Por José Luis Ramos Salinas
Luego de los
últimos cambios en el gabinete tras la renuncia del Premier César Villanueva se
ha profundizado el debate en torno al papel que juega la primera dama dentro de
la conducción del gobierno, al punto que un obscuro congresista fujimorista de
apellido Becerril ha pedido la vacancia de Ollanta Humala por dejar que sea su
esposa quien gobierne al país.
La figura de
primera dama no tiene un sustento justificable en una democracia real, pues el
cargo no implica responsabilidades políticas asumidas por elección o por
designación, sino simplemente por el vínculo matrimonial que existe con quien
ha sido elegido presidente, y se supone que nadie se casa para ser primera dama,
sino por razones sentimentales que no tienen por qué derivar luego en algún
ejercicio de poder.
La
mentalidad conservadora, que ve en la familia nuclear un valor social
fundamental, es lo único que sostiene la idea de que la esposa del presidente
es una especie de súper mamá del país que debe atender a los más necesitados.
Por ello, suelen ocuparse de algunos de los programas sociales de los gobiernos
de turno; así Violeta Correa de Belaúnde, apoyó la creación de lo que entonces
se llamaban cocinas populares y centros comunales; Pilar Nores de García,
presidió la Fundación por los Niños del Perú, e impulsó los clubes de madres;
Susana Higuchi ocupó un puesto similar hasta que fue reemplazada por su hija
Keiko que a las responsabilidades mencionadas añadió la de la Fundación Peruana
Cardioinfantil. Quizá la excepción fue Eliane Karp, ya que además de presidir
la asistencial Comisión Nacional de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos,
tuvo un permanente protagonismo político y una actitud confrontacional para con
los críticos del gobierno de su esposo. Pero es Nadine Heredia quien se
distingue claramente de sus antecesoras, pues es evidente que su opinión pesa
mucho en las más altas jerarquías del gobierno de Ollanta Humala, hasta el
punto que no son pocos quienes afirman que es ella quien realmente conduce al
país.
La pregunta
es: ¿Es por su condición de esposa de Ollanta que Heredia tiene tanto poder? En
mi opinión, la respuesta es no. Si bien es innegable que su vínculo matrimonial
tiene un peso, no hay que olvidar que Nadine ha tenido siempre un primerísimo
papel en los proyectos políticos que ha encabezado su esposo, con el Partido
Nacionalista primero y ahora con la alianza Gana Perú. En otras palabras, ella
es una alta dirigente del partido en el poder. Si eso es así, ¿puede ser
censurable su injerencia en el gobierno? Absolutamente no. Imaginemos que Jorge
del Castillo alguna vez es presidente, ¿podría criticarse a Alan García por
influir en las decisiones de éste? Por supuesto que no.
Pero la
situación no es tan simple, porque las cosas serían como las acabo de explicar
si las elecciones fueran una competencia entre partidos que proponen diversos
proyectos políticos basados en una ideología determinada. Lamentablemente, no
es así. Las elecciones son una competencia entre personas que prometen un
conjunto de cosas y que a través de una estrategia de marketing se hacen con el
apoyo de la ciudadanía. Entonces, quien ganó el proceso electoral presidencial
pasado no fue el proyecto político del Partido Nacionalista, sino la persona de
Ollanta Humala. Si es él quien ganó y no su partido, entonces tiene que verse
como antidemocrático que cualquier otra persona sin mandato popular pueda
influir de forma determinante en las acciones del gobierno. En otras palabras,
lo que las críticas a Nadine Heredia demuestran, no es una injerencia indebida
de la mal llamada primera dama, sino la crisis del sistema político que deriva
en una democracia precaria en la que es muy fácil que terminen gobernando
quienes no ganaron las elecciones. En el caso que comentamos no es tan grave,
porque al fin y al cabo, Ollanta y Heredia representan al mismo proyecto
político; pero en el segundo gobierno de García, por ejemplo, terminaron de
ministros quienes perdieron las elecciones, como Ántero Flores, que pertenecía
a quien el líder aprista llamó la opción de los ricos y que fue finalmente
derrotada en las urnas. ¿Para qué votamos si finalmente se aplica el plan de
gobierno de los que pierden?, podríamos decir lamentándonos de nuestra frágil
institucionalidad democrática.
Pero
regresemos a Nadine a quien las encuestas le otorgan el doble de aceptación que
a su esposo. Es evidente sus ganas de meterse en política, que no son de hace
tres años, y es evidente también que tiene dotes para esos menesteres; por lo
que lo más saludable sería que se deshaga del mote de primera dama y se declare
como lo que es, presidenta del Partido Nacionalista Peruano, que es quien
lidera la alianza política actualmente en el poder. Así, sería evidente que una
posible candidatura suya se debería no a su condición de esposa de Ollanta sino
a su trayectoria política dentro del partido que fundó. Y si ganara, le
exigiríamos, por supuesto, que no tuviera un primer damo y que mantuviera a raya una posible intromisión de su esposo,
quien podría dedicarse a vagar por el mundo dando conferencias, oficio muy
común y bien remunerado de los expresidentes de países del tercer mundo.
* Artículo leído a través de Radio Yaraví el 6 de marzo de 2014
2 comentarios:
Pero pensé que Nadine no podía postular por la "Ley Susana" y... ¿el mismo partido Nacionalista puede ser reelecto consecutivamente?
nadine talvez desde un principio se colgo del cachaquito humala, no apoyando a la postura que esta teniendo nadine claro, pero, a falta de pantalones en el gobierno, lo que nos queda es una flada y que falda.
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