5 ene 2016

Una superintendencia llamada Sunedu*

                                                                       Por José Luis Ramos Salinas 

La nueva ley universitaria aprobada el 2014, trajo, quizás como principal novedad, la desaparición de la Asamblea Nacional de Rectores, organismo de máximo nivel en la antigua ley universitaria y que incluso podía declarar en reorganización alguna universidad y asumir el control de la misma hasta que la situación que provocara tan drástica medida hubiera sido conjurada. La ANR, como era de suponer, estaba integrada por los rectores de todas las universidades del país, públicas y privadas; en otras palabras, se trataba de un mecanismo que permitía que las universidades se gobernaran y se controlaran a sí  mismas, la autonomía universitaria en plena vigencia.
Pero como dijimos, la ANR ha sido desactivada por la nueva ley y en su lugar se ha creado una superintendencia llamada Sunedu, la misma que no depende de las universidades sino que se constituye en un organismo externo a las mismas, y que tiene la prerrogativa de supervisarlas, lo que en la práctica, significa, en gran medida, el fin de la autonomía universitaria.
Pero una cosa es supervisar que las universidades cumplan la ley y otra es irrogarse el papel de interpretadora de la misma, y querer, en base a documentos de menor jerarquía que la ley, imponer sanciones y lanzar amenazas a diestra y siniestra, convirtiendo a las universidades en dependencias de segundo orden que deben bailar al ritmo que la Sunedu va imponiendo en un ascenso de atribuciones que el gobierno va avalando mes a mes.
Y esto es tan así, que el 31 de diciembre pasado, pudo ser el fin del mundo. Pues, violando la ley, que no establecía plazo fijo alguno, la Sunedu amenazó con acciones legales, recortes de presupuesto y hasta desconocer los grados y títulos otorgados por las universidades que hasta esa fecha fatídica, no hayan elegido nuevas autoridades. Y esto resulta un buen ejemplo, porque la ley indica explícitamente que el plazo para cambiar autoridades se extiende hasta antes de que las actualmente elegidas concluyan su mandato; en el caso de la Unsa esto podía irse sin problema alguno hasta fines del 2017, y en el caso de San Marcos hasta los primeros meses del 2016. Y es precisamente el enfrentamiento de la Sunedu con el rector Cotillo lo que ha demostrado dos cosas, primero, que el poder de la Sunedu está creciendo de forma descontrolada y omnipotente, y que la gran mayoría de juristas del país están de acuerdo en que en este particular caso, quien tiene la razón es el rector de la San Marcos. Lamentablemente, quien lleva a cabo esta lucha, no cuenta con una buena imagen ni prestigio y eso le facilita las cosas a la Sunedu, para colocarse por encima de la ley.
La mayoría de universidades decidieron someterse al capricho de la Sunedu y renovaron autoridades, pero eso es lo de menos, lo que viene ahora es lo que realmente importa.
Con nuevas autoridades las universidades, incluida la Unsa, empiezan a trabajar para adecuar su organización y funcionamiento a la nueva ley, que no es draconiana, es cierto, pero cuando a la ley se le suma la Sunedu, lo que resulta es el Leviatan, quien si las universidades siguen sin capacidad de respuesta a la Sunedu, se convertirá en un monstruo maniatador de las universidades a un nivel tal que no soñaron ni las peores dictaduras que vivió nuestro país en época reciente.
Pensemos que quien dirige la Sunedu es la economista Lorena Masías, quien posee un currículo espectacular, hasta ahí ningún problema, pero entre sus pergaminos está el de ser una experta del Fondo Monetario Internacional y asesora de la alta dirección del Instituto Libertad y Democracia, sí, el de Hernando de Soto, con enorme influencia mundial en la aplicación de políticas neoliberales en los llamados países en vías de desarrollo. Y esa particular ideología, disfrazada de tecnicismo, es sin duda la que inspira cada una de las medidas que viene implementando la Sunedu.
Por ejemplo, en mayo, una delegación de la Sunedu, llegará a la Unsa para ver como va el proceso de licenciamiento de cada una de las escuelas profesionales que tiene esta universidad, y una de las cosas que evaluará es la demanda que existe sobre sus egresados por parte del mercado laboral. No me extrañaría que la Sunedu decida que ese es el primer indicador a tener en cuenta y que por tanto recomiende el cierre de las carreras que nos hacen precisamente una universidad y no un mero proveedor de profesionales al mercado.
En otras palabras, lo que está en juego, no es si se renuevan autoridades o no, si no la supervivencia misma de la universidad como generadora de conocimiento, pero también como institución que tiene entre sus fines primordiales la búsqueda de la verdad, la justicia y la belleza; y eso casi siempre es visto con espanto por el mercado.

*Publicado el día 4 de enero de 2016, en el diario Noticias de Arequipa, Perú; en mi columna de opinión denominada Letra Menuda.






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