8 feb 2016

Qué vergüenza no tener vergüenza*

                                                Por José Luis Ramos Salinas 

El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, consigna varias acepciones para la palabra vergüenza, dos son las que nos interesan aquí: “Turbación del ánimo ocasionada por la conciencia de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante”; y “Estimación de la propia honra y dignidad”.
Cuando la vergüenza se mezcla con la política surgen cosas tan inverosímiles como el “voto vergonzoso”, que lo entendemos aquí como el hecho de que un elector responde a quien se lo pregunte, mintiendo respecto a por quién votará o  votó, ya que hacerlo público, le da vergüenza, es decir, que sabe perfectamente que votar por quién votó es una acción deshonrosa. La pregunta entonces es: ¿cómo alguien puede votar por un candidato que le provoca vergüenza apoyarlo? La respuesta hay que buscarla en el campo escatológico, en el sentido fisiológico, de la política.
Un efecto práctico del voto vergonzoso se hace presente en las encuestas que buscan medir las preferencias electorales en un momento dado de la campaña, e incluso en las denominadas: encuestas a boca de urna. Cuando los resultados de quién es considerado un candidato vergonzante son mayores que lo que las encuestas estimaron, entonces la explicación viene dada por el vergonzante voto vergonzoso.
Que alguien vote tragándose su vergüenza es lamentable, pero que la gente vote por candidatos vergonzantes y que no tenga reparos en hacer pública su preferencia es lo que las abuelas llamaban una desvergüenzura.
En el Perú nos hemos visto obligados más de una vez a elegir el mal menor, también se ha hecho presente el voto vergonzoso, pero a lo que ahora estamos asistiendo, me temo, es al voto desvergonzado, a la política sinvergüenza con políticos sinvergüenzas y votantes sin vergüenza ni propia ni ajena.
Sino ¿cómo explicar un 30% de apoyo a Keiko con todo lo que hizo su padre con su aplauso? Porcentaje que no ha variado con su lista vergonzante de candidatos al congreso, y que no variará luego de haberse hecho público el manejo estilo gánster de sus fondos de campaña, y es que la mafia se puede golpear el pecho, pero cambiar jamás.
¿Cómo explicar que denuncia tras denuncia contra César Acuña no se registre ningún bajón significativo en el número de votantes que le dan su apoyo? Incluso algunos analistas especulan que si siguen apareciendo más plagios o lo que fuese, podría surgir un efecto contrario y aumentar su caudal de votos; por allí debe ir la intención de la campaña publicitaria que intenta comparar al avivado de Acuña con nada menos que Martin Luther King, bajo el supuesto argumento que tienen algo en común: los dos plagiaron.
El caso de Alan no es distinto, si no les gustó que libere narcotraficantes no voten por mí, dijo el ex presidente seguro de que el elector peruano se puede tragar los peores sapos. Interesante y vergonzante resulta además, que quienes más buscan que los electores activen, cual mecanismo de defensa, su sentido de vergüenza respecto a lo vergonzante de los otros candidatos, son los alanistas. Es decir: ¡Cómo pueden votar por un plagiador cuando pueden hacerlo por un doctor bamba que liberó narcotraficantes en masa y un largo etc.! Vergonzante discurso que no provoca vergüenza alguna en quienes lo difunden hasta en sus propios Facebook, exponiéndose hasta con su círculo más cercano.
Aunque salvando las distancias, lo mismo ocurre con Julio Guzmán, quien luego de su ascenso en las encuestas ha sido puesto en evidencia sobre las incoherencias de sus propuestas, sus vínculos sospechosos con el poder económico y el carácter de fachada democrática del pseudo partido por el que postula. Pero nada de eso hará que baje en las encuestas, hasta puede ser que siga subiendo.
Hace unos años José Luis Vargas publicó un libro titulado “Adiós a la Vergüenza”, en el que daba cuenta de este hecho en los reality show. Como hemos visto, ahora el título aplica también a la política peruana y entonces tal vez Hildebrandt se equivoque cuando cree que Acuña es el presidente que nos merecemos, tal vez ese vergonzante sitial le corresponda a Laura Bozzo.

*Publicado en el diario Noticias del 8 de febrero de 2016


1 comentario:

jesus valdez marroquin dijo...

todo inmerso en la crisis de la democracia participativa, de la cual aùn mantiene en nosotros un sistema electoral que no ha tenido ni las reformas para amenguar su problematica electoral.