MULTICULTURALIDAD EN LA RED
Por: José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com
La sociedad de la información.-
Es casi consensual que desde hace algunas décadas la sociedad está experimentando una serie de cambios tan trascendentales que se habla de la aparición de un nuevo tipo de sociedad que empieza a diferenciarse radicalmente del tipo que la precede. Toffler le ha llamado la Tercera Ola, Drucker, la sociedad postcapitalista; Lyotard, la cuestión posmoderna; Castells y otros la sociedad red o la sociedad de la información; y no ha faltado alguien como Fukuyama que anuncie el fin de la historia. Este cambio fundamental se está dando en los países desarrollados desde fines de la década del 70 y en nuestro país empezó a hacerse notorio desde la década del 90
Últimamente la denominación que ha tomado más presencia es la de “Sociedad de la Información”, dada la importancia que ésta tiene en la economía globalizada que actualmente vivimos. Y una de las características más notorias de esta sociedad es el auge de las denominadas nuevas tecnologías de la información y el conocimiento, y dentro de estas, el papel estelar lo juega Internet.
Internet, así se convierte en una suerte de indicador que mide que tan integrados están los distintos países a la sociedad de la información.
Acá surge el primer gran problema, “sólo conécte” fue la frase con que el gurú de las NTICs, Nicholas Negroponte, resumió la disyuntiva entre conectarse a la gran red de redes o no hacerlo, entre pertenecer a la sociedad de la información o quedar fuera de ella, entre existir y no existir (salgo en la red luego existo, parece ser la máxima de la época). Pero el asunto no es tan simple como conectarse, junto con el crecimiento vertiginoso de la nueva tecnología aparecía otra cosa que crecía igual de veloz, le han llamado la brecha digital, es decir las disparidades entre las zonas geográficas cada vez más integradas y aquellas que van quedando cada vez más excluidas. Sólo la ciudad de New York tiene más conexiones a Internet que todo el continente africano.
Otros estudios posteriores, como los de Olu Oguibe, demostraron que la brecha digital no era meramente demográfica, sino que también existe al interior de los países más ricos y los más pobres como una “cartografía de clase”, estando sólo los grupos socioeconómicos más privilegiados en la posibilidad de actuar en y gozar de la sociedad de la información. Las grandes potencias tienen también sus excluidos de la súper carretera de la información.
Hasta aquí podríamos resumir diciendo que, el hemisferio sur se encuentra en una gran desventaja con respecto al hemisferio norte en cuanto a sus niveles de conectividad, de la misma forma en la que los pobres lo están con respecto a las personas de mayores recursos sin importar el país del que se trate. En otras palabras, sólo ciertos países y ciertos sectores socio-económicos pertenecen a la sociedad de la información, el resto está excluido y es casi como sino existiese.
Multiculturalidad e interculturalidad virtual.-
Las características inmensamente flexibles de Internet la hacen una herramienta tecnológica con un potencial gigantesco para muchas cosas, entre ellas, para la multiculturalidad y la interculturalidad.
La multiculturalidad se caracteriza básicamente por la coexistencia tolerante de diferentes culturas y mediante medidas como la discriminación positiva intenta paliar las posiciones desventajosas de las culturas subalternas con respecto a las hegemónicas.
En ese sentido la web o WWW resulta una herramienta ideal para la multiculturalidad, pues en esta inmensa telaraña mundial de páginas electrónicas pudieran y debieran estar presentes todas las culturas del mundo a través de sus propios portales. Y como un acto de discriminación positiva, sus direcciones electrónicas, en los casos de las culturas subalternas, podrían aparecer en los motores de búsqueda más conocidos o como hipervínculos en las páginas más visitadas y con alguna filiación temática; así se aseguraría una mayor lectoría de aquello que estas culturas tienen que decirle al mundo.
Recuérdese además que en la WWW es común que las páginas puedan ser leídas en diferentes idiomas, así que la lengua nativa de la cultura de la que se trate no tendría porque estar ausente en la red, simplemente habría que añadirle la posibilidad de diferentes traducciones.
Pero un portal, por lo general engloba mucho más que un sitio electrónico, y se abre la posibilidad de utilización de otros servicios que ofrece Internet como el correo electrónico, el chat (tanto de texto, audio o vídeo), las listas de interés, los grupos de discusión, el vídeo bajo demanda, la transferencia de archivos, etc. Todos estos servicios, por sus características, se prestan más a la interculturalidad que a la multiculturalidad, pues en esencia se reducen a distintos niveles de diálogo.
Internet resulta así, una gran oportunidad para quienes desean impulsar la multiculturalidad y la interculturalidad en la sociedad de la información, pero también existen riesgos muy grandes que se derivan de la descorporización de las culturas al pasar de una multi e interculturalidad “presencial” a otra “vitual”. En Internet no me enfrento, en el sentido de encuentro, con el otro, sino con la virtualización del otro, y voy a mi cita igualmente virtualizado. Esto me permite eliminar las barreras del tiempo y del espacio haciendo mucho más fácil el acercamiento, pero también la huida, estamos a un click del otro tanto para acercarnos a él como para borrarlo de nuestra pantalla.
Este aspecto profundamente complejo, cuyo análisis, no es el objetivo de este artículo, nos lleva sin duda hasta reflexiones filosóficas, pues hasta qué punto una cultura se puede escindir de los cuerpos que la practican, si la antropología, dicen algunos, es a fin de cuentas, el estudio del cuerpo y sus manifestaciones.
La cartografía cultural.-
Ya hemos hablado de cómo la brecha digital se manifiesta geográficamente y en la estructura de clases, pretendemos ahora incluir una nueva cartografía, la cultural. En otras palabras, al menos para el caso del Perú, estamos en condiciones de afirmar que las culturas subalternas están excluidas de Internet, es decir de la sociedad de la información, para la que sería como si no existiesen.
Nuestra intención fue averiguar qué tan representada en la web estaban las culturas Quechua, Aymara y Ashaninka.
Para ello utilizamos el motor de búsqueda más utilizado en la actualidad, el Google. Este buscador cuenta con herramientas de idioma, que permiten organizar la búsqueda de webs según la lengua en la que están escritas, a ese respecto ofrece 35 opciones, pero ninguna de ellas es ni quechua, ni aymara, ni ashaninka. Por lo tanto debimos recurrir al artificio de pedir la búsqueda por las palabras “pacha” y “runa” obteniendo más de dos mil hallazgos, de los cuales se analizaron los primeros 200, dado que el Google, como todos los motores de búsqueda, utiliza algoritmos que supuestamente permiten una clasificación en orden de importancia al momento de emitir sus resultados.
De las 200 direcciones ubicadas no más de 20 pueden ser consideradas como un intento de difundir la cultura quechua, y en su gran mayoría se trata de páginas bolivianas, habiendo también algunas chilenas, brasileñas y norteamericanas y ninguna peruana.
Para el caso del aymara se procedió similarmente y los resultados fueron también similares.
Con respecto a la cultura Ashaninka, debemos decir que cuenta con su propia página alojada en el portal de la Red Científica Peruana gracias a un convenio con Inictel, pero que aparentemente fracasó, dada que su última actualización es de 2002.
La virtualización desvirtuadora.-
Es casi un lugar común decir que la ciencia y la tecnología son neutras y que es el uso que hagamos de ellas lo que le puede dar ciertas connotaciones morales; sin embargo, no por mucho que se diga y que se escuche esta sentencia puede ser tomada como una verdad absoluta, ya Marx precisaba que las tecnologías no podían ser neutras puesto que nacían en determinados contextos económicos y sociales. Nosotros podríamos decir, dada la temática en la que se inscribe este artículo, en determinados contextos culturales. Es decir, que las tecnologías no son neutras desde el punto de vista cultural, sino que se inscriben en determinadas tradiciones culturales.
Reconocemos, no obstante, que el asunto es polémico y que la flexibilidad tecnológica de Internet tal vez relativise el echo de que proceda de la llamada cultura occidental. Lo que tratamos de decir es que nos parece posible la apropiación de Internet por todas o casi todas las culturas, pero a condición de adaptarla a las características de la cultura de la que se trate, y esto es posible, precisamente, por la flexibilidad de la que hablábamos líneas arriba.
Sin embargo, para el conjunto de las páginas analizadas, nos parece que no se está aprovechando esta flexibilidad de Internet. Como ejemplo, hablemos de la ergonomía, es decir de la disciplina que estudia la mejor manera de distribuir textos, imágenes, iconos, colores, etc. en la página de la que se trate.
Hemos dicho “la mejor manera”, pero ya sabemos que lo mejor es siempre relativo, en este caso culturalmente relativo; es decir que una determinada distribución espacial podría ser adecuada para cierta cultura, pero incluso hasta ofensiva para otras; lo mismo sucede con los colores, siempre tan vinculados con aspectos culturales y hasta religiosos.
La ergonomía de las páginas revisadas no se distingue de cualquier otra página que se pueda encontrar en Internet, es decir han sido “correctamente” elaboradas. Su sesgo cultural se reduce a colocar ciertos símbolos representativos de la cultura de la que se trate. Y se llega al extremo de hasta prescindir del idioma, pues la mayoría de las páginas “quechuas” están en castellano y algunas pueden ser leídas en otros idiomas como el inglés, el francés o el alemán, pero no el quechua.
En conclusión, al menos para los casos analizados, la virtualización (de virtualizar) de las culturas ha devenido en la desvirtualización (de desvirtuar) de las mismas.
Usurpación virtual.-
Habíamos señalado que de 200 páginas analizadas menos de 20 podían ser consideradas como intentos más o menos legítimos de representación de las culturas quechua, aymara y ashaninka. Sin embargo, son más bien abundantes los sitios electrónicos elaborados por gente, que evidentemente, no son miembros de ninguna de esas culturas, pero que se irrogan su representación.
Aunque, esto requeriría de un estudio más profundo, al parecer en muchos casos parecen ser buenas intenciones las que derivan en una suplantación cultural, esto se observa sobre todo en las páginas que son administradas por alguna ONG. Pero también se puede apreciar páginas en las que el discurso étnico aparece como mera estrategia comercial, siendo el afán de lucro la primera motivación de estas páginas que intentan “revalorar” a las culturas subalternas.
Esto que estamos llamando suplantación cultural, tiene una serie de consecuencias bastante complejas. En primer lugar, parece estar produciéndose en la red lo que Frederick Jameson ya advirtió con respecto a la industria cinematográfica, es decir que la globalización cultural no implica la desaparición de las culturas dominadas, pero sí su desesencialización, de pronto Hollywood presta atención a culturas “exóticas” y hace películas sobre ellas con las que supuestamente intenta rescatar su riqueza, pero al hacerlo con las categorías de la cultura norteamericana y no con las categorías de la cultura en cuestión, al final lo que hace es desvirtuarlas, americanizarlas.
Esto nos lleva a la segunda consecuencia, el contacto que tomamos con culturas que desconocemos, tanto en el cine como en la red, no lo hacemos con la cultura en sí, sino con una mala copia de la misma. Esto deriva necesariamente en una problematización de muchas aristas en lo que respecta a la multiculturalidad y a la interculturalidad, pues a quien terminamos tolerando no es a una cultura diferente a la nuestra, sino a una “domesticación” de la misma; y es con esa domesticación que, en el mejor de los casos, establecemos un diálogo. Algo así, como que primero la cultura que pretendemos conocer debe hablar nuestro idioma, antes de iniciar un diálogo con ella. Esto, por supuesto, para las perspectiva norteamericana en particular y occidental en general.
A manera de colofón.-
Estamos conscientes que las ideas que se presentan en este artículo no son ideas acabadas, sino más bien esbozos, lo que puede ser considerado como un demérito. Pero, es cierto también que muchas de ellas son bastante sugerentes y pueden motivar reflexiones más profundas sobre el tema que aquí se presenta. Esa sería la mayor virtud de este trabajo.
25 ene 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario