6 jun 2016

Keiko es solo el primer paso*

                         Por José Luis Ramos Salinas 

Aunque todas las encuestadoras dan por ganador a Pedro Pablo Kuczynski, los fujimoristas con ánimo de triunfo, insisten es esperar los resultados del JNE. Nos imaginamos que harán de todo para cuestionar las actas, y ya sabemos lo que hace el JNE cuando tiene que decidir a favor o en contra del fujimorismo. Pese a esto, creemos que ganaron las fuerzas que se unieron, no para apoyar a PPK, sino para oponerse a los dirigidos por Alberto Fujimori y organizados por Joaquín Ramírez.
Aunque las victorias son saludables, suelen tener malas consecuencias como creer que el enemigo ha sido derrotado, y lo que hay que tener muy claro, es que solo se ha logrado vencer a Keiko. El fujimorismo no solo sigue vivo, sino más fuerte que nunca desde el año 2000 en que debió ser borrado del escenario político nacional.
En realidad solo Valentín Paniagua se tomó en serio la lucha contra una organización política que funcionó como una mafia para favorecer la corrupción y hacer desaparecer de las arcas nacionales varios miles de millones de dólares, sin mencionar los crímenes y violaciones de derechos humanos. Es verdad que no todos los fujimoristas cometieron delitos, pero es indudable que los permitieron, los alentaron, los justificaron, y defendieron a quienes sí los cometieron. Por eso resulta tan lamentable que el Alejandro Toledo de la Marcha de los Cuatro Suyos terminara en su gobierno quitándole fuerza al proceso que inició Paniagua. Y absolutamente condenable que García se aliara al fujimorismo para gobernar, convirtiéndolo así, otra vez, en protagonista político. Con ese nuevo estatus se dio el lujo de enarbolar las banderas de la anti corrupción y arrinconar al gobierno de Ollanta Humala.
Lo mejor que le hubiera pasado al fujimorismo es que se democratice, es decir, que se alejara de Alberto Fujimori, que exigiera cárcel para los correligionarios que cometieron delitos, deshacerse de quienes apoyaron la dictadura y la violación de todas las leyes, y que sin pudor alguno pedían “desaparecer” a los adversarios políticos. Si hubiera hecho eso el fujimorismo, ahora sería un partido político como cualquier otro; pero si lo hacía, la verdad es que dejaba de ser fujimorismo; por eso prefirieron insistir en la inocencia de su patriarca, continuar con sus figuras más antidemocráticas, y hasta defender a quienes están bajo sería sospecha de tener vínculos con el narcotráfico.
Lo peor que le hubiera pasado al país es que se fujimorice. Pero eso es precisamente lo que ha ocurrido. Keiko ha perdido, salvo que el JNE vuelva a darle una mano; pero el fujimorismo ha vencido contundentemente. No solo por la aplastante mayoría que tiene en el Congreso, sino porque a la población peruana no le importó el fraude contra Julio Guzmán, no hizo mayor cosa cuando a Keiko la salvaron pese a que cometió lo mismo que Acuña, y no dijo nada cuando el JNE le dio representación en el Parlamento al Apra con una ley caduca. Es decir, el peruano común acepta los fraudes como algo normal.
Pero no solo eso. El apoyo que tiene el fujimorismo es a toda prueba. No importa que hasta la DEA salga a decir que el secretario general del fujimorismo está investigado por narcotráfico, eso no le resta votos. En otras palabras, un enorme sector de la población peruana ha perdido todo atisbo de ciudadanía y vota según calcula si recibirá algún beneficio concreto con el triunfo de uno u otro candidato.
Esa cultura antidemocrática es ahora lo que toca remontar, lo de Keiko solo ha sido el paso primero y el más fácil de dar.

*Publicado en el periódico Hora 20 del 6 de junio de 2016



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