23 jun 2009

De lo académico como un acto político

De lo académico como un acto político. Una reflexión acerca del desorden*

Por José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com

14 de junio de 2009, dentro de dos días, nuestra Facultad, en la que nos hemos formado y en la que ahora trabajamos, cumplirá 25 años de historia, cumplirá sus bodas de plata. Este aniversario, por tanto, no es uno más, acostumbrados como estamos a dar un significado especial a ciertos números.

Dar el discurso de orden en las circunstancias explicadas, resulta, por tanto, para mí, un honor, al que les revelo, en un primer momento intenté rechazar, convencido como estaba de que la ocasión ameritaba que un docente de mayor trayectoria ocupara este lugar. Pero se me explicó que lo que se quería era romper el paradigma y dar la oportunidad a un profesor que hace a penas unos meses recibió su resolución de nombramiento, y entonces, partidario, como soy, del cambio y enemigo de la parálisis paradigmática de la que nos habla Thomas Kuhn (Estructura de las Revoluciones Científicas) y a su modo Joel Baker (en su libro: Paradigmas: el negocio de descubrir el futuro); acepté, ya no el honor, sino el reto de dirigirme a la comunidad académica de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales, para poner en debate un conjunto de ideas que presentaré en unos minutos.
No obstante, la ocasión es precisa para agradecer a quienes fueron mis maestros y hoy son mis colegas, en actividad o cesantes, porque para bien o para mal, en gran medida soy el resultado de sus aciertos y sus errores. Y me refiero a todos los docentes, porque yo estudié en una época en la que recibíamos en el aula, independientemente de la carrera elegida, a sociólogos, historiadores, antropólogos, y trabajadoras sociales. Turismo aún no se había creado. En aquellos tiempos, todavía combatíamos lo que Ortega y Gasset llamaba la barbarie del especialismo.
Debo decir antes de empezar con el discurso propiamente dicho, que quienes me conocen saben que soy militante del desorden, ya cuando estudiante esta Facultad me auspició una publicación que titulé “Asesinando al Semáforo”, y por tanto me niego a hacer un discurso de orden, sino que más bien pretendo insertar esta disertación en la lógica de Nicanor Parra y sus antipoemas, así, no esperen un discurso de gafas obscuras, ni de capa y espada, ni de sombrero alón; ojalá logre más bien que estas palabras sean de ojo desnudo, de pecho descubierto, de plaza pública y no de recinto burgués. Hay que combatir nuestro ya patético auto aburguesamiento.

Así, puesto en claro las cosas, debo citar como epígrafe de este discurso un verso del gran poeta Charles Baudelaire (que por cierto el Che lo leía tanto como a Marx) que dice: Raza de Caín, sube hasta el cielo / ¡y arroja a Dios sobre la tierra!”. Y debo citar también a nuestro poeta arequipeño Alberto Guillén cuando blasfema: “Yo he de ayudar al Diablo a conquistar el cielo”. Y finalmente, debemos también recordar a Alberto Hidalgo: cuando nos dice que él está a la izquierda de la izquierda, mientras nosotros, continúa el creador del simplismo, y estoy hablando en primera persona, seguimos siendo los mismos cojudos con los mismos ternos.
Por donde empezar entonces, un discurso que pretende romper con el orden, ¿acaso por el final, por la mitad? No me queda más remedio que hacerlo por el principio, pero enamorado de Rayuela de Cortázar, no me resigno del todo, y los invito a leer este mismo discurso en mi blog, en Internet, pero ya no dentro de las rígidas y ordenadas estructuras que exige una alocución de este tipo, sino en las desbordantes posibilidades del hipertexto que rompe con el orden secuencial y lineal e inaugura un nuevo modelo discursivo caracterizado por el desorden, o si quieren, por un nuevo orden, en el que hasta la coherencia deja de ser un valor y es más bien la pluralidad, la diversidad, la crítica, la perspectiva de caleidoscopio la que marca el devenir de la lectura ya no como un único camino a seguir, sino como un camino a inaugurar con nuestros propios y autónomos pasos. Hiperlector no hay camino, se hace camino al andar”, diría hoy Machado. Y nosotros, como científicos sociales, podríamos decir que la relación autor-lector, la relación profesor-alumno disminuye en su carácter dictatorial y se democratiza. Las ciencias sociales por su condición multiparadigmática, que explica muy bien Silva Santisteban, tienen en el hipertexto una herramienta importantísima y por ello desde este año nuestros ingresantes estudian un curso de hipermedia que pretende no que aprendan a usar la computadora, que eso es lo de menos, sino a generar una nueva estructura de pensamiento mucho más libre y holística, capaz de establecer nexos dialécticos entre las más disímiles categorías, hipervínculos le llaman los ingenieros, pensamiento complejo el filósofo francés Edgar Morín. Instalar el desorden hipertextual en nuestras aulas, todas ahora conectadas a Internet, no es sino cumplir con el viejo reclamo de Pink Floyd: Teachers, leave de kids alone”. (Hoy el grito sería el de Papa Roch: Take my Money / take my posesions / I don´t need that shit”).
Casi de contrabando entonces, estamos proponiendo al debate la utilización del hipertexto como estructura organizativa no solo de nuestras clases diarias, sino de nuestros sílabos, no en cuanto documentos, sino en cuanto propuesta de contenidos; e incluso de nuestros planes de estudio.
Señor Decano, nuestra Facultad está demasiado ordenada, hay que desordenarla un poco. No es posible en los tiempos actuales, que nuestros planes de estudio sigan siendo tan rígidos, al extremo que quienes estudian Sociología culminan su carrera sin que nunca un antropólogo, ni un historiador, ni una trabajadora social, ni un licenciado en turismo, hayan sido sus profesores; y esto en una época en la que ya no se sabe dónde termina la sociología y dónde empieza la antropología; y lo dicho vale para todas las ciencias que alberga nuestra Facultad. Y si hemos de creer a Morín, a quien hace un momento citábamos, ya no hay ni siquiera fronteras entre las llamadas ciencias naturales y las ciencias sociales. Recordemos nomás como la teoría de la autopoiésis de los biólogos Maturana y Varela terminó provocando profundos cambios acerca de nuestra percepción de la realidad social y por ende de las ciencias sociales.
Juan Manuel Guillén solía soñar con una Universidad en la que cada alumno diseñaba su propio plan de estudios, ésta sería una universidad basada en el hipertexto. Pero no vayamos tan lejos, todavía, contentémonos, por ahora, con crear al interior de nuestra Facultad una estructura curricular hipertextual que permita a los estudiantes de Sociología matricularse en cursos de Antropología, de Historia, de Trabajo Social o de Turismo; y lo mismo para los alumnos de cualquiera de las Escuelas mencionadas. Se me dirá que hay muchos impedimentos administrativos, infraestructurales y posiblemente hasta de orden legal; pero ceder ante ellos, señor Decano, sería reconocer que en nuestra Facultad lo académico no es lo más importante, sería rendirnos ante el orden impuesto. Y creo yo que como científicos sociales, si hemos leído a Bourdieu, no debemos aceptar orden alguno. Todo orden implica poder y subordinación, y en este extremo, lo que conviene es la subversión académica. Y a ustedes señoritas y señores estudiantes, no crean que son rebeldes cuando toman locales para pedir un aula más grande. Los tiempos no están para nimiedades, sino para transformaciones realmente radicales, para la caída del orden. Para la instauración de una nueva estructura de pensamiento. No para una nueva aula.

Pero ya se ha dicho repetidas veces hasta caer en el lugar común, hasta que la frase ya no significa nada en esta crisis del episteme de la que hablaba Michell Foucault, o de la tragedia del lenguaje vacío de la que escribe Bauman y de la que vino a hablarnos a Arequipa el poeta chileno Raúl Zurita, que la Universidad no es una isla sino que se debe a la comunidad.
Esto que solemos llamar extensión universitaria o proyección social, creo yo, para seguir con nuestra línea argumentativa, debe centrarse en una crítica feroz contra el orden, recordemos a Siqueiros: en tiempos de guerra, arte de guerra. Y los periódicos nos dicen hoy mismo, que estamos en guerra, que nuestras críticas sean pues guerreras. Pero hay que ser también propositivos, y nuestra propuesta en mi opinión debe ser lo que antes se denominaba como contra cultural y que hoy podríamos llamar de apología del desorden.
En ese sentido, pienso, que hay tres terrenos en los que urge remover el orden impuesto: la política, las relaciones intergenéricas y las relaciones interculturales.

En la política, el orden ha sido descrito, con exactitud brillante, como “Pensamiento único”, por Ignacio Ramonet. Así las cosas, Aníbal Quijano dirá que por primera vez en su historia, la especie humana en su totalidad apareció… encuadrada dentro de un mismo y único patrón de poder… la legitimidad de este poder parecía virtualmente plena, ya que no solo habían sido derrotados los proyectos alternativos, sino también la crítica y sus fundamentos fueron empujados fuera del debate público”. Así, el que disiente de este pensamiento único que tiene como ejes la democracia representativa (en verdad, delegativa) y la economía de libre mercado (en verdad la mercantilización de la totalidad de la vida social), ya no es un rival ideológico o un opositor político; sino un salvaje, o un ignorante manipulado, o un enemigo de la modernidad y el desarrollo, o simplemente, un terrorista. O para decirlo con las palabras de Apuleyo, Montaner y Álvaro Vargas Llosa: un idiota. Ya lo había anunciado León Gieco cuando cantó: “Qué nos dirán por no pensar lo mismo / Ahora que no existe el comunismo / Estarán pensando igual /Ahora son todos enfermitos… / Ahora son todos drogadictos. Parecemos todos personajes de Matrix, comiendo y defecando por voluntad de otros y hasta protestando para seguir un programa que se da el lujo de permitir alguna pintoresca disidencia.

Esta Facultad se fundó en 1984, y esa fecha es el título de la obra de George Orwell que describe con espanto nuestro presente, caracterizado por la dictadura perfecta del Gran Hermano, por el Ministerio de la Verdad, dedicado a falsificar la historia; por el Ministerio del Amor que se ocupa de la tortura; el Ministerio de la Paz, encargado de promover la guerra; el Ministerio de la Abundancia que mantiene a la población en la subsistencia; y por supuesto con su policía del pensamiento, para arrestar a todo aquel que no tenga en su cabeza lo que estamos llamando pensamiento único y que en la obra se conoce como doblepensar. Y es que hasta las palabras han cambiado de significados y han sido apropiadas por quienes detentan el poder. Así EEUU no coloniza Irak, sino que lo democratiza; y nuestro gobierno no privatiza la selva sino que la recupera para 28 millones de peruanos.
Quizá esta Facultad haya nacido en 1984 por una cábala que nos invita a destruir con críticas, no constructivas, sino piro maniacas, todo lo que se nos da impuesto como un dato, cuando en realidad se trata tan solo de una propuesta ideológica. Solo así no caeremos en lo que Alberto Adrianzén llama la alarmante derechización de la clase intelectual peruana. Y esto, pese a que hoy para ser de izquierda ya no hay que hacer la revolución, basta con pensar fuera de los moldes que nos imponen quienes tienen el poder.

Así por ejemplo, nos descubrimos hablando de calidad total, de competitividad, del éxito como un valor, sin tomar conciencia que todo esto forma parte de un discurso ideológico que Bourdieu llama la nueva vulgata planetaria y que merece ser desmantelado o por lo menos puesto en duda.

Y aquí viene la gran tarea que creo yo nos toca a todos los que formamos parte de esta Facultad, sobre todo a sus estudiantes: La tarea de preguntar.
En un mundo como éste en que todo está en perfecto orden (criminal), la actitud preguntona es subversiva, y por ello mismo debemos preguntarnos acerca de todo, y más que interrogarnos por lo extraordinario (que eso lo hace cualquiera), debemos indagar por lo que se arropa de ordinario y de normal. Desde la forma rectangular de casi todas las aulas de la universidad que más que evidenciar, esconde, una cierta concepción, no arquitectónica, sino pedagógica; hasta la existencia misma de cosas que nos parecen naturales pero que no lo son, como el dinero, la familia, el matrimonio, el empleo, incluso los llamados derechos humanos, etc. Los zapatistas sostienen: “preguntando avanzamos”, y tienen razón; y John Holloway indica que los tiempos más que de respuestas son de preguntas. La tarea es pues poner todo en cuestión y amenazar al orden, preguntando: “¿Por qué?”. Y si a la necesidad de respuestas le sumamos pasión y emoción, entonces le habremos dado a la sed de conocimiento una verdadera actitud revolucionaria, como cuando Vallejo enuncia: “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! // Esos golpes sangrientos son las crepitaciones / de algún pan que en la puerta del horno se nos quema”. Fíjense como el vate peruano es capaz de poetizar y de dotar de un espíritu completamente trágico el hecho completamente vulgar de un pan quemándose en el horno, que es además un dicho popular. Creo yo, que ese es el tipo de científico social que reclaman estos tiempos de pensamiento único, uno que sea capaz de descubrir la tragedia humana en lo que se nos pinta como rutinario, uno que no se crea el cuento de que la neutralidad es objetividad, (los científicos sociales no somos neutros, tenemos sexo, decía nuestro decano en su discurso del año pasado), uno que le ponga pasión y emoción a la búsqueda de conocimiento. Y esa pasión y emoción son propias del arte, y nada mejor que el arte para poner en jaque al orden. Recuerden a Colin Powell ordenando cubrir la reproducción del Guernica que yace en una sala de la ONU, que el imperio utilizó para anunciar su invasión a Irak. La nación más poderosa del mundo le tenía miedo al cuadro de Picasso. Por eso señor Decano, me sumo al pedido del Doctor Víctor David Perea Pérez, ex profesor de la Facultad de Medicina de esta Universidad, para que se incluya cursos de arte, en este caso en nuestras Escuelas Profesionales, para darle la dimensión humana que les corresponde y luchar contra la tecnificación que las amenaza.

Recordemos que en la UNSA, la profesión no se llama Asistencia Social, sino Trabajo Social, y eso no es anecdótico, sino que tiene profundo significado. Y recordemos que hace unas semanas algunos alumnos de Turismo pedían en un oficio que sus profesores sean sobre todo técnicos. Este pedido debe ser entendido como una señal de alarma, creo yo, señor Decano. Pienso que no es casual que la Escuela de Turismo pertenezca a la Facultad de Ciencias Histórico Sociales sino que ese hecho evidencia que para nosotros el turismo no es un negocio, sino un fenómeno social de inmensas y complejas connotaciones, que mueve a 800 millones de personas al año y un millón de millones de dólares en el mismo periodo. Pienso que esta Escuela nació no para promover lo que los turistólogos mexicanos Sergio Rodríguez y Sergio Molina llaman críticamente el turismo de marketing; sino para desmenuzar y despedazar lo que Turner y Ash, siguiendo los lineamientos de la Escuela de Frankfurt, llamaron la horda dorada. Yo observo con asombro, como emocionados mis alumnos de turismo hablan de cómo en el futuro el turismo de crucero cobrará más importancia, que los hoteles añadirán a sus lujos clásicos toda la suntuosidad que la electrónica pone a su alcance, y cómo se construirán transportes y alojamientos espaciales para quienes puedan como Dennis Tito pagar 20 millones de dólares. Es decir, que como sostiene para otros asuntos Umberto Eco: el futuro es el pasado, volvemos a la Edad Media, al Gran Tour, al turismo de élite, en el que solo unos cuantos podrán ser turistas y el resto debemos contentarnos con tenderles bien la cama, prepararles exquisitas comidas, mostrarles los atractivos. Hemos olvidado que ya a inicios de los 80 se planteó la idea de que el turismo es un derecho y no un privilegio de los consumidores del primer mundo. Si estudiamos Turismo, no es solamente para aprender los necesarios conocimientos para desenvolvernos en la mal llamada industria sin chimeneas, sino y sobre todo para preguntarnos ¿por qué el turismo es así? ¿No existen formas, verdaderamente y no de cliché, alternativas de turismo? ¿Es en verdad la solución el llamado turismo sostenible, o solo es el mismo negocio de siempre, arropado de la denominada responsabilidad social?
Lo que quiero decirles, es que no debemos venir a la universidad para aprender, sino para desaprender, para rebelarnos ante aquello que se nos presenta como una verdad incuestionable, para rebelarnos ante una realidad que creo yo es del todo injusta, y esa rebelión es política y por ello mismo académica. Ya no nos creernos que la ciencia es neutra, ya Foucault y desde otro ángulo Kuhn nos demostraron como la academia es también un asunto de poder. Y lo dicho aquí de Turismo a manera de ejemplo, es válido también para Sociología, Antropología, Trabajo Social e Historia.
Alumnos universitarios dedicados a aprender libros en lugar de repensarlos, o peor, dedicados a aprender técnicas, es el triunfo del pensamiento único. Es el paroxismo de la despolitización del alumnado, de la que por cierto no son nuestros estudiantes los responsables, sino nosotros, sus profesores; y por ello el parricidio es la actitud que reclama la época.
La situación está llegando, realmente a límites insostenibles. Ya el viejo Marx nos hablaba del falso mirar, y del falso oír como consecuencia de la alienación capitalista, y hoy asistimos, precisamente, a una degradación de nuestros sentidos a la que nos empuja cada vez más el afán del lucro. La vulgarización del oído se llama MP3 (se supone que tecnológicamente, este formato puede reproducir la fidelidad sonora de otros sistemas, pero el afán de lucro impone la compresión y lo que era música termina convertido casi soloritmo) , y la vulgarización de la vista es el MPEG4 (cuya baja calidad de imagen atenta contra el caracter de arte visual del cine, convirtiéndolo en un mero relato de anécdotas). Estimadas y estimados alumnos, el objetivo no es comprarse un reproductor MP3 o MPG4 sino preguntarse, qué efectos tienen estas tecnologías sobre la sociedad en general y sobre el arte en particular. Comprar lo puede hacer cualquiera, preguntarse, no. Ustedes decidan si quieren ser de los primeros, o por el contrario, académicos, y por ello mismo, repito, profundamente políticos.

Cuando yo ingresé a la Facultad en 1989, mis profesores me dijeron que la revolución estaba a la vuelta de la esquina; ya he dado varias vueltas a la manzana y hasta ahora nada. Pero, como dice Zizek, es precisamente porque no existe ninguna condición para hacer la revolución, que tenemos que hacerla.

Pasemos a cuestionar ahora el orden de las relaciones de género. Si el orden político es llamado pensamiento único, el orden de las relaciones de género es la sociedad falocéntrica.
Y el desmontaje de este orden debe ser una prioridad para nuestra Facultad, porque solo existen 4 profesiones en nuestra Universidad en la que estudian más mujeres que varones: Enfermería, Industrias Alimentarias, Trabajo Social, y Turismo y Hotelería. Y como ven, dos de ellas pertenecen a la Facultad de Ciencias Histórico Sociales. Pero quizá la razón más importante para oponerse al falocentrismo, al que voy a llamar machismo para que me entiendan los machos, es que nuestra Facultad declara repetidamente tener una vocación de justicia, y la situación de la mujer es terriblemente injusta. Y dado el breve tiempo de que dispongo, me limitaré a probar este hecho con el enorme éxito que tuvieron recientemente dos canciones: me refiero a “Te compro tu novia”, y a “Mi niña bonita”; esta última, que llegó a encabezar los ranking de las radios más escuchadas en nuestro país, dice en su letra: “Yo creo que a todos los hombres / les debe pasar lo mismo / que cuando van a ser padres / quisieran tener un niño / luego te nace una niña / sufres una decepción”. Y luego añade a manera de falsa rectificación: “y después la quieres tanto / que hasta cambias de opinión”. Te compro a tu novia, parece la versión musical del clásico ensayo de Gayle Rubin “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, que sostiene, que en sociedades patriarcales las mujeres son meros objetos de intercambio entre varones. Y la canción dice lo mismo, sino démosle una mirada a su letra: “Te compro a tu novia no voy a regatear el precio… Te la compro no creo que saldría cara aunque cueste un millón”, y eso se supone que es un piropo; y luego describe las virtudes de una supuesta mujer perfecta: “linda y apasionada… no cela nunca por nada / Y sabe hacerlo todo en la casa / No sale ni a la esquina, no habla con la vecina / No gasta y economiza y todo lo resuelve tranquila”, y concluye así: “Véndela, véndela… si quieres una mía por ella te las cambio toditas”.
Que haya un tal Lucho Barrios o un tal Ramón Orlando capaces de cantar estas sandeces no es lo que nos preocupa, sino que canciones con semejantes letras lleguen a tener tanto éxito, y que cuando las tocan en alguna fiesta, las mujeres no protesten, sino que presurosas se pongan a bailar al ritmo de algo que las denigra brutalmente.
Pues pienso que nuestras estudiantas, y también nuestros estudiantes deben preocuparse por desmontar tal orden de cosas. Recordemos que Fourier, el genial socialista utópico, ya plateaba la idea en sus tiempos, de que la situación de la mujer es un excelente indicador del progreso social. Y que Engels planteó la doble explotación de la mujer en el capitalismo. Por eso nos alegra que una mujer ocupe el vicerrectorado administrativo en nuestra universidad, y ojalá no tengamos que esperar mucho para tener una rectora, y, por supuesto, una decana en esta Facultad.
Pero en este terreno tales cambios no bastan, es necesario ir mucho más allá en el desorden. Debemos pasar de la teoría freudiana de la envidia del pene, según la cual todas las mujeres hubieran querido ser hombres, al planteamiento del pene envidioso, según el cual la dominación masculina esconde un profundo miedo por la supremacía sexual de la mujer. Si no somos tan radicales habremos de creer que la creación del Ministerio de la Mujer es un gran avance, cuando en realidad es la institucionalización estatal de esta situación de desigualdad, pues este Ministerio se encarga del Programa Nacional de Asistencia Alimentaria, de los Wawawasis, y de otros proyectos similares, es decir, que la ministra resulta siendo una especie de gran cocinera y gran cuidadora de niños. Y por si fuera poco, en el portal oficial del Mimdes, hay un recetario de cocina. Cuando el CONCYTEC pase al Ministerio de la Mujer empezaremos a creer que algo está cambiando. O cuando la elección de una ministra implique un cambio radical en la administración pública; mientras tanto, son solo hombres con falda.

Y quiero llamar la atención aquí también, tal como lo hacen las últimas propuestas de la teoría de género, sobre la terrible injusticia que viven los ancianos y los niños en nuestra sociedad. Baste decir que en la sociedad posmoderna el anciano es visto como una carga y la vejez como una enfermedad y sinónimo de fealdad, lo que, cuándo no, genera un negocio millonario para la industria anti arrugas. En lo que respecta a los niños, cálculos quizá demasiado conservadores, hablan de no menos de 3 millones de personas que viajan al año, con el objetivo de tener relaciones sexuales pedófilas; y estos niños y niñas sometidos al comercio carnal no son ni siquiera prostitutas y prostitutos, sino verdaderamente esclavos sexuales. Otro dato escalofriante, no menos de un millón de mujeres son vendidas, al año, como esclavas sexuales. La trata de blancas, dicen los expertos, está a punto de convertirse en el negocio ilegal más lucrativo, título que hasta ahora ostenta el narcotráfico.
Este es el orden impuesto, nuestra tarea, destruirlo.

Finalmente, en un país con más de 50 etnias, no podemos dejar de hablar de las relaciones interculturales, sobre todo si ha sido la sangre la que ha puesto el tema en el centro del debate político.
Cuando nos enteramos de la actitud que los congresistas adoptaron frente a un conjunto de decretos que estaban generando una huelga de casi dos meses en el oriente peruano, no podíamos menos que recordar al Pablo Macera de antes del fujimorismo, cuando sentenció que el Perú era un burdel. Y cuando salió publicada la lista de más de un centenar de nativos amazónicos que habían sido detenidos, tuvimos que recordar a Arguedas, cuando sostuvo que el Perú estaba en la cárcel. Pero cuando vimos el spot que el gobierno difundió a través de la televisión con los cadáveres de los policías asesinados y presentando a las comunidades selváticas como salvajes, tuvimos que recordar a ese otro spot contra los trabajadores mineros que sirvió de preludio para el asesinato de su dirigente Saúl Cantoral, y se nos vino a la mente, también, a Bryce Echenique, cuando declaró que el Perú es una mierda.

Y se nos vinieron todos estos recuerdos juntos, cuando escuchamos al presidente de la República, que le justa calificarse de presidente de todos los peruanos, señalar que los nativos no son ciudadanos de primera clase; y otra serie de declaraciones que han motivado a Carlos Reyna a comparar el discurso del presidente con los argumentos con los que Ginés de Sepúlveda intentaba justificar la barbarie de la conquista de América.

Pero lamentablemente, no se trata de los exabruptos verbales a los que García ya nos tiene acostumbrados, sino de la política oficial del gobierno, como queda demostrado con cada cosa que dice Mercedes Cabanillas, o con el lenguaje que utiliza Yehude Simon cuando dice, por ejemplo, que los policías fueron “asesinados”, mientras que los nativos “cayeron muertos”; o cuando habla de los “dialectos” de las comunidades utilizando conceptos ya hace mucho superados, y que nos recuerdan a Eduardo Galeano, cuando en tono crítico, hablando de los conquistadores sostuvo que mientras ellos tenían literatura, los conquistados solo tenían tradición oral; mientras aquellos tenían arte, estos a penas artesanía; mientras aquellos adoraban dioses, los de aquí, ídolos; y mientras ellos hablaban idiomas, los aborígenes, justamente, dialectos.

¿Es que no hemos aprendido nada en estos casi dos siglos de vida disque republicana? Así parece demostrarlo el hecho de que el Estado carece de intérpretes oficiales para lo que el Premier llama dialectos.

Este orden de cosas en las relaciones interculturales se llama etnocentrismo, y urge sembrar aquí también el desorden. Cuánto más, en una Facultad que tiene la carrera profesional de Antropología, y cuánto más en una Facultad poblada por una gran cantidad de migrantes, que incluso no tienen como idioma materno al español.

Me dijeron que este discurso tenía que ser eminentemente académico y ha terminado siendo político, pero ya dijimos que todo acto académico es un acto político, y si la política fuera como debiera ser, también todo acto político sería un acto académico, como sostuviera Paulo Freire.

Resumiendo, pienso que la visión de una universidad debe ser la de Saint Just: la revolución solo debe detenerse con la felicidad. Y su misión, el desorden, ese desorden que permita a los condenados a ser pobres diablos a conquistar el cielo, parafraseando nuestro epígrafe inicial de Alberto Guillén. Creo, señor Rector, que ese fue el sentido del discurso que pronunció usted cuando asumió el rectorado y que concluyó citando a García Márquez hablando de un mundo verdaderamente justo. Creo, señoras y señores, que como escribió en una pared en ruinas, el poeta Lolo Palza: “ya nada importa, salvo este desorden”.

*Una versión un tanto mutilada de este texto fue leído el 12 de junio de 2009, como discurso de orden, en la sesión solemne por las Bodas de Plata de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.

1 comentario:

José Luis Ramos Salinas dijo...
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