lleve a cabo la VIII edición de la Cumbre de las Américas en Lima, y el tema se ha convertido en portada de diarios, informes televisivos y pregunta obligada a políticos, líderes de opinión y analistas. La razón: Nicolás Maduro ha anunciado que es bastante posible que esté presente en la cita internacional, donde 12 países de la región estarán representados por sus presidentes o funcionarios de alto nivel.
Los adjetivos contra el presidente venezolano no han escaseado: caradura, ha sido quizá el que más consenso ha obtenido; pero se ha llegado hasta pedir que se le impida el ingreso al país. De hecho, el ex alcalde de Caracas que se refugió en Lima como firme opositor al chavismo, ha señalado que la presencia de Maduro ofendería a los cien mil venezolanos que han llegado al Perú escapando de la terrible crisis económica que padece el país llanero.
De lo que se le acusa a Maduro es de ser un dictador, y de dirigir un régimen corrupto. La adelantada convocatoria a las elecciones presidenciales con el veto de la alianza opositora; y la muerte de un grupo de alzados en armas contra el gobierno venezolano en una operación policial que habría incluido ejecuciones extrajudiciales, han exacerbado aún más los ánimos de quienes ven en el sucesor de Chávez al mismísimo demonio; aunque para Goyo Santos se trate más bien de alguien que se enfrenta al imperialismo con derroche de lindura.
PPK, asumió desde que accedió a la presidencia una posición beligerante contra Maduro, y en el denominado Grupo de Lima un indiscutible liderazgo regional en ese sentido. Pero la situación ha cambiado drásticamente en los últimos meses. Luego de las constantes revelaciones de los nexos de PPK con Odebrecht que en un principio negó una y otra vez, hacen risibles sus acusaciones de corrupción contra Maduro. Que pida que los crímenes de la dictadura venezolana no queden impunes, resulta patético luego de que indultara a un dictador asesino y ladrón, a cambio de apoyo político de una decena de congresistas que consideran a Fujimori el mejor presidente que hayamos tenido. Que PPK hable de violación de derechos humanos resulta cínico luego de la grosera intervención del gobierno para que los crímenes de Pativilca queden sin castigo. No ayuda tampoco que el fujimorismo condecore a Antonio Ledezma por luchar por la democracia, cuando ellos mismos fueron cómplices de fraudes electorales, persecuciones a opositores, compra de la línea editorial de medios de comunicación, adulones de Montesinos, etc., etc.
En otras palabras, lo mejor sería que Nicolás Maduro no venga a Lima el próximo abril; pero no porque la Cumbre de las Américas sea un ejemplo de democracia. (Donald Trump, tampoco debería venir, luego del pestilente gobierno que dirige, y que combina una política de discriminacióncon injerencia militar imperialista y extraños acuerdos con grupos terroristas como el Estado Islámico). Sino porque los asientos de la corrupción, el amor por el autoritarismo y la apología de la impunidad ya han sido copados por PPK y el congreso fujimorista, en sus dos versiones, la que lo quiere vacar, y la que lo usa.

*Publicado en el semanario 360º. Edición 22, de febrero de 2018; en la columna del autor, titulada Letra Menuda.