
28 jul 2009
La despolitización

22 jul 2009
29 jun 2009
La psicologización del mundo

Por José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com
Algunos autores califican a la sociedad actual, como una sociedad de la incertidumbre; otros la llaman sociedad del riesgo. Lo claro es que ya no hay nada constante. En estos tiempos, el tiempo ya no es tiempo; y el espacio es un no lugar. Todo cambia y hasta lo más sólido se desvanece en el aire. Así la amistad ya no es un apretón de manos, sino una cifra titilando en la sección de número de amigos del Hi5; el amor ya no es una pareja caminando tomada de la mano con el crepúsculo de fondo, sino unos labios en la pantalla del Messenger, que van creciendo y hacen muach; y hasta el sexo ya no es dos cuerpos entrelazados, sino dos mouses de punteros frenéticos.
En una sociedad con semejantes cambios, no me queda duda de que nuestra psiquis es flagelada permanentemente; y por ello se hace imprescindible que todos nos acerquemos a la psicología, a esta ciencia que tiene que ser cada día más apasionante, porque se dedica precisamente al estudio del comportamiento humano, ya no tan humano, por cierto.
La lectura del libro “Temas actuales de psicología” que ha editado el Dr. Helarf La Torre, me lleva a reflexionar sobre tres asuntos que esta noche quiero compartir con ustedes. El primero tiene que ver con lo que voy a llamar la psicologización del mundo, el segundo es la transdisciplinariedad, y el tercero es la sociología de la ciencia.
Expliquemos a qué nos referimos cuando hablamos de la psicologización del mundo. Suele circular por correo electrónico diversas cadenas que intentan demostrar cómo el hombre contemporáneo encuentra problemas donde antes no los había. Así se dirá que antes los niños eran tímidos y que hoy en cambio tienen problemas de socialización; antes estaban tristes, ahora sufren de depresión; antes solo pensaban en jugar, ahora son ludópatas; antes eran traviesos, ahora son hiperactivos; antes eran inteligentes, ahora son niños índigo; antes los niños de cuando en cuando se mostraban descontentos consigo mismos, hoy tienen baja la autoestima; antes eran “pegalones”, ahora tienen problemas de agresividad; antes la familia era la familia, fuese como fuese; hoy las familias son disfuncionales; antes los niños que les iba mal en el colegio eran malos estudiantes, ahora tienen problemas de aprendizaje; antes algunos niños eran pegados a la mamá, ahora sufren de sobreprotección; antes jugaban al papá y a la mamá, y a veces al doctor, ahora tienen conductas sexuales inapropiadas; antes se les corregía, ahora se los maltrata psicológicamente; antes necesitaban una cuera, ahora requieren tratamiento psicológico.
Entender las cosas así, revela sin duda, un poco de ignorancia, pues también podríamos decir: antes la gente se moría de dolor de estómago, hoy lo hacen de tumores carcinoides colonorectales; y eso no implica que ahora seamos más problemáticos, o que las enfermedades se hayan sofisticado, sino que la medicina ha avanzado en cuanto al diagnóstico de lo que nos aqueja.
Sin embargo, es innegable también, que lo que llamamos la vida moderna, o ahora posmoderna, ha generado la aparición de nuevas enfermedades como la muy reciente gripe AH1N1, de la que los promotores de las cadenas descritas, podrían decir que no es más de lo que las abuelas llamaban resfrío, lo que obviamente no es así.
Pues bien, esta vida moderna o posmoderna, también ha generado una serie de fenómenos de graves implicaciones psicológicas que requieren la intervención de profesionales de esa área. En otras palabras, si en algo tienen razón las cadenas que mencionábamos al principio es que ahora necesitamos más ayuda psicológica que antes.
Yendo al libro, entonces:
El artículo de Francisco Gil, titulado: “Dirección y Liderazgo”, nos demuestra que la administración de recursos humanos es un tema mucho más complejo de lo que habitualmente se supone, y que se requiere del concurso de psicólogos para una adecuada selección de personal, sobre todo de aquellos que ocuparán los cargos más altos en la organización, si se quiere que ésta tenga altos niveles de eficiencia y eficacia.
El artículo “Técnicas y las nuevas narrativas en la intervención” de Pilar Munuera; nos propone un método para recomponer las relaciones entre los miembros de la familia para la superación de los problemas que la agobian.
Néstor Blajeroff nos descubre una dimensión trascendente de la ancianidad, y precisamente en una sociedad que podríamos calificar, sin exagerar, de gerontofóbica.
La importancia de los aportes de la psicología en el campo de la salud es lo que nos explica el artículo que escribe David Jáuregui a propósito de la obra de Charles Spielberger.
Las vicisitudes de la psicología individual de Adler en Hispanoamérica es lo que nos describe el texto de Ibarz y León.
El grave problema de la comprensión lectora en nuestro país, es abordado por Ricardo Canales a través de un trabajo de investigación aplicado en el Callao.
Los estilos de aprendizaje a nivel de posgrado son el tema de reflexión de Pareja y Muratta.
Mientras que Jácobo y Alarcón investigan acerca de problemas de atención y su repercusión en el rendimiento escolar.
Helarf La Torre nos va a exponer la necesidad de estudiar la problemática relación del hombre con su ambiente laboral y organizacional, en lo que se ha venido a llamar: ergonomía.
Y Reynaldo Alarcón, revisará la trayectoria del psicólogo mexicano Rogelio Díaz-Guerrero para plantear la pertinencia de la perspectiva transcultural en lo que sería una etnopsicología.
Como vemos, este libro trata sobre un conjunto de temas bastante diversos entre sí, pero que se vinculan, fuertemente, al mismo tiempo, porque todos merecen la máxima atención de la psicología.
Es pues esta diversidad temática, que abarca aspectos como: liderazgo, el desarrollo del yo, la ancianidad, la salud, el estilo de vida, la lectura, el aprendizaje, la conducta, la ergonomía, lo transcultural, el etnocentrismo y otros; lo que nos lleva a hablar de la psicologización del mundo. Es decir, pienso que no hay tema alguno, fenómeno alguno en el que la voz del psicólogo no tenga algo que decir.
Y eso nos lleva al segundo punto que queremos plantear aquí: la transdisciplinariedad.
Pues si no hay asunto alguno sobre el que no pueda pronunciarse la psicología, tenemos que aceptar de hecho, de que esta ciencia estará interviniendo sobre aspectos acerca de los cuales otras ciencias también tienen algo que aportar.
Me imagino que es por ello que se me ha invitado a comentar este libro, pues como sociólogo tengo apenas una formación amateur en temas psicológicos, solo que creo, que los temas psicológicos son al mismo tiempo temas sociológicos, y sin duda, también del ámbito de otras ciencias.
Sino veamos, el tema de Liderazgo que aborda Gil puede también ser reclamado por los administradores, e inclusive por la sociología de las instituciones. Sobre el tema de nuevas narrativas de Pilar Munuera, también tendría algo que decir el análisis del discurso. Las propuestas sobre la ancianidad que hace Blajeroff, pueden ser abordadas también desde las nuevas perspectivas de las teoría de género y lógicamente también por la sociología de la familia. Jáuregui, al hablar de la psicología de la salud está tocando un asunto que sin duda la medicina sentirá también como suyo. Los rastros de la psicología adleriana en Hispanoamérica que exploran Ibartz y Ramón, son también un tema que puede ser abordado por la historia. La lectura, el aprendizaje y la atención sobre los que escriben Canales, Pareja, Muratta, Jácobo y Alarcón, son sin duda asuntos de interés de las ciencias de la educación. La ergonomía que nos explica La Torre, es también abordada por la ingeniería de sistemas. Y la psicología transcultural que trae a colación Alarcón, sin duda, tiene muchos puntos de contacto con la antropología.
Se trata pues de lo que el filósofo Edgar Morin llama: Inter-trans-poli-disciplinariedad. Qué bueno entonces que un libro que se titula: Temas actuales de psicología, trate tan diversos aspectos, que invitan a otras ciencias a entrar a un diálogo interdisciplinario; a plantear proyectos conjuntos, es decir, polidisciplinarios; e incluso a poner en duda los límites de cada ciencia a través de la transdisciplinariedad.
Este libro, de hecho, nace, como lo dice el editor en su presentación, en la Unidad de Posgrado de Psicología, en cuyas maestrías y doctorados no solo estudian licenciados en psicología, sino gentes que provienen de otras disciplinas.
Entrando al tercer tema debo decir que como sociólogo, el artículo que más me ha gustado es el de Néstor Blajeroff, pues parte de la constatación de un orden de cosas en torno a la situación del anciano en la sociedad, y luego plantea una propuesta de cambio, que incluso engarza dentro de un proceso social tan grande como es la globalización. En ese sentido, Blajeroff está haciendo política; y con ello desnuda la supuesta neutralidad ideológica de la ciencia.
Como ya lo ha demostrado Michell Foucault y a su modo Thomas Kuhn, el saber es también un asunto de poder, de manera tal que es perfectamente legítimo hablar de una sociología de las ciencias, es decir, de una disciplina que estudie las relaciones de poder dentro de los ámbitos académicos, y cómo la ciencia misma, es resultado y causa de esas particulares relaciones.
A lo que voy es a la ya vieja idea de Wright Mills, de que todo asunto psicológico es en el fondo un asunto sociológico. Sino veamos uno a uno los artículos que reúne el libro que presentamos esta noche.
El liderazgo implica la existencia de unos pocos líderes y de muchos liderados y eso necesariamente genera un conjunto de relaciones sociales particulares entre y dentro de esos niveles. Pero debiera llevarnos a preguntar también: ¿A qué metas nos lleva el líder? Y obviamente a la siguiente ¿compartimos esas metas? No se trata, entonces, solamente de indagar acerca de las cualidades del líder, sino acerca de lo que éste pretende alcanzar haciendo uso de sus virtudes.
Las técnicas de intervención en la familia, necesariamente tienen que desarrollarse bajo el supuesto de lo que consideramos una familia ejemplar. Y aquí no podemos evadir el intenso debate acerca de la crisis de la familia nuclear, en el que algunos quieren su recuperación y otros, su radical transformación.
La psicología de la salud debe aceptar el hecho que categorías como enfermedad y salud son históricas, en cuanto no siempre han significado lo mismo, al punto que hoy se habla de una medicina cosmética que cura la enfermedad de la fealdad; y que ahora como antaño, lo que se considera mórbido viene acompañado de discriminación, lo que es un fenómeno básicamente sociológico.
El psicoanálisis, dentro del cual están los aportes de Adler, es ahora una herramienta poderosa de interpretación de la sociedad, que se ha fundido incluso con el marxismo. Y de otro lado, las tesis mismas de Freud vienen siendo cuestionadas desde el feminismo, que es al mismo tiempo un movimiento teórico y político.
Los problemas de lectura, de atención y de aprendizaje, deben llevarnos a preguntarnos: ¿Qué leemos? ¿Qué aprendemos? Y, sobre todo, ¿quién decide lo que debemos leer y aprender? No es casual, por ejemplo, que en muchos colegios de Latinoamérica se haga leer a los adolescentes el texto titulado “Juventud en Éxtasis” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que es el representante “literario” de un proyecto ideológico determinado.
De otro lado, la, sin duda, legítima preocupación por la ergonomía, no debe hacernos olvidar el carácter alienante del trabajo en el sistema capitalista. Por más cómodos que trabajemos, esto no afecta los principios económicos del capitalismo, ni la mercantilización de nuestra fuerza de trabajo.
La psicología transcultural es, para lo que intento explicar, un buen ejemplo. Pues sus propuestas atentan contra la psicología etnocéntrica, y el etnocentrismo es, al fin y al cabo, un proyecto ideológico.
Así resulta que este libro es en realidad una invitación al debate y la polémica, pero no solo dentro de los márgenes de la psicología, sino que admite críticas y propuestas desde otras ciencias, que permitan, lo que Morin llama, la ecologización del conocimiento.
Este es pues un libro plural desde donde se le mire, los autores provienen no solo desde distintas canteras académicas, sino también de distintas latitudes geográficas, los hay consagrados y quienes recién se inician en la tarea de publicar; y como hemos visto, los temas abordados son además bastante variados.
Hubo un tiempo en que la homogeneidad era considerada como un valor; ahora es más bien la heterogeneidad lo que se ansía, y por ello este libro no solo tiene la riqueza de cada uno de sus artículos, sino que su conjunto mismo posee una sinergia que invita a la lectura y a romper las cadenas de lo que Ortega y Gasset llamaba la barbarie del especialismo. Lo que quiero decir, y con esto termino, es que aunque el libro titule “Temas actuales de psicología”, en verdad puede y debe ser leído por gente proveniente de todas las ramas de las ciencias; pues todos estamos obligados a interesarnos por el estudio del hombre y su psiquis. Y después de todo, quién hoy en día, no necesita tratamiento psicológico.
* Texto leído en la Sala Atenas del Complejo Cultural de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Perú, el 26 de junio de 2009
23 jun 2009
De lo académico como un acto político
Por José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com
14 de junio de 2009, dentro de dos días, nuestra Facultad, en la que nos hemos formado y en la que ahora trabajamos, cumplirá 25 años de historia, cumplirá sus bodas de plata. Este aniversario, por tanto, no es uno más, acostumbrados como estamos a dar un significado especial a ciertos números.
Dar el discurso de orden en las circunstancias explicadas, resulta, por tanto, para mí, un honor, al que les revelo, en un primer momento intenté rechazar, convencido como estaba de que la ocasión ameritaba que un docente de mayor trayectoria ocupara este lugar. Pero se me explicó que lo que se quería era romper el paradigma y dar la oportunidad a un profesor que hace a penas unos meses recibió su resolución de nombramiento, y entonces, partidario, como soy, del cambio y enemigo de la parálisis paradigmática de la que nos habla Thomas Kuhn (Estructura de las Revoluciones Científicas) y a su modo Joel Baker (en su libro: Paradigmas: el negocio de descubrir el futuro); acepté, ya no el honor, sino el reto de dirigirme a la comunidad académica de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales, para poner en debate un conjunto de ideas que presentaré en unos minutos.
Así, puesto en claro las cosas, debo citar como epígrafe de este discurso un verso del gran poeta Charles Baudelaire (que por cierto el Che lo leía tanto como a Marx) que dice: “Raza de Caín, sube hasta el cielo / ¡y arroja a Dios sobre la tierra!”. Y debo citar también a nuestro poeta arequipeño Alberto Guillén cuando blasfema: “Yo he de ayudar al Diablo a conquistar el cielo”. Y finalmente, debemos también recordar a Alberto Hidalgo: cuando nos dice que él está a la izquierda de la izquierda, mientras nosotros, continúa el creador del simplismo, y estoy hablando en primera persona, seguimos siendo los mismos cojudos con los mismos ternos.
Pero ya se ha dicho repetidas veces hasta caer en el lugar común, hasta que la frase ya no significa nada en esta crisis del episteme de la que hablaba Michell Foucault, o de la tragedia del lenguaje vacío de la que escribe Bauman y de la que vino a hablarnos a Arequipa el poeta chileno Raúl Zurita, que la Universidad no es una isla sino que se debe a la comunidad.
En la política, el orden ha sido descrito, con exactitud brillante, como “Pensamiento único”, por Ignacio Ramonet. Así las cosas, Aníbal Quijano dirá que “por primera vez en su historia, la especie humana en su totalidad apareció… encuadrada dentro de un mismo y único patrón de poder… la legitimidad de este poder parecía virtualmente plena, ya que no solo habían sido derrotados los proyectos alternativos, sino también la crítica y sus fundamentos fueron empujados fuera del debate público”. Así, el que disiente de este pensamiento único que tiene como ejes la democracia representativa (en verdad, delegativa) y la economía de libre mercado (en verdad la mercantilización de la totalidad de la vida social), ya no es un rival ideológico o un opositor político; sino un salvaje, o un ignorante manipulado, o un enemigo de la modernidad y el desarrollo, o simplemente, un terrorista. O para decirlo con las palabras de Apuleyo, Montaner y Álvaro Vargas Llosa: un idiota. Ya lo había anunciado León Gieco cuando cantó: “Qué nos dirán por no pensar lo mismo / Ahora que no existe el comunismo / Estarán pensando igual /Ahora son todos enfermitos… / Ahora son todos drogadictos”. Parecemos todos personajes de Matrix, comiendo y defecando por voluntad de otros y hasta protestando para seguir un programa que se da el lujo de permitir alguna pintoresca disidencia.
Esta Facultad se fundó en 1984, y esa fecha es el título de la obra de George Orwell que describe con espanto nuestro presente, caracterizado por la dictadura perfecta del Gran Hermano, por el Ministerio de la Verdad, dedicado a falsificar la historia; por el Ministerio del Amor que se ocupa de la tortura; el Ministerio de la Paz, encargado de promover la guerra; el Ministerio de la Abundancia que mantiene a la población en la subsistencia; y por supuesto con su policía del pensamiento, para arrestar a todo aquel que no tenga en su cabeza lo que estamos llamando pensamiento único y que en la obra se conoce como doblepensar. Y es que hasta las palabras han cambiado de significados y han sido apropiadas por quienes detentan el poder. Así EEUU no coloniza Irak, sino que lo democratiza; y nuestro gobierno no privatiza la selva sino que la recupera para 28 millones de peruanos.
Así por ejemplo, nos descubrimos hablando de calidad total, de competitividad, del éxito como un valor, sin tomar conciencia que todo esto forma parte de un discurso ideológico que Bourdieu llama la nueva vulgata planetaria y que merece ser desmantelado o por lo menos puesto en duda.
Y aquí viene la gran tarea que creo yo nos toca a todos los que formamos parte de esta Facultad, sobre todo a sus estudiantes: La tarea de preguntar.
Recordemos que en la UNSA, la profesión no se llama Asistencia Social, sino Trabajo Social, y eso no es anecdótico, sino que tiene profundo significado. Y recordemos que hace unas semanas algunos alumnos de Turismo pedían en un oficio que sus profesores sean sobre todo técnicos. Este pedido debe ser entendido como una señal de alarma, creo yo, señor Decano. Pienso que no es casual que la Escuela de Turismo pertenezca a la Facultad de Ciencias Histórico Sociales sino que ese hecho evidencia que para nosotros el turismo no es un negocio, sino un fenómeno social de inmensas y complejas connotaciones, que mueve a 800 millones de personas al año y un millón de millones de dólares en el mismo periodo. Pienso que esta Escuela nació no para promover lo que los turistólogos mexicanos Sergio Rodríguez y Sergio Molina llaman críticamente el turismo de marketing; sino para desmenuzar y despedazar lo que Turner y Ash, siguiendo los lineamientos de la Escuela de Frankfurt, llamaron la horda dorada. Yo observo con asombro, como emocionados mis alumnos de turismo hablan de cómo en el futuro el turismo de crucero cobrará más importancia, que los hoteles añadirán a sus lujos clásicos toda la suntuosidad que la electrónica pone a su alcance, y cómo se construirán transportes y alojamientos espaciales para quienes puedan como Dennis Tito pagar 20 millones de dólares. Es decir, que como sostiene para otros asuntos Umberto Eco: el futuro es el pasado, volvemos a la Edad Media, al Gran Tour, al turismo de élite, en el que solo unos cuantos podrán ser turistas y el resto debemos contentarnos con tenderles bien la cama, prepararles exquisitas comidas, mostrarles los atractivos. Hemos olvidado que ya a inicios de los 80 se planteó la idea de que el turismo es un derecho y no un privilegio de los consumidores del primer mundo. Si estudiamos Turismo, no es solamente para aprender los necesarios conocimientos para desenvolvernos en la mal llamada industria sin chimeneas, sino y sobre todo para preguntarnos ¿por qué el turismo es así? ¿No existen formas, verdaderamente y no de cliché, alternativas de turismo? ¿Es en verdad la solución el llamado turismo sostenible, o solo es el mismo negocio de siempre, arropado de la denominada responsabilidad social?
Cuando yo ingresé a la Facultad en 1989, mis profesores me dijeron que la revolución estaba a la vuelta de la esquina; ya he dado varias vueltas a la manzana y hasta ahora nada. Pero, como dice Zizek, es precisamente porque no existe ninguna condición para hacer la revolución, que tenemos que hacerla.
Pasemos a cuestionar ahora el orden de las relaciones de género. Si el orden político es llamado pensamiento único, el orden de las relaciones de género es la sociedad falocéntrica.
Y quiero llamar la atención aquí también, tal como lo hacen las últimas propuestas de la teoría de género, sobre la terrible injusticia que viven los ancianos y los niños en nuestra sociedad. Baste decir que en la sociedad posmoderna el anciano es visto como una carga y la vejez como una enfermedad y sinónimo de fealdad, lo que, cuándo no, genera un negocio millonario para la industria anti arrugas. En lo que respecta a los niños, cálculos quizá demasiado conservadores, hablan de no menos de 3 millones de personas que viajan al año, con el objetivo de tener relaciones sexuales pedófilas; y estos niños y niñas sometidos al comercio carnal no son ni siquiera prostitutas y prostitutos, sino verdaderamente esclavos sexuales. Otro dato escalofriante, no menos de un millón de mujeres son vendidas, al año, como esclavas sexuales. La trata de blancas, dicen los expertos, está a punto de convertirse en el negocio ilegal más lucrativo, título que hasta ahora ostenta el narcotráfico.
Finalmente, en un país con más de 50 etnias, no podemos dejar de hablar de las relaciones interculturales, sobre todo si ha sido la sangre la que ha puesto el tema en el centro del debate político.
Y se nos vinieron todos estos recuerdos juntos, cuando escuchamos al presidente de la República, que le justa calificarse de presidente de todos los peruanos, señalar que los nativos no son ciudadanos de primera clase; y otra serie de declaraciones que han motivado a Carlos Reyna a comparar el discurso del presidente con los argumentos con los que Ginés de Sepúlveda intentaba justificar la barbarie de la conquista de América.
Pero lamentablemente, no se trata de los exabruptos verbales a los que García ya nos tiene acostumbrados, sino de la política oficial del gobierno, como queda demostrado con cada cosa que dice Mercedes Cabanillas, o con el lenguaje que utiliza Yehude Simon cuando dice, por ejemplo, que los policías fueron “asesinados”, mientras que los nativos “cayeron muertos”; o cuando habla de los “dialectos” de las comunidades utilizando conceptos ya hace mucho superados, y que nos recuerdan a Eduardo Galeano, cuando en tono crítico, hablando de los conquistadores sostuvo que mientras ellos tenían literatura, los conquistados solo tenían tradición oral; mientras aquellos tenían arte, estos a penas artesanía; mientras aquellos adoraban dioses, los de aquí, ídolos; y mientras ellos hablaban idiomas, los aborígenes, justamente, dialectos.
¿Es que no hemos aprendido nada en estos casi dos siglos de vida disque republicana? Así parece demostrarlo el hecho de que el Estado carece de intérpretes oficiales para lo que el Premier llama dialectos.
Este orden de cosas en las relaciones interculturales se llama etnocentrismo, y urge sembrar aquí también el desorden. Cuánto más, en una Facultad que tiene la carrera profesional de Antropología, y cuánto más en una Facultad poblada por una gran cantidad de migrantes, que incluso no tienen como idioma materno al español.
Me dijeron que este discurso tenía que ser eminentemente académico y ha terminado siendo político, pero ya dijimos que todo acto académico es un acto político, y si la política fuera como debiera ser, también todo acto político sería un acto académico, como sostuviera Paulo Freire.
Resumiendo, pienso que la visión de una universidad debe ser la de Saint Just: la revolución solo debe detenerse con la felicidad. Y su misión, el desorden, ese desorden que permita a los condenados a ser pobres diablos a conquistar el cielo, parafraseando nuestro epígrafe inicial de Alberto Guillén. Creo, señor Rector, que ese fue el sentido del discurso que pronunció usted cuando asumió el rectorado y que concluyó citando a García Márquez hablando de un mundo verdaderamente justo. Creo, señoras y señores, que como escribió en una pared en ruinas, el poeta Lolo Palza: “ya nada importa, salvo este desorden”.
*Una versión un tanto mutilada de este texto fue leído el 12 de junio de 2009, como discurso de orden, en la sesión solemne por las Bodas de Plata de la Facultad de Ciencias Histórico Sociales de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.
Seamos viejos, seámoslo siempre

Por José Luis Ramos Salinas
Así fue quedando claro que la vida no era un continuo discurrir sino una secuencia de estancos que podían tener menos o más prestigio: estatus, le decimos los sociólogos. En esta concepción de la vida, la vejez aparece como una enfermedad y el viejo como una carga cuando no como un estorbo. Vivir la vejez se convierte entonces en un reto difícil de sortear y la mayoría opta por negar su condición, mintiendo sobre su edad o sometiéndose a traumáticas cirugías estéticas que cada vez son más vistas como intervenciones terapéuticas, contra ese “terrible mal” que es la ancianidad.
Los versos de Lao Tse, recobrarán entonces nuevo sentido; pues en sociedades como la nuestra hay que aprender a vivir varias veces. Cuando la juventud ya ha quedado atrás, necesitamos nuevamente encontrar el camino, para disfrutar de nuestras fatigas que nos obligan a detenernos y observar el paisaje, para deleitarnos de nuestras agitaciones que permiten llenar nuestros pulmones de oxígeno, para congratularnos de nuestros dolores que nos revelan la verdadera condición del ser humano, para sonreír de nuestra cojera porque es, a fin de cuentas, una diferente manera de andar, y por ello de ver y de vivir.
Quizá nunca antes como hoy la vejez ha sido motivo de tanto descrédito. Y tal vez convenga aquí reflexionar brevemente sobre las causas de este particular y doloroso fenómeno.
Dice un reconocido refrán: “Si los jóvenes supieran y si los viejos pudieran”; pues ahora los jóvenes creen saber con sus maestrías y doctorados por doquier; y los viejos ciertamente siguen sin poder hacer aquello a lo que la sociedad da valor, y ahora tampoco saben, porque aquello que conocen, por el cambio de paradigma, aparece como inútil. La experiencia, ya no merece reconocimiento en una sociedad obnubilada por la novedad y el cambio acelerado. Para acceder a un empleo la experiencia es cada vez menos importante, y el límite de edad se va imponiendo como norma universal. Se necesitan jóvenes con gran potencial, no gente que sepa hacer cosas que ya no se hacen.
Revisemos ahora el segundo argumento: la excesiva valoración del cuerpo; en realidad, de un cuerpo en especial, del cuerpo que se tiene por “joven”.
La llamada sociedad posmoderna ha prestado atención al cuerpo y esto ha servido para descubrir sutiles mecanismos de dominación como lo hizo Foucoult, o las teóricas del feminismo radical; pero también ha dado pie a una vanalización de gran magnitud que se hace evidente en fenómenos como el de los metrosexuales.
A lo que nosotros queremos referirnos va más ligado a esto último, pues se trata de la imposición de cierto cuerpo que todos debemos concebir como objetivo de nuestras vidas. La presión es tal que los antropólogos ya hablan de racismo social para distinguirlo del racismo étnico y que consiste en discriminar a todos aquellos que no tengan el cuerpo socialmente impuesto como modelo.
Para lo que nos compete, baste decir que este cuerpo en cuestión es un cuerpo joven por lo que las personas deberán luchar con todas sus fuerzas y con todo su presupuesto (que esto es finalmente lo que interesa) para que su cuerpo no revele el paso de los años. Así, las cremas anti arrugas, las cirugías, los implantes de cabello, etc. son el pan de cada día. En otras palabras, para ser un tanto crudos, no hay vieja ni viejo guapos, la vejez es sinónimo de fealdad, y a los feos se les margina cada vez más.
Ahora intentemos, desde la lectura del libro “Sabiduría para la segunda mitad de la vida”, rebatir los razonamientos acabados de enunciar.
Decíamos que cuando cambia el paradigma la experiencia resulta inútil. Esto es sin duda una exageración, porque algo de mecanografía puede servir al momento de usar un teclado; pero eso no es lo importante.
Creo que vale mucho más la pena fijarnos es esos paradigmas que pese a la propaganda del cambio total y permanente, permanecen casi inalterados; o que merecen permanecer tal cual están. Hablemos por ejemplo de la preocupación por los demás, tan presente en las personas mayores; hablemos de la ternura que desean recibir y no temen dar los ancianos; pensemos en ese vínculo casi mágico de nietos y abuelos, casi imposible de imitar. Estamos hablando en realidad de valores que tienen que ver con el amor (la vocación de dar) y la sabiduría (lo valioso que se da). Los ancianos testimonian su Vida con mayúscula, y eso está muy lejos de cómo se usa una máquina de escribir o cómo funciona una regla de cálculo; se trata de emociones, de poesía, de reservas de humanidad que no hay manera de traerse abajo con cambios de paradigmas.
Yo recuerdo al padre de mi madre sentado al sol, rodeado de muchos perros que alimentaba con los panes que a la hora del almuerzo metía a su bolsillo a hurtadillas. Y recuerdo al padre de mi padre en su taller, cepillando las maderas con un viejo radio de fondo, transmitiendo un partido de la segunda división. Todavía puedo sentir la alegría de los canes moviendo sus colas y el olor a aserrín, y al hacerlo me emociono porque aunque entonces no lo sabía, estaba palpando la vida. A la madre de mi madre la seguí gozando muchos años después de que muriera, y hoy sé cuanta falta me hizo la madre de mi padre, prematuramente muerta antes de que yo naciera.
Resulta entonces, que el constante cambio de paradigmas y aún de revoluciones paradigmáticas, de ninguna manera convierten a los ancianos en inservibles, sino todo lo contrario, como dice el psicólogo Blajeroff: en una globalización deshumanizada, los ancianos son más necesarios que nunca para darle la dimensión humana a un planeta que rueda hacia el vacío del sin sentido más atroz. No importa si se escribe en un papiro o en una lap top, lo que importa es lo que se escribe. Como se dice en la página 173 del libro: “Que todo cambie no es el problema. / No es estabilidad lo que necesitamos / sino equilibrio”.
Refutemos ahora el segundo argumento, el que intenta hacer leña con el cuerpo de los viejos.
Como explicábamos hace un instante, si hay cuerpos que se imponen socialmente como deseables y otros como indeseables, estamos hablando, a final de cuentas de un discurso de poder. Y es este discurso, precisamente, el que denosta el cuerpo de los ancianos. Por tanto, defender los cuerpos vetustos es en realidad un acto político y libertario, porque intenta subvertir un orden impuesto que si nos fijamos bien no favorece a nadie realmente, salvo a ciertos grupos económicos que han hecho de sus loas a lo que ellos entienden por juventud, la fuente de gigantescas ganancias.
Machado decía que el caminante hacía el camino al andar, pues bien, desde otra perspectiva podríamos decir que el camino es camino si tiene huellas, en otras palabras son las huellas las que le dan valor al camino, pues uno por donde nadie transita resulta completamente inútil.
Ahora, si la vida es un camino, no queda duda que las arrugas son las huellas de su tránsito. Es pues la vejez lo que da valor a nuestras vidas y no la que se lo quita. Decíamos que el anciano da testimonio de su vida, quien no exhibe arrugas no tiene o tiene poco que testimoniar.
La vejez del cuerpo es un signo de riqueza. En el mercado lo que debiera venderse son cremas que nos generen arrugas prematuramente, para presumir de un valor y una belleza que los jóvenes aún no tienen.
Lo que estamos pidiendo, si nos fijamos bien, es una radical transformación en nuestra forma de entender la vejez y por ello la vida misma. No se trata de darles un trato preferencial a los viejitos evitándoles hacer colas en las instituciones públicas o cediéndoles el asiento en las combis; porque ello solo revela la fragilidad de su situación; de lo que se trata es de comprender la riqueza que per se contiene la vejez, porque sino vamos a terminar creando un ministerio del anciano, así como hay uno de la mujer que al final no ha provocado ningún cambio radical, que eso es lo que realmente se necesita.
Solo así la muerte será el símbolo del éxito de quien ha vivido, y no, como ahora, la gran tragedia de la pérdida del último resto de juventud.
El libro lo dice en su página 171: “Al envejecer con sabiduría descubrimos / que a medida que nuestro cuerpo se debilita / nuestro espíritu crece. / A medida que las articulaciones se endurecen / nuestro entendimiento se vuelve más flexible / A medida que nuestro corazón falla / su valor se despierta. / Cuando nuestros pasos se tambalean / nuestra alma se mantiene estable. / Nos estamos convirtiendo en luz para iluminar este mundo”.
Quisiera ahora reflexionar sobre algunos textos puntuales del libro que a mí, particularmente, me parecen que tienen un hondo y especial significado.
En primer lugar hay que decir que aunque el texto base es de Lao Tsé, el libro no está en chino, quiero decir que es absolutamente comprensible para quien se acerque a él con humildad y con ganas de aprender, o para referirlo con las palabras de Lao Tsé, diciendo “no sé”.
En el poema El Camino se nos transmite la idea que no se trata de envejecer por envejecer, sino de envejecer con sabiduría. Y creo que esto no es posible si no entendemos que la vejez no es la disminución de capacidades sino la acumulación de riquezas.
En el poema Inagotable, se pone de manifiesto que la fuente de la vida no está únicamente en el nacimiento y que el transcurso de la vida consiste en su agotamiento, sino que la fuente es inagotable: está en las madres, en los mantos de seda, en la lluvia, en el misterio, en el aliento, en el amigo, en el amor.
En el poema ¿Jubilado? se dice: “Estar jubilado es poder hacer / lo que siempre hemos querido hacer”, y se nos dice que los viejos se jubilan del trabajo, no de la vida.
Esto me parece fundamental, y se trata de la idea básica del marxismo, de la contradicción entre trabajo concreto y trabajo abstracto. O para decirlo con palabras más afines a las que nuestra autora, que estoy seguro no sabía que era marxista, utiliza en el poema: existe una división entre la vida y el trabajo. El trabajo no es vida y debiera serlo. Pero entonces, la jubilación aparece como la liberación del trabajo carente de vida: trabajo abstracto le llamaba el autor de El Capital; y la gran oportunidad de dedicarnos a esas actividades que enriquecen nuestra vida, trabajo concreto o actividad vital consciente, lo llamaba ese viejo barbón que la crisis económica mundial que vivimos ha traído de vuelta con nuevos bríos.
En el poema Por el Placer de Servir, se dice: “No deseamos recibir nada a cambio / solo el sencillo placer de dar gratuitamente. / Ya no calibramos los posibles beneficios, / servimos libremente con alegría / según nuestra naturaleza”. Es cierto, los ancianos están libres de esas mezquindades. Y quizá por ello, cuando leí este poema recordé a los jubilados que en la época más feroz de la dictadura de Fujimori salían a las calles a protestar y a defender sus derechos, mientras los jóvenes se ponían, más bien, a buen recaudo.
El poema titulado “La Guerra”, hace alusión a la sexualidad en la vejez, pero para comentar esto tendríamos que escribir un ensayo, así que lo dejaremos para otra oportunidad.
El poema La Salud, deja claro que ésta es fundamental para el anciano, para cualquier persona en realidad. Pero lo que hay que entender y grabarse bien es que la vejez no es una enfermedad.
Para concluir con esta parte quiero citar parte del poema “Aunque nadie nos siga”: “Muchos nos ven como pobres viejos. / No perciben la sabiduría / detrás de nuestros ojos, / ni la serenidad en nuestra sonrisa. // Hemos alcanzado un entendimiento profundo / que ya no necesita ser comprendido. / Guardamos tesoros en nuestro interior / sin hacer gala de ello”.
Cuando hace unas semanas Patricia Roberts me entregó el libro que ahora presentamos, explicándome que estaba dirigido sobre todo a las personas de la tercera edad, no dudé en dárselo a mi madre, una señora septuagenaria que devora cuanto texto cae en sus manos. Pocas horas después me llamó para decirme que llevaba leída buena parte del libro y que éste le había emocionado profundamente; y me pidió que en su nombre felicitara y le agradeciera a su autora; ahora cumplo con ese encargo.
Finalmente quisiera decir que Patricia en la introducción nos cuenta que empezó a escribir este libro luego de que no la dejaran donar sangre por ser mayor de 65 años; bueno pues, hoy que han pasado varios años desde entonces, Patricia se dio el gusto y nos donó su sangre, con todo lo que ello implica, a través de estos poemas que, como el rojo líquido de nuestras venas, alimentan cada rincón de nuestro cuerpo.
Y ahora una queja, que en realidad no la es, resulta que el libro que a mí me dijeron que era para la tercera edad, es en verdad para quienes están en la segunda mitad de su vida, y yo con 40 años y con pocas esperanzas de llegar a los 80; resulta que estoy pues entrando a la ancianidad.
28 abr 2009
La estereotipia en el cine peruano
Por José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com
1. Introducción.
Las recurrentes frases "un país sin cine es un país sin rostro", o "un país sin cine es un país invisible" no sólo muestran la importancia de la actividad fílmica, sino también y sobre todo la importancia del resultado de esa actividad, del cine como producto, del objeto película, que es al fin y al cabo el rostro del país, su parte visible.
De lo anotado en el párrafo anterior se puede deducir fácilmente que el cine no hace visible per se la complejidad integral de la problemática de un país. El rostro hecho visible puede ser sólo una máscara o una caricatura o finalmente el rostro, pero simplemente el rostro obviando el tronco y las extremidades de insoslayable importancia para una comprensión integral de la problemática nacional.
¿Las películas peruanas son el rostro del Perú? La respuesta a esta pregunta resulta de singular importancia en países como el nuestro formado por todas las sangres. ¿Qué sangres ha hecho visibles el cine peruano en desmedro de qué otras? ¿Qué parte de nuestra problemática es la que ha hecho visible nuestra cinematografía? La búsqueda de las respuestas a estas interrogantes es lo que ha motivado la presente investigación, pero semejante objetivo está fuera del alcance de nuestros medios. Por ello nos hemos limitado a “Gregorio”, una película de gran aceptación popular, también llevada al vídeo y a la televisión; producida por el grupo “Chaski”.
Pero la importancia de nuestra investigación no sólo se debe a las razones sociológicas anteriormente expuestas sino también a razones estrictamente académicas, ya que como señala Giancarlo Carbone (Contratexto, N.9, 1996) "la relación entre el cine nacional y la historia del Perú sigue siendo un terreno bastante inexplorado, incógnito y desatendido por los investigadores nacionales". Nuestro trabajo quiere aliviar en algo esta insuficiencia y descubrir cual es el rostro nacional que nuestro cine ha mostrado en uno de los períodos más convulsos de la historia Republicana.
2. Hipótesis Provisionales
Creemos que las anotadas no sólo valen para “Gregorio”, sino para muchas otras películas, sobre todo las producidas en la década del 80.
* El cine peruano del período señalado, lejos de querer servir de entretenimiento, ha intentado interpretar - o cuanto menos reflejar- la realidad social de la época.
* La interpretación de la realidad social que ha hecho el cine nacional ha correspondido al pensamiento sociológico “de moda” de ese momento. Es decir que no ha aportado nada teóricamente.
* El cine nacional ha preferido enfocar al problema social como concepto general más que como implicancia específica en un determinado individuo. La masa es la protagonista sociológicamente hablando, el individuo es accesorio. Se ha preferido crear un cine sociológico a un cine de arte.
* El mensaje sociológico de la mayoría de películas peruanas peca de obvio.
3. Análisis de la película “Gregorio”
Ficha Técnica
Director: Grupo Chaski (Fernando Espinoza, Stefan Kaspar, Alejandro Legaspi).
Guión: María Barea, Fernando Espinoza, Stefan Kaspar, Alejandro Legaspi, Susana Pastor. Productor: Grupo Chaski, María Barea.
Fotografía: Alejandro Legaspi
Música: Arturo Ruiz del Pozo
Edición: Grupo Chaski
Estreno: 7 de marzo de 1985
Reseña:
El Grupo Chaski.- Integrado por Fernando Espinoza (Perú, 1942), Alejandro Legaspi (Uruguay, 1948), Stefan Kaspar (Suiza, 1948), Rene Weber, Oswaldo Carpio, María Barea, Susana Pastor entre otros. Se dio a conocer en 1982 con el mediometraje "Miss Universo en el Perú" donde exhibiendo "las lacras nacionales dispuestas como un mosaico, denunciaba la indolencia de los gobernantes, la capacidad de la televisión para influir y modelar la conciencia colectiva (tema también tratado en "Reportaje a la Muerte" y en "Todos Somos Estrellas"), la aparatosa cursilería de una ceremonia transplantada al Perú, con toda su ostentación de cartón piedra, desde algún auditorio de Florida". (Bedoya, Ricardo, 1992)
El Grupo Chaski se preocupó por distribuir films no sólo suyos ni sólo nacionales en las zonas deprimidas del país. "Retratos de Supervivencia" fue una de sus series de cortos que más destacaron. En ella se registra las imaginativas y a veces dolorosas formas que utilizan los peruanos para sobrevivir en la década del 80, en medio de una espantosa crisis económica y una violencia generalizada.
Gregorio (1985): En esta película las responsabilidades en el rodaje fueron distribuidas de la siguiente forma: Legaspi tuvo a su cargo la dirección técnica, Kaspar se encargó de la dirección de producción, y Espinoza de la de los actores. El papel de Gregorio fue encarnado por Marino León de la Torre.
La ubicación tempo espacial de la cinta es la Lima de los 80.
El referente
La intención de abordar un problema social en esta película del Grupo Chaski resulta sumamente obvia. Pero lo que no resulta tan obvio es que el problema social que aparentemente se aborda (los sufrimientos y peripecias que debe pasar Gregorio, un niño migrante, en la ciudad de Lima para adaptarse a ese nuevo mundo que se le presenta hostil y amenazador) es prácticamente sólo una excusa para abordar otro problema: la contradicción entre la cultura occidental y la andina.
El Guion Literario
La historia en su eje central no recurre a matáforas para ilustrar la dramática situación que viven los niños migrantes en Lima. Pero este referente directo sirve de metáfora a una problemática mucho mayor: la contradicción entre dos culturas, la citadina y la rural (la occidental y la andina), que en la película aparecen excluyentes y cargadas de contravalores y valores respectivamente.
En la película la ciudad está representada por (en orden de aparición) acinamiento, soledad, ruido, inmovilidad, castellano, trabajo infantil, contaminación, estratificación social, niños abandonados, disputas, explotación, robos, enfermedad, desocupación, problemas de vivienda, engaño, desierto, represión, muerte, traición, sacrificio, violencia, aculturación, vitrinas, luces, infidelidad, tecnología, falta de respeto, pornografía, droga, alcoholismo, mendicidad, lujuria, golosinas, deserción escolar, y decepción. Todos estos datos pertenecen a la realidad del film, donde aparecen en imágenes o como narración de un hecho cierto. Hemos obviado las distintas representaciones mentales que algunos de los personajes se hacen de la ciudad porque o son similares a las ya anotadas o las refuerzan por medio de la desilusión posterior.
Veamos ahora la visión del campo que nos ofrece esta cinta: Movimiento, naturaleza pura, quechua, comunión con la naturaleza, respeto, libertad, pobreza, sacrificio, lucha, necesidad, tradición, música, magia, amistad, borrachera, hambre, ausencia de oportunidades.
Como vemos, la sola lectura de las dos listas anteriores nos pone en autos de la visión que del mundo citadino y rural tienen los realizadores de "Gregorio": Una idealización de lo andino y una satanización de lo occidental, y no sólo como forma de vida sino como cosmovisión, como cultura.
Por ello en el ande se habla quechua y en la ciudad castellano (Juaquín le dice a su esposa cuando llega a Lima "Acá no vas a estar hablando quechua. Nadie te va a entender!").
Un mayor análisis nos permitirá determinar hasta donde llega este maniqueísmo en la cinta.
Observemos como los realizadores han puesto especial atención en darle un valor negativo a aspectos citadinos que usualmente aparecen en el imaginario colectivo como positivos. Nos estamos refiriendo a las luces, las vitrinas, la tecnología y las golosinas.
La belleza de las luces de colores en la película está desacentuada por la artificialidad con que son presentadas al enfrentarlas con la miseria de Gregorio y los otros niños. Similar recurso es utilizado para descalificar a los escaparates de las grandes tiendas comerciales miraflorinas que son presentadas llenas de hermosos maniquíes vestidos con smoking ante los dientes chuecos y pobreza de Gregorio. La tecnología en la cinta no aparece como una valiosa ayuda para el desarrollo de la sociedad, sino como perniciosa y corruptora del ser humano. Los vídeo juegos cargados de violencia donde Gregorio malgasta su dinero; el cine que proyecta pornografía y macabros asesinatos; y los juegos mecánicos que sirven de escenario de un robo. Y finalmente, Gregorio accede a las golosinas, tan importantes en el universo infantil, primero con el dinero que tanta falta le hace a su madre y luego con el botín del robo.
Por otro lado el Grupo Chaski le da un tratamiento distinto a lo problemático de la vida del campo vistiéndolo o enmascarándolo para que pierda gran parte de su carga negativa ante los ojos del espectador.
Así por ejemplo lo sacrificado del trabajo en el campo aparece como un logro de la lucha contra el hacendado, el sudor ya no es para el beneficio ajeno, gracias a la lucha todo sacrificio es ofrecido a la familia, a la descendencia, al futuro: el sufrimiento ha sido exorcizado. La pobreza, necesidad y hambre rural son muy distintas de las urbanas, las últimas conllevan humillación, las primeras humildad. La borrachera en el campo aparece como parte de la tradición, ligada a las fiestas del pueblo, no deshumaniza, no enajena, llama a la risa. Finalmente, la ausencia de oportunidades en el campo cumple en la película la misión de la manzana en el paraíso, es el anzuelo de la ciudad, del infierno; el campesino que cede a la tentación perderá para siempre la inocencia, su andinidad.
Por otro lado en las historias secundarias y sobre todo en una serie de datos desperdigados a lo largo de toda la cinta se pueden leer las intenciones de los autores de reforzar la visión "realista" de la cinta.
Realismo distorsionado por un maniqueísmo que se hace evidente en la manera de mostrar lo negativo de la ciudad y lo positivo del campo, como ya hemos anotado.
Gregorio es un niño oriundo de un pequeño pueblo serrano que junto con su madre llega a Lima en donde los espera su padre quien emigró hace ya algún tiempo. En la gran ciudad Gregorio debe trabajar de lustrabotas para ayudar a sostener a su familia. Y luego de un pequeño enfrentamiento contra otros niños por la posesión de una plaza se integrará a este grupo de pequeños que viven en completo abandono y que hacen de todo, inclusive robar, por sobrevivir.
Así Gregorio perderá la imagen de hijo ideal que tenía hasta ese entonces participando primero con timidez y luego con desenvoltura en las actividades delictuosas de la pandilla. Pero el paso de la inocencia rural a la sordidez citadina no se debe sólo a las malas influencias sino y sobre todo a la muerte de su padre (presentada en la película, prácticamente como un asesinato por parte del mundo hostil de la ciudad) y la pérdida de la pureza de su madre quien ha encontrado una nueva pareja, tras la muerte de su esposo.
Gregorio regresará a casa cada vez más tarde y con menos dinero, preferirá comer "porquerías" (fast food) al almuerzo familiar, ir al cine a ver películas pornográficas y de acción al más puro estilo holliwoodense, se drogará, participará de robos y luego robará el botín a su propia banda, lo que le acarreará su expulsión.
Pero este suceso merece más atención, ya que si bien es el robo del botín lo que causa la discusión entre Gregorio y sus amigos, no es precisamente este hecho el que motiva en última instancia su expulsión. El detonante es la pelea a golpes que sostiene Gregorio con sus compinches ante la alusión que uno de ellos hace de su madre: "si quieres plata que putee tu mamá pue huevón". Y es que los realizadores de este film no quisieron contaminar del todo a Gregorio, por ello se le expulsa del grupo con las palabras "no sirves para esto, quítate oe".
Antes de que Gregorio regrese a ser el de antes se gastará el dinero robado (su madre no quiso recibirlo) en comida y diversión durante dos días. El paso obligado por el purgatorio antes de retornar al hogar. Pero nosotros no conoceremos al Gregorio dispendiador más que por su palabra, un recurso muy poco cinematográfico de evitar mediante el tono de confesión de travesura infantil cualquier posibilidad de un mayor deterioro de la imagen de nuestro protagonista ante el espectador.
Veamos ahora la historia del padre de Gregorio. Jacinto más que como un campesino aparece en la película como un hijo de campesino, este dato tiene relevancia en el film, pues lo presenta como un trabajador familiar y no como un propietario aunque sea de una cantidad mínima de tierras.
Su hermano menor es el heredero de todo le explica Jacinto a su amigo antes de emigrar. Es decir, que Jacinto no es sólo el típico migrante que llega a la ciudad en busca de una mejora en su calidad de vida, sino que prácticamente sale expulsado de su lugar de origen, del paraíso. Si se queda jamás podrá progresar.
El período de tiempo que el padre de Gregorio permanece solo en Lima consiguiendo los medios que hagan posible traer a la capital a su familia no está presente de manera explícita en la película. Pero es obvio que no termina lustrando zapatos como le vaticinó el abuelo (la profecía se cumpliría más tarde en Gregorio), sino consiguiendo un trabajo de albañil y de cuidante que le permiten traer a su familia a su lado.
Su estada en la capital, relativamente corta, ya ha operado algunos cambios en su modo de vivir. Se viste diferente y le pide a su esposa que no hable en quechua. Pero los realizadores del film con una visión paternalista se niegan a presentar a Jacinto como un aculturado, como un traidor a su origen, prefieren presentarlo como víctima y convertirán a la ciudad en su asesina.
Es Gregorio quien nos cuenta acerca de la enfermedad de su padre y acerca de sus causas. Hubiera sido más dramático (y más cinematográfico) verlo que oírlo, pero dado que la historia de Jacinto no es la principal no se hubiera podido abundar visualmente en los orígenes de su enfermedad, en otras palabras no se hubiera podido dejar bien en claro que fue la ciudad la que mató al padre de Gregorio, así que los realizadores han preferido que sea la inocencia de un niño la que nos lo cuente, para que no quede duda alguna.
Juana, la madre de Gregorio, juega un papel clave en la película. Es en ella donde se va a ser visible el efecto "pernicioso" de la ciudad. En su primera aparición se muestra insegura, pero resignada, con respecto a la idea de su esposo de dejar su pueblo para ir a vivir en Lima. Luego aparecerá en la capital totalmente vestida con ropas típicas y cargando a su hijo menor en la espalda con una lliclla. Para confirmar completamente su aún estado puro le habla a su esposo en quechua. Después debido a su despido, Jacinto quiere regresar a su pueblo, pero una Juana que ya no lleva pollera le sale al frente para humillarlo, para exigir que la familia participe en una invasión de tierras que les dé la oportunidad de permanecer en Lima. Esa es la única opción, dice, para que sus hijos sean "alguien", para que no sean como su padre.
Finalmente las duras condiciones a las que se ven sometidos en los primeros días de la invasión matarán a Jacinto. Una vez instalados en Villa el Salvador, Juana hará amistad con los vecinos y disminuye la atención que le presta a Gregorio. De su aspecto andino casi ya no le queda nada. Gregorio empieza a mentirle y desobedecerle. Su desmitificación final ante su hijo será pronto: Su amigo toca la puerta de muy noche. Juana abrirá y sólo se escuchan susurros, momentos antes la madre de Gregorio se soltó el pelo. Es el fin de su trenza, de su andinidad. En adelante lucirá una cola y perderá el control sobre su hijo.
Entender la historia de Juana como la de una mujer que se ha dejado absorber por los cantos de sirena de la ciudad, al punto de provocar la muerte de su esposo y que su hijo se convierta casi en un delincuente corresponde a una lógica demasiado mecánica y simplista, pero parece que esa era la intención de los autores del film.
Veamos ahora las historias de los amigos de Gregorio: Todos han huido de sus casas, aunque por diferentes motivos (expulsión del colegio, alcoholismo y maltrato de los padres), se han unido para poder sobrevivir, para enfrentarse a la bestia con un millón de cabezas. Pero mucho más que al Esteban del famoso cuento de Congrains se parecen a Pedro, al timador. Sin embargo, están todavía muy lejos de los pirañitas de los 90.
Estos niños viven en un ómnibus abandonado en un arenal y trabajan como cómicos ambulantes para poder sobrevivir. Paralelamente son carteristas, pues tienen que mantener sus "lujos": Les gusta jugar pimbol, comer golosinas, ir al cine, tomar cerveza y fumar droga. Pero no se piense que en la película aparecen como delincuentes avezados, son especies de Robinhoods que entregan el botín a los pobres, sólo que en este caso los indigentes beneficiados son ellos mismos.
Esto está evidenciado en la escena del niño que finge haberse robado un pan del desayuno. Luego de la discusión otro le dice: "Uno no roba por gusto, uno roba por necesidad, no sabes ni robar, idiota!". Otra de las características que comparten estos niños con el habitante de los bosques de Sherwood es la vida en comunidad (una posible alusión a la vida andina) que han adoptado, que es en última instancia la otra cara de la doble moral que rige sus vidas, la prueba que aún no han sucumbido totalmente en la sordidez de Lima.
El maestro Martínez, aunque de aparición fugaz en la cinta juega un rol bastante importante. Jacinto le llama su hermano de juramento y aparentemente es él quien le consiguió el trabajo como cuidante, y con ello, el alojamiento. Pero después el padre de Gregorio es despedido, contrariamente a las promesas de Martínez, quien le propone que participe en la invasión de tierras con el trágico desenlace que ya hemos señalado. Entonces, hará su última aparición en el velorio, marchándose sin responder a la pregunta de Gregorio: "¿Cuándo vuelve?" Y es que Martínez es muy citadino, está muy lejos de merecer el título de "hermano de juramento", de "compadre". Jacinto confiaba en él: "Cualquier cosa preguntan al Maestro Martínez", pero cuando más se le necesitó, respondió con su silencio. La ciudad consumó su traición.
La escena del profesor explicándole a Gregorio y sus compañeros como es la vida en la ciudad, también merece mencionarse. El maestro quien habla en un castellano obviamente aprendido como segunda lengua añade a la descripción física de Lima una apreciación subjetiva de mucha importancia en la película. El profesor afirma que la capital no es como el pueblo en donde vive la familia de Gregorio. En Lima, dice, ya no hay espacio, las casas tienen que crecer para arriba y como consecuencia de ello hay una incomunicación hasta entre vecinos. Es decir, la ciudad es, en sí misma, generadora de relaciones deshumanizadas.
Como podemos apreciar de todas las historias descritas "Gregorio" en última instancia muestra maníqueamente las contradicciones entre la nobleza de la vida rural y sus habitantes y lo sórdido de la citadina con su poder corruptor.
*El presente trabajo fue escrito en 1997 y publicado en monografías.com Recientemente la profesora de literatura comparada, Sophia A. McClennen, de la Pennsylvania State University, lo consideró como fuente para su trabajo "The theory and practice of the Peruvian Grupo Chaski", que se publicó en la revista "JUMP CUT A REVIEW OF CONTEMPORARY MEDIA".
10 dic 2008
Feminismos latinoamericanos

SI OBAMA USARA FALDA NO SERÍA LO MISMO QUE SI USARA POLLERA*
Por José Luis Ramos Salinas
ramosdesal@yahoo.com
Dado de que comparto la tarea de presentación con dos expositoras, voy a permitirme, dedicar mi reflexión, no al contenido mismo del libro, sino a la estructura del mismo. Convencido además, que en este caso: forma y contenido se corresponden perfectamente, por lo que a lo mejor termine refiriéndome a la esencia del contenido sin que haya sido eso lo que me haya propuesto.
Este libro está compuesto por materiales de distinto tipo, y aunque no sé si esa haya sido la intención de la autora, creo que esta diversidad constituye la unidad de lo que entedemos por feminismo, aunque Virginia Vargas utiliza el plural: feminismos.
La particular estructura sobre la que queremos reflexionar queda manifiesta en el prólogo de Roxana Vásquez Sotelo, quien, casi al final, dice que el libro combina: «reflexiones teóricas con experiencias vividas; ensayos propios y alguno compartido y una emotiva carta y un importante pronunciamiento».
Así queda definido el feminismo, que es de lo que trata el libro: como una construcción teórica no rígida, sino polémica (por eso la forma de ensayo); como práctica viva; como subjetividad palpitante; y como una invitación a la acción política.
Por tanto el feminismo, no es como creen muchos, aun en la academia, lo contrario del machismo, pues este último es apenas una actitud, reinante, es cierto, pero mera actitud al fin y al cabo. Equiparar feminismo y machismo, entonces, es como pretender enfrentar a Bastet, la diosa egipsia con cabeza de gata, con el Chihuaha de Legalmente Rubia. Los machos no son pues Anubis, sino abundantes seres diminutos que caminan por la calle llamándose machos así mismos y que nosotras las mujeres conocemos como hombres. Uso la primera persona en femenino porque en marzo pasado algunas dirigentas del Sindicato de Docentes de la UNSA me nombraron mujer honoraria, por lo que si mi carrera como presentador fracaza, podría intentar el circo, en el papel de mujer barbuda.
El feminismo es humor también, por cierto.
Vayamos por partes.
El feminismo como construcción teórica o en la mirada está la tirada.
La situación de subordinación de la mujer, con respecto a la primacía del varón que lleva miles de años, resulta aún invisible para muchos, y para muchos más se trata de casos aislados, cuando no de algo deseable, o un lamentable destino inexorable que no nos queda más que aceptar porque así lo han determinado las leyes de la sociedad y hasta de la naturaleza. Ahora se hablan de asimetrías cerebrales.
Así, no nos queda más que cantar “Bendita sea mi madre por haberme parido macho” o si nos ponemos un poco cínicos: “Machistas son las mujeres porque les gustan los machos”.
Así, alguien que denuncie la inequidad de las relaciones sociales entre hombres y mujeres a menudo es puesto en ridículo -si se trata de una mujer o se pone en duda su virilidad –en caso se trate de un varón-. Semejante comportamiento desgraciadamente no es exclusivo de las colleras de esquina, sino que es también frecuente en ámbitos académicos como las universidades.
Ahora, si pasamos de la simple denuncia a la toma de posición y en consecuencia a dedicar parte de nuestro tiempo y de nuestras energías a intentar cambiar una situación que percibimos como injusta; habremos cruzado una línea que muy pocos y muy pocas se atreven.
Pero la teorías de género y las investigaciones que se hacen bajo su óptica van mucho más allá de la simple comprobación de la subordinación femenina y sus execrables consecuencias; más allá incluso de la denostada transformación de corriente académica en corriente política; sino que plantean la idea revolucionaria (verdaderamente revolucionaria) que la dominación masculina no consiste “simplemente” en la situación de privilegio de el hombre con respecto a la mujer, sino en la imposición de una perspectiva masculina con respecto a la sociedad, y a la construcción de la misma sobre la base de esa perspectiva.
Así, la conclusión resulta inevitable, hemos creado una sociedad masculina; por lo que ya no se trata “solamente” de cambiar la situación de la mujer en esta sociedad, sino de reconstruir la sociedad desde una perspectiva más equitativa mujer – hombre.
Pero aún, se ha llegado más allá, y se ha postulado la idea de que incluso aquello que pensábamos como parte del reino natural, como son el sexo y el cuerpo son en realidad construcciones culturales, y como no, otra vez edificadas desde la masculinidad reinante y excluyente.
Nuestros cuerpos (y nuestro sexo) no son el resultado entonces – por lo menos de manera exclusiva - de causas naturales; sino de un sistema de dominación cultural que es preciso acabar. Lo que corresponde, entonces, no es liberar al sexo oprimido, sino de reconfigurarlo, reconstruirlo; lo mismo vale para nuestros cuerpos.
No se trata entonces de poca cosa, sino de una transformación radical de la realidad y de la manera que tenemos de pensar en ella y entenderla.
Así, la misma ciencia y sus fundamentos han sido puestos bajo sospecha. Quienes nos dedicamos a las ciencias sociales, no podemos darnos el lujo de desentendernos de las arenas movedizas en las que las teorías de género han colocado nuestros pesados pies positivistas. Podemos refutarlas (académicamente), es cierto; pero no podemos ignorarlas. Lo que está en discusión, es una nueva manera de entender la sociedad.
Existe un dicho popular que sentencia: “Que en la mirada no está la tirada”. Yo creo que es al contrario. Lo que está en juego es la mirada, y lo que pone en juego es mucho. La teoría feminista ha demostrado que en la mirada está la tirada, por lo que dejémonos de hacer los de la vista gorda porque podemos terminar siendo mirados en lugar de mirar.
Claro que al mismo tiempo desde el título, Virginia Vargas Valente, nos advierte que existen varios feminismos, varias miradas podríamos decir ahora, y sin duda el debate será arduo pero también puede ser enriquecedor. Esta pluralidad debe entonces ser tomada como riqueza y no como fragmentalidad, sino el paso a la fragilidad y al suicidio será muy corto y cortante. La izquierda peruana ya nos dio una muestra de lo que no se debe hacer.
Marxismo, leninismo, feminismo
Mao decía en su cada vez menos famoso libro rojo, que un verdadero revolucionario combatía todo el tiempo, que no conocía el descanso, y que en cada propuesta política, en cada manifestación cultural, en cada conversación y hasta en la aparentemente más insignificante actitud no podía permanecer al margen, sino que tenía que dejar sentada la posición revolucionaria, avalando o, y sobre todo, criticando, desnudando las aparentes neutralidades con las que suelen vestirse las posiciones contra revolucionarias.
El feminismo en este sentido, creo yo, es maoista. Las feministas, como el revolucionario que reclamaba este empedernido mujeriego, deben estar atentas y combatiendo todo el tiempo. Porque lo que proponen, qué duda cabe, es una revolución. Y entonces como revolucionarias y revolucionarios deben estar vigilantes de todo acto social, público o privado, y aun íntimo que manifieste la ideología dominante que subordina a las mujeres y las coloca en situación de desventaja. Hay que ser histéricas, la revolución necesita cierta dosis de histeria.
Sé cuidar mi cuerpo, oye bien: mí cuerpo.
La lucha feminista es también una lucha por el cuerpo. Y aunque parezca lo contrario, nada más subjetivo que la piel. El feminismo palpita bajo las células de quienes lo abrazan y por ello no puede nunca ser una fría teoría, sino que es, también, una emoción.
En los últimos tiempos se exije de los académicos una impostura que raya en lo insípido, y en las ciencias sociales quieren imponerse estudios absolutamente impersonales (las tesis universitarias son un buen ejemplo), en el sentido que quien los escribe no parece en lo absoluto involucrado; como si el observador, no fuera, inevitablemente, también parte de lo observado. La sociedad toda va adquiriendo esa marca supuestamente neutral desde el punto de vista ideológico, generando una hegemonía, en el sentido gramsciano, que podríamos describir con el genial estribillo de Charly García: la sal no sala y el azúcar no endulza.
El feminismo, es pues, sal que sala y azúcar que endulza. La sal de la vida, pero la sal en las heridas también. La azucar que da calorías, pero el aspartame también. No nos engañemos, los granos feministas también tienen sus pajas.
Tenemos que cambiar el mundo si no nos gusta como está
Permítanme contar dos anécdotas personales: Cuando mi hija tenía 3 años fue a una actuación a su colegio, de pronto por micro anunciaron, «por favor los niños de inicial vayan a los vestuarios», entonces yo me paré y tomé de la mano a mi hija, pero ella me increpó: a dicho los niños, no las niñas. En otra ocasión le pedí que se pusiera su pantalón y ella muy convencida me contestó: «mi hermano se pone pantalón, yo me pongo pantalán».
Creo que de estas dos anécdotas se puede escribir todo un ensayo, más todavía si en la actuación del año siguiente cuando llamaron a los niños mi hija se paró y siguió las instrucciones.
Ahora, porque de eso no se trata, solo quiero decir que la innovación lingúística de Sofía, así se llama mi hija, puede ser entendida de dos formas: como un acto de sublevación que busca el reconocimiento de un espacio propio con todo lo que esto implica; o como la consagración de una esfera masculina y femenina predeterminadas que es precisamente en lo que se basa el dominio masculino. En otras palabras que las mujeres empiecen a llamar pantalán a la prenda que cubre las extremidades inferiores puede terminar siendo una trampa. La lucha feminista debe salvar esta y muchas otras trampas.
«Tenemos que cambiar el mundo si no nos gusta como está». Así reza parte de la letra de una canción de Piero que ahora suena lerdo, como perdonando el viento, en una sociedad en la que hay gente como Fukuyama que se atreve a proclamar el fin de la historia, y en la que quienes se dicen demócratas son asérrimos defensores del pensamiento único.
Pero para nosotros, y creemos también para el feminismo, el viejo cantor argentino, sigue siendo un buen tipo.
Aquí, quiero detenerme un instante, porque a esta parte debe el título esta presentación. Deseo reflexionar acerca de dos trampas, el sistema es bien tramposo eso lo sabemos bien.
La trampa de Lampedusa o el feminismo del libre mercado
Cuando las tribunas de los estadios de fútbol empezaron a llenarse de público femenino, y luego las canchas empezaron a hacer lo mismo; podría alguien ingenuamente haber creído, como Los Iracundos que le dan serenata a Fujimori, que el mundo está cambiando y cambiará más. Cuando la masa de millones de turistas empezó a tener en sus filas a un número creciente de mujeres, alguien pudo tararear la misma canción.
Pero yo creo que ese tarareo es un taradeo. Que la FIFA acepte a las mujeres me parece que tiene que ver más con la necesidad de generar nuevos mercados que con un cambio social. Si ahora hay más mujeres que viajan, eso creo no ha cambiado a quienes Turner y Ash llamaran, con justeza, la horda dorada.
Con los homosexuales y otras sexualidades distintas de la heterosexual ocurre lo mismo. Las series televisivas en las que aparecen como protagonistas y a veces hasta como héroes no son un síntoma de que el mundo esté cambiando, sino de la enorme flexibilidad del capitalismo que es capaz de vestirse de drag queen con tal de generar ganancias.
Después de todo algo tiene que cambiar para que nada cambie. Sino tendríamos que creer que el travestismo de Pinocho en Shrek, y el temporal afeminamiento de Makunga, uno de los leones de Madagascar, son revolucionarios. No señoras y señores, es puro dibujo animado.
La trampa de la inclusión
Muchos discursos feministas, y de otras posturas políticas, ponen su acento en la inclusión. Y por ello me permito repetir algo que sostuve acerca de la homosexualidad que me parece resulta pertinente en la ocasión:
«En la edición 152 (enero - febrero 2005) de la prestigiosa revista “Quehacer” la psicoanalista y feminista Matilde Ureta de Caplansky señala lo que ella considera un logro con estas palabras: “Otra cosa que creo que hemos ganado es tolerar mejor las diferentes modalidades sexuales. La gente considerará esto una aberración, pero creo que ahora los seres humanos que tienen una orientación sexual diferente de la heterosexual han ganado espacio. Eso me parece importante porque hace a los heterosexuales más tolerantes; tolerar las diferencias nos hace más humanos. Esto no quiere decir que las aceptemos para nosotros o las queramos para nuestros hijos; eso ya es materia de otra discusión”. Exacto, eso es materia de otra y muy importante discusión, el asunto de la tolerancia convertido en valor cuando se trata tan sólo de un mal menor. No se trata de tolerar las diversas modalidades sexuales, para usar las palabras de Ureta, sino de celebrar las diferencias. Porque sino, tendríamos que preguntarnos también ¿qué tan dispuestos están los no heterosexuales a tolerarlos? ¿Por qué la pregunta siempre se hace en el mismo sentido: la tolerancia por parte de los heterosexuales y no hacia ellos? Se trata de discriminación vestida de apertura, y a mí particularmente, eso me parece más peligroso que la discriminación franca y desembozada.
Por ello, creo que es un error lo que, en la misma revista, Mariano de Andrade insinúa: hay que vencer los estigmas que rodean la diferencia sexual para lograr que los homosexuales en general, “logren no sólo incorporarse y adaptarse a la sociedad, sino además, consigan ser aceptados plenamente”.
Estamos hablando de la sociedad de la injusticia y la estupidez, de una sociedad en la que miles de millones tienen como principales problemas de salud, enfermedades ligadas al hambre; y la minoría privilegiada (cientos de millones) no tiene una vida saludable, sino que padece de graves males ligados a la obesidad. ¿Es a esta sociedad a la que los homosexuales deben adaptarse? ¿Es a esta sociedad a la que debemos reclamarle la aceptación de sexualidades distintas a la hegemónica? No lo creo. Pienso que de lo que se trata no es de adaptarse a la sociedad ni reclamarle aceptación, sino de transformar la sociedad. No creo que el objetivo sea una sociedad en que heterosexuales estúpidos y homosexuales estúpidos convivan “felices” y gordos en el hemisferio Norte; y heterosexuales y homosexuales famélicos mueran armoniosamente de hambre en el hemisferio Sur. La discriminación sexual no es una disfunción del sistema, sino que es un síntoma de su constitución excluyente y opresora.
Reconozco que se ha avanzado algo, pero esos pasos adelante, mediados por el omnipresente y omnipotente mercado, han sufrido tales deformaciones que bien podrían ser interpretados también como retrocesos. Cambios culturales convertidos en nichos de mercado. Recordemos la Rebelión en la Granja de Orwell: los revolucionarios convertidos en chanchos por el whisky».
Quiero decir entonces que el problema no es la inclusión, sino la transformación de la sociedad, y esto que dije para los homosexuales, me parece absolutamente válido para las mujeres. El problema no es que no se quiera aceptar a mujeres en el ejército, el problema es el ejército mismo, sino recordemos las escalofriantes fotos de esa soldada norteamericana que torturaba soldados irakíes al más puro estilo de Rambo. El problema no es que en algunos colegios todavía no permitan que sus alumnas jueguen fútbol, el problema es el fútbol mismo, la mercantilización del deporte y de toda la vida social en general.
El feminismo, creo yo, por tanto, no debe pedir la inclusión de las mujeres a esta sociedad, sino luchar contra esta sociedad y por la creación de una completamente diferente. «Nunca más el mundo sin nosotras», pero también: nunca más este mundo.
Por ello me parece irrelevante que el presidente electo de Estados Unidos sea negro, para mí es tan blanco, no como Bush, pero sí como Clinton. Si hubiera ganado Hillary, la trascendencia del hecho tampoco hubiera sido realmente revolucionaria, quienes así lo plantean me parecen que atentan reformistamente contra la máxima de Saint Just: «La Revolución sólo debe detenerse con la felicidad».
Por ello, puedo afirmar que Condoleezza Rice me parece tan blanca y tan hombre como Bush, por eso el asunto no es ponerle faldas a Obama, sino polleras. Lo que quiero decir es que no basta que las mujeres participen más sino que su participación esté cargada de ideología feminista, sino tendríamos que aplaudir a las Marthas: la Chávez, la Moyano, la Hildebrandt.
Tik, tik, tik
Eduardo Galeano concluyó su discurso en el Foro Social de Porto Alegre con estas palabras: «Tik, tik, tik», que es como en Chiapas se dice «nosotros», explicó el escritor uruguayo. No sé si la traducción es exacta, en el sentido de si ese nosotros pretende incluir a las mujeres también, o si los indígenas de donde nació el EZLN tienen otra palabra para decir «nosotras». Lo que sí sé es que el feminismo es, o debe ser, ese «nosotras» que incluye a los varones, y a todos aquellos y aquellas que no se sientan ni mujeres ni hombres.
Por eso me parece importante que este libro, incluya ensayos compartidos, porque el feminismo es esa lucha por implantar una lógica social en la que la norma sea escuchar al otro, en que la alteridad sea un motivo de fiesta. En la que nunca más haya marchas, sino una sociedad en la que todos, como Nietzsche, podamos decir que solo podremos creer en un dios que sepa bailar. Porque se baila con uno mismo, pero sobre todo se baila con los demás. Y la danza es teoría, práctica viva, subjetividad palpitante, acción, y compartir. Nada más feminista que el baile.
Podemos concluir, entonces, diciendo que el feminismo es todopoderoso no por ser verdadero, como solía decirse del marxismo, sino porque derrumba o debe derrumbar todo aquello que suponíamos eran verdades inderribables.
* Texto leído con ocasión de la Presentación del libro «FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA. Su aporte a la política y a la democracia», de Virginia Vargas Valente. 5 de diciembre de 2008, Sala Melgar del Complejo Cultural de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.