29 dic 2015
La Unsa para Dummies
22 dic 2015
Los candidatos grandes son chicos*
15 dic 2015
LA DEMOCRACIA COMO UN PARTIDO DE FÚTBOL*
7 dic 2015
Elecciones en la Unsa*
30 nov 2015
El futuro incierto de las universidades
23 nov 2015
De por qué rezar por la paz es apoyar al terrorismo*
16 nov 2015
Elecciones sin candidatos en la Unsa*
8 nov 2015
La Unsa en su hora más decisiva*
Por José Luis Ramos Salinas
El día viernes, la Asamblea Estatutaria de la Universidad Nacional de San Agustín se volvió a reunir luego de que por una orden judicial estuvieran suspendidas sus actividades desde mediados del mes de julio pasado. En ese momento,ya prácticamente se tenía concluido el Estatuto, y lo que faltaba era establecer el cronograma de elecciones para las nuevas autoridades. Así que al retomar el trabajo, la Asamblea decidió hacer todo lo que faltaba en una solasesión maratónica que concluyó casi a media noche. Sin embargo, en mi opinión, tanta celeridad no contribuye a la adecuada marcha de nuestra universidad sino que compromete gravemente su futuro.
El objetivo del nuevo Estatuto es adecuar el funcionamiento de la Unsa a la nueva ley universitaria aprobada por el Congreso el año pasado. Tal paso no es poca cosa, pues independientemente de las objeciones que tenemos respecto a la misma –como la pérdida en la práctica de la autonomía universitaria- da a las universidades públicas en general y a la nuestra en particular la oportunidad de operar cambios trascendentales que redunden en una mejora integral de la calidad académica, tanto en la formación de profesionales como en las tareas de investigación científica y producción de nuevos conocimientos. A este respecto, la comunidad académica no puede pronunciarse, pues no se ha publicado dicho documento y lo único que tenemos es un borrador que circuló vía electrónica hace unos meses. Y en estas condiciones, en las que ni siquiera tenemos acceso al Estatuto se convoca a elecciones para elegir a las nuevas autoridades de la Unsa. Algo realmente grave, si se tiene en cuenta que entre las cosas que norma el Estatuto están, precisamente, los procesos eleccionarios.
Así resulta que por declaraciones periodísticas, porque no se ha publicado ningún comunicado oficial, los más de 25 mil estudiantes y casi 2 mil docentes debemos darnos por enterados que las elecciones para elegir rector, vicerrectores y decanos ya están en marcha. Y que hoy se conforma el comité electoral sin que nadie sepa, salvo los asambleístas, que dice el Estatuto a este respecto. Pero sí sabemos lo que dice la ley: “Cada universidad pública tiene un Comité Electoral Universitario que es elegido por la Asamblea Universitaria cada vez que ocurre un proceso electoral, con una anticipación no menor de seis (6) meses previos a dicho proceso...” Y por ello nos llama poderosamente la atención que la fecha de la votación para elegir al rector y vicerrectores se haya fijado para el 27 de noviembre, pues esto significa que en lugar de los seis meses que la ley considera un tiempo prudencial para organizar una elección tan importante se le dé al comité electoral tan solo tres semanas para tan complicada tarea.
Pero si esto ya nos parece contraproducente, nos parece mucho más grave el cronograma establecido para todo el proceso: el 18 de noviembre se inscriben los candidatos y el 25 se publica quiénes están aptos para competir y dos días después es la votación, lo que quiere decir que los candidatos tendrán para hacer su campaña tan solo un día. Y eso en la práctica no es una elección democrática, sino un sorteo.
Y por qué califico tan críticamente lo que han hecho los asambleístas, pues porque esta vez no se trata de que voten varias docenas de personas, como era en la ley anterior, sino que deben participar alrededor de 30 mil votantes. Y en un día de campaña es obvio que no habrá debates entre los candidatos y ni siquiera una adecuada exposición de sus propuestas, y si a eso le añadimos que lo más probable es que los 25 mil alumnos que votarán no conocerán a los candidatos ni de nombre y mucho menos de trayectoria académica y profesional, me tengo que preguntar cuál será el criterio de los estudiantes para elegir entre uno u otro. Y hasta en los docentes debe de existir desconocimiento, pues los hay quienes solo hace unos años ingresaron a la docencia y quienes tienen poco conocimiento respecto a la trayectoria de quienes no tienen profesiones afines.
Si el argumento es que el gobierno está presionando para la elección de nuevas autoridades, habría que aclarar que el límite es el 31 de diciembre, y bien haría el comité electoral que se elija en aprovechar cada día que sea posible para que éstas sean unas elecciones en las que compitan propuestas y calidades personales, y no una en la que será la suerte la que decida los destinos de nuestra universidad.
*Publicado en mi columna de opinión denominada Letra Menuda, en el diario Noticias del 10 de noviembre del 2015, Arequipa, Perú.
2 nov 2015
The L Word
“The L Word” es el nombre de una serie de televisión en la que se narra las vicisitudes de un grupo de mujeres, todas ellas lesbianas, y por ello con experiencias vitales similares. Al estar ambientada en California, la discriminación que sufren es mucho menor que a la que estarían expuestas por estos lares.
La reseña viene a cuenta porque el sábado pasado se desarrolló en Paraguay una marcha en la que la Iglesia Católica compartió tribuna con las evangélicas para protestar contra los proyectos de ley que se han presentado en el Congreso de ese país para permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto y la eutanasia. Sus argumentos, como es obvio, tienen un fuerte carácter religioso; pero no se limitaron a criticar las iniciativas legislativas mencionadas sino que enfilaron sus ataques contra lo que llaman la “ideología de género”, y que no es otra cosa que el desarrollo teórico del movimiento feminista; y reclamaron por una educación que se base en el derecho a la patria potestad, o dicho de otro modo, que el Estado se inhiba de incluir ciertos contenidos en la educación escolar, porque estos deben ser tratados única y exclusivamente al interior de la familia.
¿Suena conocido? Recuerda al mal llamado “Manifiesto de Arequipa”, impulsado por el arzobispo de esta ciudad, y que además de oponerse al aborto, y a la unión civil, hace referencia explícita a la educación sexual, la cual, a su entender, debe ser eliminada de los colegios del Estado y pasar a ser una cuestión que solo debe ser asumida por los padres. Entonces, suena conocido y suena medieval.
El fracasado proyecto de ley de la unión civil y el archivamiento del proyecto de despenalización del aborto en caso de violación, han dejado en evidencia que lo que está en juego en nuestro país, no es la unión civil o el aborto; sino la naturaleza de nuestro Estado: laico o religioso. Y esto por la forma en la que se ha dado el debate, no solo en la sociedad civil, donde tuvieron activa participación las organizaciones ligadas a la Iglesia Católica, sino incluso al interior del Congreso, donde algunos parlamentarios, como Juan Carlos Eguren, parecían no representar a sus electores, sino a ciertas creencias religiosas, y en ciertos momentos críticos daban la impresión de ser meros operadores de la jerarquía eclesiástica. Si a esto le sumamos que el pastor Humberto Lay, argumenta sus proyectos de ley con citas bíblicas, comprenderemos el peligro de que nuestro Estado pierda todo atisbo de condición laica, característica imprescindible de cualquier sociedad moderna y columna fundamental para cualquier democracia.
Y Lay llegó al Congreso de la mano de Pedro Pablo Kuczynski, y hace unos días anunció que formará plancha presidencial con César Acuña; y a Eguren se le voceó como candidato presidencial. Por ello consideramos que nuestra condición de Estado laico, establecida en la Constitución, debe ser un tema que debe incluirse en los debates y propuestas electorales.
Las denuncias contra Luis Fernando Figari que el libro de Pedro Salinas ha logrado que sean conocidas por el país, no son lo que más debe preocuparnos; sino las reacciones del sodalicio y de la cúpula del poder católico, quienes quieren tomar a la ciudadanía por estúpida, y con argumentos que no resisten el menor análisis quieren hacernos creer que colaborarán para que se enjuicie y condene a los culpables, cuando en realidad encubrieron los delitos durante por lo menos cuatro años, pues fue en el 2011 cuando ellos recibieron, de parte de los agraviados, las denuncias respectivas. Ahora dicen que no eran competentes y que enviaron el caso al Vaticano y éste reacciona solo después del escándalo enviando a un investigador que ya declaró que no va a investigar. Casi parece el Ministerio de la Verdad investigando al Ministerio del Amor de la novela 1984.
El libro de Salinas, además, ha motivado a que otros denuncien lo que ya es evidente que no fue un exceso de Figari y otros miembros, sino el modus operandi de una organización que regenta colegios y universidades; y ya se han escuchado voces de padres preocupados por sus hijos, para que colegios como el Prescott, que se presumía laico, deje de ser zona libre del sodalicio.
Y lo peor es que estas abominables prácticas y su encubrimiento se hacen con financiamiento del Estado, es decir con el dinero de todos los peruanos. Ya se ha fijado en más de 2 millones de soles la contribución del Estado a la Iglesia Católica para el 2016. Y a pesar de eso, el Ministerio Público no se atrevió a proceder de oficio cuando debió hacerlo. Y a la Fiscalía de Prevención del Delito le falta iniciativa y coraje.
Esperamos entonces que algún candidato o candidata presidencial, tenga el valor de poner como eje central de su plan de gobierno, el cumplimiento irrestricto de nuestra Constitución en cuando al carácter laico de nuestro Estado. The L Word, debe ser ahora de laico.
*Publicado en el diario Noticias de Arequipa, Perú, del 2 de noviembre de 2015, en mi columna de opinión denominada Letra Menuda.
26 oct 2015
Trompita, trompón y los trompeteros*
19 oct 2015
Los Enemigos de la Democracia*
12 oct 2015
¿Mendoza sí, izquierda no?
Por José Luis Ramos Salinas
El Frente Amplio dio a conocer el sábado pasado el resultado de las elecciones primarias que se llevaron a cabo hace una semana para que sus simpatizantes de manera universal, secreta y libre eligieran a su candidato o candidata presidencial. La ganadora ha resultado ser Verónika Mendoza, quien actualmente ocupa una curul en el Parlamento, y quien estuviera entre los primeros congresistas que dejaron la bancada del nacionalismo en el 2012 (junto con Javier Diez Canseco), luego del viraje de Humala a la derecha.
Pero no nos interesa en este artículo analizar la trayectoria de Mendoza, sino lo que ha significado estas elecciones primarias para la política peruana.
Si alguien saliera a decir que hay gran nerviosismo en el APRA por saber quién será su candidato a la presidencia, sería el hazmerreír general y el propio Alan lo expulsaría del partido. Si alguien dijera lo mismo del fujimorismo y de Keiko, no solo sería la burla nacional sino que el propio Alberto Fujimori convocaría a la dirigencia del partido a la sala de reuniones que tiene en su celda para hacerles saber que él ya decidió dejar el trono a su descendencia. Si pasara algo similar con PPK, no solo sería la broma del mes, sino que habría que cambiar el nombre del partido, el de los militantes que ya no podrían ser pepekausas, o curar por lo sano y buscar algún candidato que se llame Paúl Palacios Kraus. Si fuera el caso de Toledo, habría que cambiar la T del símbolo de Perú Posible; y lo mismo sucedería con Acuña.
Por ello, estas elecciones primarias, independientemente del proyecto político y la ideología del Frente Amplio, de los que podemos discrepar o no, son una lección de ciudadanía y democracia que merece ponderarse, y que debiera ser ejemplo para los otros partidos, algo que, por lo acabado de explicar, les sería imposible de imitar. Más si quien ganó en el Frente Amplio no fue Marco Arana, quien era el favorito y a quien la prensa desde hace más de un año le llama candidato presidencial. Por eso, habla muy bien de él, que de inmediato haya reconocido los resultados, le haya otorgado su respaldo a Mendoza y que partiera de él la solicitud de anular unas mesas en las que iba ganando pero en las que hubo irregularidades.
¿Pero esto significa que los simpatizantes del Frente Amplio hayan preferido una candidata más moderada? De modo alguno. La candidatura de Verónika Mendoza fue apoyada por algunos de los grupos más izquierdistas del Frente Amplio; y Arana recibió el respaldo de algunos sectores moderados. Se eligió entonces una personalidad, una posibilidad de generar empatía con el electorado, alguien que no tuviera que empezar su campaña con todo lo que los medios han dicho en su contra durante años. Mendoza es mejor candidata, pero en mi opinión, no significa un cambio de postura política del Frente Amplio; y eso es saludable para la democracia peruana: la solidez ideológica y no el peligro de transformaciones camaleónicas. Parte de la derecha se ha percatado de esto y por eso se ha dedicado a demostrar el izquierdismo de la ya candidata.
Además, todo esto le da la posibilidad a Marco Arana de ubicarse más a la izquierda dentro del Frente Amplio, de lo que le ha permitido la presión mediática; convertirse en el ancla ideológica que nos asegure que no se permitirá Ollantas ni Nadines en el Frente. Y es que el Perú necesita una agrupación de izquierda radical que permita que este sector entre al juego de la democracia en lugar de verse obligado al griterío y la trifulca en la puerta del estadio.
Tal vez Arana no lo sepa, pero haber perdido las elecciones internas puede que sea su gran oportunidad. Para aprovecharla, debe empezar por pedirles a los periodistas y a sus simpatizantes que dejen de llamarle “padre”, a no ser que su meta sea el arzobispado y no la presidencia.
* Publicado en mi columna Letra Menuda del diario Noticias del 12 de octubre, Arequipa, Perú.
4 oct 2015
De cómo la viveza se convirtió en el antónimo de suicidio*
1 oct 2015
El Dador de Realidad*
El común de las personas cuando ve una película de terror se asusta, si es romántica suspira y sufre o se alegra con las vicisitudes de los protagonistas, si es un drama no sería extraño que los espectadores derramen lágrimas y sufran con el sufrimiento de los personajes. La cinta podría tener el formato más realista posible o podría ser una animación por computadora y en cualquiera de los casos, el efecto sería el que acabamos de explicar.
El ser humano vive la ficción como si fuera real, para ello, es cierto, pone de su parte. No es que el cine lo engañe, sino que existe una voluntad y una predisposición a asumir lo que se ve en la pantalla como una realidad, realidad ficcional sin duda, pero realidad. Si en esas mentiras se esconden verdades profundas es algo que no vamos a discutir aquí, pero en todo caso ese asunto ya está bien aclarado por Vargas Llosa en su: “La verdad de las mentiras”.
Ahora, imaginemos no una película o una telenovela, o una serie televisiva; sino un noticiero. Si en la ficción hay un compromiso de parte del espectador para sentir como real aquello que sabe de ante mano que no lo es, cuán más intensa será esta actitud si aquello ante lo que está viene con un sello que dice “realidad”.
La realidad “se ve”, también se escucha o se le huele, pero ante todo se le ve. La vista ha ido quitando terreno a nuestros otros sentidos desde el Renacimiento y en la actualidad es casi una reina acompañada de vasallos. Piénsese solo en como el diagnóstico médico ha ido prescindiendo del olfato, del oído y del tacto, para entregarse por completo a la vista. Cada vez son menos los médicos que usan el estetoscopio y prefieren ver un electrocardiograma o una ecografía, y si todavía queda algún galeno que huela a su paciente debe tratarse de un caso extremadamente excepcional. En el “Ensayo sobre la ceguera”, de Saramago, se narra sin concesiones como hemos creado el mundo a partir de la vista.
La televisión y la fotografía resultan entonces pruebas irrefutables de realidad, aunque cualquier camarógrafo o fotógrafo aficionado sabe que eso no es así. Filmar esto y no aquello, fotografiar en tal ángulo o en tal otro, son en esencia modificaciones de la realidad, por no decir una manipulación de la misma.
Pero por lo que explicábamos en el primer párrafo y por el consentimiento de facto de que los noticieros muestran los hechos tal y como ocurrieron, el ser humano promedio, vive el noticiero cual si estuviera viviendo la realidad. Solía repetirse el dicho “pon los pies en la tierra”, cuando quería pedirse a alguien que dejara de soñar y viviera la realidad, aunque ésta no fuera precisamente halagüeña. Ahora, para igual exhortación habría que decir: “pon los pies en el noticiero”, o “mira noticieros y deja de soñar”.
Hasta aquí nos hemos referido casi exclusivamente al formato televisivo, pero todo lo dicho vale también para la radio o la prensa escrita. Además téngase en cuenta que hoy las radios muestran videos, lo mismo que los periódicos. Para comprobarlo basta entrar a sus páginas Web o a sus cuentas en las denominadas redes sociales. Pero aunque no lo hicieran, lo importante es que aquello que difunden tiene también el sello de “realidad”, un sello que además muy pocos cuestionan. Entonces también se podría decir. “prende la radio y deja de soñar”; o “lee el periódico y pon los pies en la tierra”.
Es cierto que a veces se descubre que aquello que fue presentado como verdad por algún medio de comunicación no lo era, o por lo menos no lo era tanto; pero en esos casos se considera que ha habido una intención dolosa, una voluntad de engañar; porque lo que los medios hacen normalmente, la que es su función por antonomasia, es hacernos vivir la realidad.
Llegamos entonces a la ya vieja pregunta: ¿los medios reflejan la realidad o la crean? Si, junto con Thomas Kuhn y todo el pensamiento posmoderno, coincidimos que la realidad está formada, por lo menos en parte, por la mirada; es decir que la realidad no es un dato a ser aprehendido, sino que se construye a partir de nuestro particular punto de vista; deberemos concluir que los medios no reflejan la realidad aun cuando se esmeren en hacerlo; porque el solo relato (fílmico, auditivo o textual) de la misma, implica un constructo.
Entonces, en una sociedad mediatizada, es decir una sociedad en la que los medios de comunicación tienen una omnipresencia y su influencia llega a todos los aspectos de la vida social, todos y todas terminamos viviendo en una realidad que ha sido creada por los mismos. En una sociedad mediatizada y globalizada, donde un terremoto al otro lado del mundo podemos verlo en tiempo real; donde terminamos conociendo de cerca realidades de latitudes muy lejanas; resulta imposible poner los pies en la tierra, no quedándonos más remedio que ponerlos en las noticias (relatos y por tanto constructos de los hechos noticiosos).
Ya hace mucho que se dijo: “salgo en la televisión luego existo”, y más recientemente “salgo en Internet luego existo”; pero la verdad es que existimos, respiramos, y caminamos, sobre aquello que la televisión, Internet y en general los medios de comunicación han hecho existir.
Pero los medios no son robots, aunque algunos procesos de la fabricación de la noticia ya se han automatizado (hoy en día muchas de las noticias que leemos las han escrito no humanos, sino software), sino que están formados por personas, y estas personas se llaman periodistas. Y a estas alturas de lo dicho ya resulta evidente la enorme importancia social de esa profesión. En un mundo posapocalíptico es probable que haya un “dador de sueños”; pero en el mundo preapocalíptico que vivimos, necesitamos de “dadores de realidad”, y esos son los periodistas.
* Publicado en el diario Noticias del 01 de octubre del 2015, con motivo del Día del Periodista.