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¿Mendoza sí, izquierda no?
Por José Luis Ramos Salinas
El Frente Amplio dio a conocer el sábado pasado el resultado de las elecciones primarias que se llevaron a cabo hace una semana para que sus simpatizantes de manera universal, secreta y libre eligieran a su candidato o candidata presidencial. La ganadora ha resultado ser Verónika Mendoza, quien actualmente ocupa una curul en el Parlamento, y quien estuviera entre los primeros congresistas que dejaron la bancada del nacionalismo en el 2012 (junto con Javier Diez Canseco), luego del viraje de Humala a la derecha.
Pero no nos interesa en este artículo analizar la trayectoria de Mendoza, sino lo que ha significado estas elecciones primarias para la política peruana.
Si alguien saliera a decir que hay gran nerviosismo en el APRA por saber quién será su candidato a la presidencia, sería el hazmerreír general y el propio Alan lo expulsaría del partido. Si alguien dijera lo mismo del fujimorismo y de Keiko, no solo sería la burla nacional sino que el propio Alberto Fujimori convocaría a la dirigencia del partido a la sala de reuniones que tiene en su celda para hacerles saber que él ya decidió dejar el trono a su descendencia. Si pasara algo similar con PPK, no solo sería la broma del mes, sino que habría que cambiar el nombre del partido, el de los militantes que ya no podrían ser pepekausas, o curar por lo sano y buscar algún candidato que se llame Paúl Palacios Kraus. Si fuera el caso de Toledo, habría que cambiar la T del símbolo de Perú Posible; y lo mismo sucedería con Acuña.
Por ello, estas elecciones primarias, independientemente del proyecto político y la ideología del Frente Amplio, de los que podemos discrepar o no, son una lección de ciudadanía y democracia que merece ponderarse, y que debiera ser ejemplo para los otros partidos, algo que, por lo acabado de explicar, les sería imposible de imitar. Más si quien ganó en el Frente Amplio no fue Marco Arana, quien era el favorito y a quien la prensa desde hace más de un año le llama candidato presidencial. Por eso, habla muy bien de él, que de inmediato haya reconocido los resultados, le haya otorgado su respaldo a Mendoza y que partiera de él la solicitud de anular unas mesas en las que iba ganando pero en las que hubo irregularidades.
¿Pero esto significa que los simpatizantes del Frente Amplio hayan preferido una candidata más moderada? De modo alguno. La candidatura de Verónika Mendoza fue apoyada por algunos de los grupos más izquierdistas del Frente Amplio; y Arana recibió el respaldo de algunos sectores moderados. Se eligió entonces una personalidad, una posibilidad de generar empatía con el electorado, alguien que no tuviera que empezar su campaña con todo lo que los medios han dicho en su contra durante años. Mendoza es mejor candidata, pero en mi opinión, no significa un cambio de postura política del Frente Amplio; y eso es saludable para la democracia peruana: la solidez ideológica y no el peligro de transformaciones camaleónicas. Parte de la derecha se ha percatado de esto y por eso se ha dedicado a demostrar el izquierdismo de la ya candidata.
Además, todo esto le da la posibilidad a Marco Arana de ubicarse más a la izquierda dentro del Frente Amplio, de lo que le ha permitido la presión mediática; convertirse en el ancla ideológica que nos asegure que no se permitirá Ollantas ni Nadines en el Frente. Y es que el Perú necesita una agrupación de izquierda radical que permita que este sector entre al juego de la democracia en lugar de verse obligado al griterío y la trifulca en la puerta del estadio.
Tal vez Arana no lo sepa, pero haber perdido las elecciones internas puede que sea su gran oportunidad. Para aprovecharla, debe empezar por pedirles a los periodistas y a sus simpatizantes que dejen de llamarle “padre”, a no ser que su meta sea el arzobispado y no la presidencia.
* Publicado en mi columna Letra Menuda del diario Noticias del 12 de octubre, Arequipa, Perú.
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El Dador de Realidad*
El común de las personas cuando ve una película de terror se asusta, si es romántica suspira y sufre o se alegra con las vicisitudes de los protagonistas, si es un drama no sería extraño que los espectadores derramen lágrimas y sufran con el sufrimiento de los personajes. La cinta podría tener el formato más realista posible o podría ser una animación por computadora y en cualquiera de los casos, el efecto sería el que acabamos de explicar.
El ser humano vive la ficción como si fuera real, para ello, es cierto, pone de su parte. No es que el cine lo engañe, sino que existe una voluntad y una predisposición a asumir lo que se ve en la pantalla como una realidad, realidad ficcional sin duda, pero realidad. Si en esas mentiras se esconden verdades profundas es algo que no vamos a discutir aquí, pero en todo caso ese asunto ya está bien aclarado por Vargas Llosa en su: “La verdad de las mentiras”.
Ahora, imaginemos no una película o una telenovela, o una serie televisiva; sino un noticiero. Si en la ficción hay un compromiso de parte del espectador para sentir como real aquello que sabe de ante mano que no lo es, cuán más intensa será esta actitud si aquello ante lo que está viene con un sello que dice “realidad”.
La realidad “se ve”, también se escucha o se le huele, pero ante todo se le ve. La vista ha ido quitando terreno a nuestros otros sentidos desde el Renacimiento y en la actualidad es casi una reina acompañada de vasallos. Piénsese solo en como el diagnóstico médico ha ido prescindiendo del olfato, del oído y del tacto, para entregarse por completo a la vista. Cada vez son menos los médicos que usan el estetoscopio y prefieren ver un electrocardiograma o una ecografía, y si todavía queda algún galeno que huela a su paciente debe tratarse de un caso extremadamente excepcional. En el “Ensayo sobre la ceguera”, de Saramago, se narra sin concesiones como hemos creado el mundo a partir de la vista.
La televisión y la fotografía resultan entonces pruebas irrefutables de realidad, aunque cualquier camarógrafo o fotógrafo aficionado sabe que eso no es así. Filmar esto y no aquello, fotografiar en tal ángulo o en tal otro, son en esencia modificaciones de la realidad, por no decir una manipulación de la misma.
Pero por lo que explicábamos en el primer párrafo y por el consentimiento de facto de que los noticieros muestran los hechos tal y como ocurrieron, el ser humano promedio, vive el noticiero cual si estuviera viviendo la realidad. Solía repetirse el dicho “pon los pies en la tierra”, cuando quería pedirse a alguien que dejara de soñar y viviera la realidad, aunque ésta no fuera precisamente halagüeña. Ahora, para igual exhortación habría que decir: “pon los pies en el noticiero”, o “mira noticieros y deja de soñar”.
Hasta aquí nos hemos referido casi exclusivamente al formato televisivo, pero todo lo dicho vale también para la radio o la prensa escrita. Además téngase en cuenta que hoy las radios muestran videos, lo mismo que los periódicos. Para comprobarlo basta entrar a sus páginas Web o a sus cuentas en las denominadas redes sociales. Pero aunque no lo hicieran, lo importante es que aquello que difunden tiene también el sello de “realidad”, un sello que además muy pocos cuestionan. Entonces también se podría decir. “prende la radio y deja de soñar”; o “lee el periódico y pon los pies en la tierra”.
Es cierto que a veces se descubre que aquello que fue presentado como verdad por algún medio de comunicación no lo era, o por lo menos no lo era tanto; pero en esos casos se considera que ha habido una intención dolosa, una voluntad de engañar; porque lo que los medios hacen normalmente, la que es su función por antonomasia, es hacernos vivir la realidad.
Llegamos entonces a la ya vieja pregunta: ¿los medios reflejan la realidad o la crean? Si, junto con Thomas Kuhn y todo el pensamiento posmoderno, coincidimos que la realidad está formada, por lo menos en parte, por la mirada; es decir que la realidad no es un dato a ser aprehendido, sino que se construye a partir de nuestro particular punto de vista; deberemos concluir que los medios no reflejan la realidad aun cuando se esmeren en hacerlo; porque el solo relato (fílmico, auditivo o textual) de la misma, implica un constructo.
Entonces, en una sociedad mediatizada, es decir una sociedad en la que los medios de comunicación tienen una omnipresencia y su influencia llega a todos los aspectos de la vida social, todos y todas terminamos viviendo en una realidad que ha sido creada por los mismos. En una sociedad mediatizada y globalizada, donde un terremoto al otro lado del mundo podemos verlo en tiempo real; donde terminamos conociendo de cerca realidades de latitudes muy lejanas; resulta imposible poner los pies en la tierra, no quedándonos más remedio que ponerlos en las noticias (relatos y por tanto constructos de los hechos noticiosos).
Ya hace mucho que se dijo: “salgo en la televisión luego existo”, y más recientemente “salgo en Internet luego existo”; pero la verdad es que existimos, respiramos, y caminamos, sobre aquello que la televisión, Internet y en general los medios de comunicación han hecho existir.
Pero los medios no son robots, aunque algunos procesos de la fabricación de la noticia ya se han automatizado (hoy en día muchas de las noticias que leemos las han escrito no humanos, sino software), sino que están formados por personas, y estas personas se llaman periodistas. Y a estas alturas de lo dicho ya resulta evidente la enorme importancia social de esa profesión. En un mundo posapocalíptico es probable que haya un “dador de sueños”; pero en el mundo preapocalíptico que vivimos, necesitamos de “dadores de realidad”, y esos son los periodistas.
* Publicado en el diario Noticias del 01 de octubre del 2015, con motivo del Día del Periodista.