19 feb 2014

MARIO SOTILLO*

Por José Luis Ramos Salinas

Una vez le preguntaron a Juan Mejía Baca, si creía que a Borges se le recordaría, precisamente, porque nunca le dieron el Premio Nobel, a lo que el viejo librero, con la agudeza que lo caracterizaba, contestó que en un futuro, la gente sabría de la existencia de ese tal premio porque, en efecto, nunca se lo dieron a Borges.
Y es que hay gente a la que honrarla, honra. Ese es el caso de Mario Sotillo Humire, brillante docente de la Universidad Nacional de San Agustín que lamentablemente falleciera hace 8 días, en medio del silencio institucional de su alma máter, que una vez más no muestra suficiente gratitud paraquienes más aportaron a su engrandecimiento.
Mario Sotillo llegó a ser Rector de la UNSA, y fue uno de los fundadores de lo que es hoy en día la Escuela Profesional de Sociología, que hace solo unos meses cumplía 50 años de historia. Pero no son los cargos, lo más valioso en la trayectoria de uno de los últimos representantes de la intelectualidad erudita con la que contó nuestra ciudad. Mario Sotillo no fue sociólogo, pero sin duda su conocimiento en dicha área del saber era mucho más amplio que el de los que ostentaban el título; feroz autodidacta no dejaba escapar ningún aspecto relevante del saber humano y podía polemizar y conferenciar con rigor y soltura desde la filosofía clásica hasta la astronomía.
En aquella época, esta valía no le fue reconocida, y tuvo que dejar la Escuela de Sociología por presión de un grupo de estudiantes que se valieron de la excusa que no tenía la profesión respectiva para ejercer la
cátedra, los motivos eran otros, y más que políticos se basaban en la ceguera académica de quienes creían que un cartón valía más que el conocimiento enciclopédico que Sotillo tenía. A la distancia, esta ceguera
tiene forma de estupidez en momentos que la Unión Europea se prepara para legislar lo conveniente para que los saberes obtenidos por cuenta propia sean reconocidos oficialmente como parte del currículum vitae de cada quien. Sotillo nunca perdonó la afrenta, pero en mi condición de actual director de la Escuela de Sociología, reconozco tardíamente, nuestras culpas institucionales y pido las disculpas pertinentes.
Y dicho esto es el momento de indicar que Mario Sotillo jamás se doctoró, y que rechazó con humor y contundencia esa posibilidad cada vez que se la sugirieron. Él entedía bien que no eran los grados académicos los que convierten a uno en intelectual, sino la sabiduría que uno pueda alcanzar. Y Sotillo, lo saben bien quienes tuvieron la suerte de ser sus alumnos, era un erudito, un intelectual de esa estirpe ya casi extinta, con el que conversar equivalía a leer varios libros de diversa temática.
Sus tertulias son memorables y junto a José Zuzunaga, Max Neira, Héctor Ballón Lozada y otros, era capaz de convertir un departir entre amigos en una bohemia intelectual a la que si alguno tenía la suerte de estar invitado, convenía tomar notas y si no preguntar, callar y escuchar. Estas reuniones que podían extenderse por horas, en las que el humor se mezclaba con el conocimiento y la crítica, fueron parte importante de la vida de Mario Sotillo.
Cuentan los rumores, que hasta hace poco, cuando ya estaba muy delicado de salud, encontraba la manera de escapar de casa para reunirse con los amigos de siempre y demostrar que si el cuerpo ya no ayudaba, su mente seguía teniendo mucho que aportar. No sé si estas historias sean verdaderas, pero para el caso no importa; al fin y al cabo evidencian que Mario Sotillo no solo hizo historia, sino que también se ha convertido en leyenda.
Quien esto escribe, conoció a Mario Sotillo con ocasión de lo que llaman un momento astronómico especial, sobre el que era necesario entrevistar a alguien que dominara el tema. En esos años trabajaba de periodista y acudí a quien me indicaron como fuente. Ya había terminado de estudiar sociología, pero no sabía que tenía frente a mí, al fundador de dicha especialidad en la UNSA. Yo creía que era astrónomo y lo era.
Por eso, seguramente, quienes fueron sus estudiantes, y muchos de quienes no tuvimos esa fortuna, cuando pase un cometa u ocurra una lluvia deestrellas, abriremos bien los ojos, y veremos a don Mario Sotillo montado sobre algún cuerpo celeste, iluminando con su sabiduría, el firmamento.

*Texto leído en Radio Yaraví el 13 de febrero de 2014

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