LA HORDA BRONCEADA
Por José Luis Ramos Salinas
Mollendo es un pequeño balneario, ubicado en el departamento de Arequipa, al sur del Perú. Febrero es por estos lares el mes central del verano y por tanto es por estas fechas cuando esta localidad litoral recibe la mayor cantidad de visitantes. Este verano me incluí yo, y lo que vi me provocó el siguiente artículo, que espero lean mis alumnos del curso “Teorías Sociales del Turismo”, de la Universidad Nacional de San Agustín.
Uno de los días que duró mi estadía tuve que ubicarme a la entrada de lo que se conoce como la Primera Playa, la de mayor afluencia por ser la más cercana a la zona urbana, desde donde se puede llegar a pie en 10 minutos. Habiéndome posicionado de un pedazo de playa desde las primeras horas de la mañana me tocó presenciar el ingreso de las masas de bañistas que llegaban armados de sombrillas, piscinas inflables, perezosas, refrigerios, lociones contra el sol, pelotas, raquetas y otros adminículos; por supuesto los hay también de los que llegan solo provistos de sus toallas, después de todo, el avituallamiento de todo lo que pudiera faltar está disponible con tan sólo pedirlo, en un sistema de atención delivery verdaderamente impresionante.
Semejante visión de miles de personas invadiendo la playa, no pudo menos que recordarme la visión que de los turistas tuvieron Turner y Ash en su libro “La Horda Dorada”, sólo que ésta era bronceada no más; porque Mollendo está muy lejos de ser una playa exclusiva.
CEVICHE EN BOLSA Y SOPA EN BOTELLÓN
En el mar la vida es más sabrosa y por ello tal vez a los bañistas se les abre el apetito desmesuradamente. Felizmente, para ellos, si algo sobra en Mollendo es la comida. Desde las primeras horas de la mañana un ejército de vendedores ambulantes transitan incansablemente entre los bañistas ofreciendo buñuelos por S/ 1,00 (un dólar americano equivale a 3,3 Nuevos Soles), pizzas de S/. 1,50, chicharrón en bolsa, choclo con queso, rocoto relleno, empanadas, papa rellena, y por supuesto golosinas y los infaltables helados. Como si fuera poco, no menos numerosos mozos de restaurantes improvisados, por decir lo menos (no cuentan con agua corriente), ubicados al lado de la costanera, con carta del menú en mano van de sombrilla en sombrilla ofreciendo diversidad de platos en base a pescado y mariscos, donde el menos costoso no baja de los S/. 14,00; para las familias de menor presupuesto se ofrece un menú económico que consta casi siempre de sopa de pollo caliente (!) y tallarín con carne, todo esto a la suma módica de S/ 5,00.
Claro que, como ya dijimos, algunos se van previstos de ollas repletas de comida, bolsas rebosantes de fruta, y refresco a discreción, no teniendo que comprar nada. Pero en cualquiera de los casos la cantidad de desperdicios producida es inmensa. Como nadie, o casi nadie, va provisto de una bolsa de deshechos, y los basureros están ubicados demasiado alejados para esta gente que a lo que ha venido es a descansar; entonces procede a enterrarlos bajo 2 centímetros de arena o si no le importa el que dirán entonces los dejará allí no más, pensando en el hambre de los pobres cangrejos muertos de miedo por el insoportable ruido de los parlantes que una compañía cervecera ha instalado para que vomiten los ruidos de moda, música para los oídos de los bañistas de moda.
Es cierto que todas las madrugadas un contingente de trabajadores del municipio con escobas y rastrillos en mano intenta recoger todos los desperdicios, pero la noche anterior la marea ya se encargó de llevarse una buena cantidad de los mismos que volverá a poner sobre la arena conforme transcurra el día.
A los bañistas no les preocupa contaminar la playa, porque están ahí por un par de días, así que los estragos producidos no serán sufridos por ellos, sino por los contaminadores que visitarán Mollendo en los días siguientes; quienes “gozarán” de una playa llena de mazorcas, chapas de gaseosas y cervezas, bolsas de plástico, restos de fruta, huesos de pollo, y por qué no, un pañal descartable improvisando de bandera en medio del basural. Pero no por ello se indignarán sino que pondrán su granito de arena porque “por qué me voy a fregar yo no más”.
En estas condiciones entrar al mar es lidiar con malaguas de plástico, tiburones con afilados dientes en forma de plato descartable, anguilas hechas de envolturas de golosinas, los infaltables peces cáscara de plátano, y los peces manzana, (quedando sólo por extrañar un buen pez espada); a lo que hay que añadirle los tibios orines que forman una suerte de mini corriente del Niño; porque los baños públicos cuestan y porque, otra vez, quedan muy lejos para esta gente que ha venido a descansar. La piscina de Mollendo cuenta con detectores de orina, pero los funcionarios municipales no han encontrado la solución tecnológica para hacer lo mismo en el mar, sino nos bañaríamos en un azul tan intenso que sería la envidia del Caribe.
EMPLEOS DE PROPINA
Dicen que el turismo genera empleo, y esa es una verdad innegable; el problema es que nunca nos dicen qué tipo de empleo. Mollendo en verano se convierte en una gigantesca bolsa de trabajo a la que acuden no sólo los mollendinos, sino gente de zonas aledañas y a veces no tan aledañas. Pero los empleos a los que acceden son en muchos sentidos deplorables -aunque los que nunca hayan tenido un trabajo indigno digan que no hay trabajo indigno-; se trata de empleos de ninguna calificación como los que provistos de dos baldes llenan las piscinas que llevan o alquilan los veraneantes, los mozos que llevan la comida hasta las sombrillas, los vendedores ambulantes, los que alquilan sombrillas y perezosas, los que venden cerveza y gaseosas, los heladeros, repartidores de volantes y muchos otros por el estilo que trabajan por propinas o sueldos bajísimos sin seguro social, fondo de pensiones, vacaciones, jornadas laborales reguladas, ni ningún derecho. En el caso de los que vienen de otros lares, a veces con familia incluida, son alojados por sus empleadores en cuartuchos hacinados que harían palidecer a Charles Dickens. Se trata pues de subempleos temporales que alguna riqueza producirán, pero que sin duda no será para los bolsillos de esta gente que atiende a esos que han venido a descansar.
ESTA PLAYA ES MÍA
Pero Mollendo no es sólo su primera y popular playa, hay varias otras; una de ellas lleva el nombre de Albatros; frente a la cual sobre un cerro se han construido hermosas y lujosas casas de playa para envidia de los locales; desde las que sus propietarios o inquilinos bajan por unas gradas hasta su pedazo de playa. El “su” hay que tenerlo en cuenta, pues según los “albatracios” (gentilicio de los que viven en Albatros y no saben quien en Charles Boudelaire) hay unos 100 metros cuadrados de playa que son de su propiedad, y para que quede bien claro, su personal de seguridad coloca cada mañana una cinta que delimita la zona exclusiva y le pone un pare a la chusma que pese a que ha venido a descansar suele darse una caminadita hasta esa playa.
La división es puramente simbólica, pues la cinta no limita el mar y allí calatos y mojados los albatracios son unos más del montón; además la mentada cinta está sobre la arena, y a menudo despistados bañistas y ambulantes la cruzan topándose con la nata social de estas playas no diseñadas para verdaderas natas sociales; pero en fin, despistados los hay en todos los estratos.
DISCOTECA, SALSA, PERREO Y ZONA VIP
Las discotecas en Mollendo las hay para todos los gustos, desde las que se pretenden naif como Rotman´s y Mahui, hasta aquellas en las que hay que ir acompañado al baño si uno no quiere terminar asaltado. Sin embargo, la música que se toca en todas, no tiene mayor variación, imponiéndose la salsa y el llamado perreo (reguetón); como si la música hubiera logrado lo que no pudo el marxismo: la desaparición de las clases sociales.
Pero tanta belleza no es verdad, porque una cosa es bailar “La Gasolina” en el Mahui y otra bailar “La Gasolina” en un hueco cualquiera. Y si a algún socialista utópico le quedan dudas, hay que decirle que incluso dentro del Mahui, hay dos zonas, habiendo sido bautizada una de ellas como “VIP”; a la que sólo se puede acceder pagando un adicional que nos da derecho a un brazalete que dice que somos Vip y no buuuh; con lo que se confirma la creencia gitana de que la vida se puede leer en las manos. Lo curioso es que los de la tal zona Vip toma los mismos tragos que los no vip, y deben ocupar también los mismos baños y la misma pista de baile; con la única diferencia que entre canción y canción, se suben a una terraza a la que sólo los elegidos tienen acceso para resolver sus problemas de identidad y decirse mutuamente como el Correcaminos: vip vip vip.
CÁRCEL DE MUJERES Y STRIPPERS
El turismo de la triple “s”: sun, sea y sex que tanto caracterizó a las playas de todo el planeta, no parece haberse instalado, al menos este año, en ese lejano rincón del mundo llamado Mollendo, pues salvo los que llegan emparejados, al resto sólo le queda la resignación o la prostitución; Mollendo cuenta con un prostíbulo legal y un sistema de damas de compañía, cuya función en muchos casos se reduce simplemente a incentivar el consumo de cerveza en los bares para los que trabajan.
Los amores de verano parecen haber pasado de moda por la prédica anti-sida, por los sermones del conservadurismo católico tan fuerte hoy en día en Arequipa, o quién sabe por qué.
Pero las estrategias publicitarias, no por ello dejan de explotar la variable sexo (tan variable últimamente). Así la discoteca Mahui promociona la denominada “Cárcel de Mujeres”, que consiste en que las chicas hasta las 12:30 de la noche de los viernes pueden consumir toda la cerveza que quieran sin tener que pagar por ella; a esa hora “los hombres entran al ataque”. El gancho es perfecto, salvo que cuando ingresan los animados cazadores descubren que las chicas o son abstemias o se cuidan de no embriagarse, así que el ataque que padecerán no será cardiaco sino hepático.
Además, el ligue con desconocidos y desconocidas ya no resulta tan atractivo como años antes, porque en los tiempos actuales desconocido y peligroso son sinónimos, habiéndose registrado asaltos, violaciones y hasta asesinatos debidamente difundidos por la prensa arequipeña que nos obligan a pensar dos veces antes de compartir un trago con alguien a quien no conocemos debidamente.
Por su parte el Rotman´s se ha decidido por los strippers a fin de atraer al público femenino, desconozco con qué suerte; pero se ve que el gancho sexual empieza a ser efectivo también para atraer a las mujeres; sino vean el spot de la telenovela “Tormenta”, cuyo “fuerte” es que Christian Meier aparecerá semi desnudo.
Pero que esto no nos haga pensar en una igualdad de género (aunque sea hacia lo negativo) porque los carnavales en Mollendo se caracterizan por pandillas de adolescentes varones atacando con alevosía y ventaja a sus pares femeninas a bombazos de agua, en un juego que demuestra sin ambages, junto con todo lo dicho anteriormente, que el mundo sigue siendo salvaje y que los cavernícolas varones se mantienen en el poder, con o sin sombrilla.
13 de febreo del 2006
Por José Luis Ramos Salinas
Mollendo es un pequeño balneario, ubicado en el departamento de Arequipa, al sur del Perú. Febrero es por estos lares el mes central del verano y por tanto es por estas fechas cuando esta localidad litoral recibe la mayor cantidad de visitantes. Este verano me incluí yo, y lo que vi me provocó el siguiente artículo, que espero lean mis alumnos del curso “Teorías Sociales del Turismo”, de la Universidad Nacional de San Agustín.
Uno de los días que duró mi estadía tuve que ubicarme a la entrada de lo que se conoce como la Primera Playa, la de mayor afluencia por ser la más cercana a la zona urbana, desde donde se puede llegar a pie en 10 minutos. Habiéndome posicionado de un pedazo de playa desde las primeras horas de la mañana me tocó presenciar el ingreso de las masas de bañistas que llegaban armados de sombrillas, piscinas inflables, perezosas, refrigerios, lociones contra el sol, pelotas, raquetas y otros adminículos; por supuesto los hay también de los que llegan solo provistos de sus toallas, después de todo, el avituallamiento de todo lo que pudiera faltar está disponible con tan sólo pedirlo, en un sistema de atención delivery verdaderamente impresionante.
Semejante visión de miles de personas invadiendo la playa, no pudo menos que recordarme la visión que de los turistas tuvieron Turner y Ash en su libro “La Horda Dorada”, sólo que ésta era bronceada no más; porque Mollendo está muy lejos de ser una playa exclusiva.
CEVICHE EN BOLSA Y SOPA EN BOTELLÓN
En el mar la vida es más sabrosa y por ello tal vez a los bañistas se les abre el apetito desmesuradamente. Felizmente, para ellos, si algo sobra en Mollendo es la comida. Desde las primeras horas de la mañana un ejército de vendedores ambulantes transitan incansablemente entre los bañistas ofreciendo buñuelos por S/ 1,00 (un dólar americano equivale a 3,3 Nuevos Soles), pizzas de S/. 1,50, chicharrón en bolsa, choclo con queso, rocoto relleno, empanadas, papa rellena, y por supuesto golosinas y los infaltables helados. Como si fuera poco, no menos numerosos mozos de restaurantes improvisados, por decir lo menos (no cuentan con agua corriente), ubicados al lado de la costanera, con carta del menú en mano van de sombrilla en sombrilla ofreciendo diversidad de platos en base a pescado y mariscos, donde el menos costoso no baja de los S/. 14,00; para las familias de menor presupuesto se ofrece un menú económico que consta casi siempre de sopa de pollo caliente (!) y tallarín con carne, todo esto a la suma módica de S/ 5,00.
Claro que, como ya dijimos, algunos se van previstos de ollas repletas de comida, bolsas rebosantes de fruta, y refresco a discreción, no teniendo que comprar nada. Pero en cualquiera de los casos la cantidad de desperdicios producida es inmensa. Como nadie, o casi nadie, va provisto de una bolsa de deshechos, y los basureros están ubicados demasiado alejados para esta gente que a lo que ha venido es a descansar; entonces procede a enterrarlos bajo 2 centímetros de arena o si no le importa el que dirán entonces los dejará allí no más, pensando en el hambre de los pobres cangrejos muertos de miedo por el insoportable ruido de los parlantes que una compañía cervecera ha instalado para que vomiten los ruidos de moda, música para los oídos de los bañistas de moda.
Es cierto que todas las madrugadas un contingente de trabajadores del municipio con escobas y rastrillos en mano intenta recoger todos los desperdicios, pero la noche anterior la marea ya se encargó de llevarse una buena cantidad de los mismos que volverá a poner sobre la arena conforme transcurra el día.
A los bañistas no les preocupa contaminar la playa, porque están ahí por un par de días, así que los estragos producidos no serán sufridos por ellos, sino por los contaminadores que visitarán Mollendo en los días siguientes; quienes “gozarán” de una playa llena de mazorcas, chapas de gaseosas y cervezas, bolsas de plástico, restos de fruta, huesos de pollo, y por qué no, un pañal descartable improvisando de bandera en medio del basural. Pero no por ello se indignarán sino que pondrán su granito de arena porque “por qué me voy a fregar yo no más”.
En estas condiciones entrar al mar es lidiar con malaguas de plástico, tiburones con afilados dientes en forma de plato descartable, anguilas hechas de envolturas de golosinas, los infaltables peces cáscara de plátano, y los peces manzana, (quedando sólo por extrañar un buen pez espada); a lo que hay que añadirle los tibios orines que forman una suerte de mini corriente del Niño; porque los baños públicos cuestan y porque, otra vez, quedan muy lejos para esta gente que ha venido a descansar. La piscina de Mollendo cuenta con detectores de orina, pero los funcionarios municipales no han encontrado la solución tecnológica para hacer lo mismo en el mar, sino nos bañaríamos en un azul tan intenso que sería la envidia del Caribe.
EMPLEOS DE PROPINA
Dicen que el turismo genera empleo, y esa es una verdad innegable; el problema es que nunca nos dicen qué tipo de empleo. Mollendo en verano se convierte en una gigantesca bolsa de trabajo a la que acuden no sólo los mollendinos, sino gente de zonas aledañas y a veces no tan aledañas. Pero los empleos a los que acceden son en muchos sentidos deplorables -aunque los que nunca hayan tenido un trabajo indigno digan que no hay trabajo indigno-; se trata de empleos de ninguna calificación como los que provistos de dos baldes llenan las piscinas que llevan o alquilan los veraneantes, los mozos que llevan la comida hasta las sombrillas, los vendedores ambulantes, los que alquilan sombrillas y perezosas, los que venden cerveza y gaseosas, los heladeros, repartidores de volantes y muchos otros por el estilo que trabajan por propinas o sueldos bajísimos sin seguro social, fondo de pensiones, vacaciones, jornadas laborales reguladas, ni ningún derecho. En el caso de los que vienen de otros lares, a veces con familia incluida, son alojados por sus empleadores en cuartuchos hacinados que harían palidecer a Charles Dickens. Se trata pues de subempleos temporales que alguna riqueza producirán, pero que sin duda no será para los bolsillos de esta gente que atiende a esos que han venido a descansar.
ESTA PLAYA ES MÍA
Pero Mollendo no es sólo su primera y popular playa, hay varias otras; una de ellas lleva el nombre de Albatros; frente a la cual sobre un cerro se han construido hermosas y lujosas casas de playa para envidia de los locales; desde las que sus propietarios o inquilinos bajan por unas gradas hasta su pedazo de playa. El “su” hay que tenerlo en cuenta, pues según los “albatracios” (gentilicio de los que viven en Albatros y no saben quien en Charles Boudelaire) hay unos 100 metros cuadrados de playa que son de su propiedad, y para que quede bien claro, su personal de seguridad coloca cada mañana una cinta que delimita la zona exclusiva y le pone un pare a la chusma que pese a que ha venido a descansar suele darse una caminadita hasta esa playa.
La división es puramente simbólica, pues la cinta no limita el mar y allí calatos y mojados los albatracios son unos más del montón; además la mentada cinta está sobre la arena, y a menudo despistados bañistas y ambulantes la cruzan topándose con la nata social de estas playas no diseñadas para verdaderas natas sociales; pero en fin, despistados los hay en todos los estratos.
DISCOTECA, SALSA, PERREO Y ZONA VIP
Las discotecas en Mollendo las hay para todos los gustos, desde las que se pretenden naif como Rotman´s y Mahui, hasta aquellas en las que hay que ir acompañado al baño si uno no quiere terminar asaltado. Sin embargo, la música que se toca en todas, no tiene mayor variación, imponiéndose la salsa y el llamado perreo (reguetón); como si la música hubiera logrado lo que no pudo el marxismo: la desaparición de las clases sociales.
Pero tanta belleza no es verdad, porque una cosa es bailar “La Gasolina” en el Mahui y otra bailar “La Gasolina” en un hueco cualquiera. Y si a algún socialista utópico le quedan dudas, hay que decirle que incluso dentro del Mahui, hay dos zonas, habiendo sido bautizada una de ellas como “VIP”; a la que sólo se puede acceder pagando un adicional que nos da derecho a un brazalete que dice que somos Vip y no buuuh; con lo que se confirma la creencia gitana de que la vida se puede leer en las manos. Lo curioso es que los de la tal zona Vip toma los mismos tragos que los no vip, y deben ocupar también los mismos baños y la misma pista de baile; con la única diferencia que entre canción y canción, se suben a una terraza a la que sólo los elegidos tienen acceso para resolver sus problemas de identidad y decirse mutuamente como el Correcaminos: vip vip vip.
CÁRCEL DE MUJERES Y STRIPPERS
El turismo de la triple “s”: sun, sea y sex que tanto caracterizó a las playas de todo el planeta, no parece haberse instalado, al menos este año, en ese lejano rincón del mundo llamado Mollendo, pues salvo los que llegan emparejados, al resto sólo le queda la resignación o la prostitución; Mollendo cuenta con un prostíbulo legal y un sistema de damas de compañía, cuya función en muchos casos se reduce simplemente a incentivar el consumo de cerveza en los bares para los que trabajan.
Los amores de verano parecen haber pasado de moda por la prédica anti-sida, por los sermones del conservadurismo católico tan fuerte hoy en día en Arequipa, o quién sabe por qué.
Pero las estrategias publicitarias, no por ello dejan de explotar la variable sexo (tan variable últimamente). Así la discoteca Mahui promociona la denominada “Cárcel de Mujeres”, que consiste en que las chicas hasta las 12:30 de la noche de los viernes pueden consumir toda la cerveza que quieran sin tener que pagar por ella; a esa hora “los hombres entran al ataque”. El gancho es perfecto, salvo que cuando ingresan los animados cazadores descubren que las chicas o son abstemias o se cuidan de no embriagarse, así que el ataque que padecerán no será cardiaco sino hepático.
Además, el ligue con desconocidos y desconocidas ya no resulta tan atractivo como años antes, porque en los tiempos actuales desconocido y peligroso son sinónimos, habiéndose registrado asaltos, violaciones y hasta asesinatos debidamente difundidos por la prensa arequipeña que nos obligan a pensar dos veces antes de compartir un trago con alguien a quien no conocemos debidamente.
Por su parte el Rotman´s se ha decidido por los strippers a fin de atraer al público femenino, desconozco con qué suerte; pero se ve que el gancho sexual empieza a ser efectivo también para atraer a las mujeres; sino vean el spot de la telenovela “Tormenta”, cuyo “fuerte” es que Christian Meier aparecerá semi desnudo.
Pero que esto no nos haga pensar en una igualdad de género (aunque sea hacia lo negativo) porque los carnavales en Mollendo se caracterizan por pandillas de adolescentes varones atacando con alevosía y ventaja a sus pares femeninas a bombazos de agua, en un juego que demuestra sin ambages, junto con todo lo dicho anteriormente, que el mundo sigue siendo salvaje y que los cavernícolas varones se mantienen en el poder, con o sin sombrilla.
13 de febreo del 2006
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